El proyectil que resolvió un enigma
Un estudio localiza en Mengíbar, y no en Andújar, la ciudad íbera de Iliturgi, arrasada por Escipión
El embrollo arqueológico era tan grande que la Universidad de Córdoba recurrió en 2009 a citas de Albert Einstein y de Li Hongzhi, fundador de la filosofía Falun Gong, para intentar explicarlo en su informe De Isturgi et Iliturgi Confusione. “Nada es al azar”, señalaba, lo que venía a significar que ha habido muchos intereses ocultos en esta historia sin resolver que surge en 206 antes de Cristo y llega hasta nuestros días. Falsificaciones incluidas.
El problema —que ha sido resuelto ahora por el Instituto de Arqueología de la Universidad de Jaén— era el siguiente: existían dos ciudades íberas llamadas Iliturgi e Isturgi. Se sabía que se localizaban en el interior de la actual provincia jiennense, pero nadie podía demostrar su ubicación exacta. Y dos localidades, Andújar y Mengíbar —separadas unos 20 kilómetros y con yacimientos arqueológicos propios—, reclamaban ser las herederas de Iliturgi. Ambas pugnaban por ser las descendientes directas de este antiguo asentamiento hispano, porque esta ciudad íbera fue una especie de Numancia andaluza frente a las tropas romanas de Escipión el Africano. Isturgi, en cambio, era un simple centro alfarero sin tanta épica.
Las dos localidades de Jaén, que usan el gentilicio iliturgitano en comercios, clubes o instituciones, han blandido desde el siglo XVI documentos y dos “pruebas materiales” (inscripciones romanas) que demostrarían que son las auténticas Iliturgi. Hasta que alguien descubrió que uno de los vestigios era una falsificación y que sobre el otro había dudas.
La historia se complica cuando Ambrosio Morales —enviado de Felipe II— halla en Valdemao (Lugo) el cuerpo de san Eufrasio, al que identificó como obispo de Iliturgi, haciendo hincapié en que esta ciudad era Andújar. A partir de ahí, diversos autores lo repiten. Pero en 1635 fue hallada, según reza un documento de la época, “a tres cuartos de legua de Andújar, en el sitio llamado Los Villares, una basa muy grande de jaspe” donde se leía: “Res publica Isturgitanorum”, o lo que es lo mismo, Andújar es Isturgi.
En 1960, los arqueólogos Antonio Blanco y Gaspar de Lachica hallaron otra lápida en Mengíbar dedicada por el “pueblo iliturgitano a su fundador”, Tiberio Sempronio Graco, lo que daba a la historia otra vuelta: la ciudad íbera volvía al campo de Mengíbar. No obstante, la inscripción desenterrada (Lachica era de Mengíbar) provocaba dudas. En ella se grabó: “A Tiberio Sempronio Graco, su fundador [deductor] el pueblo iliturgitano”, pero la palabra “deductor” no existe en ninguna inscripción romana conocida, aunque su uso es correcto. Además, el hermano de Lachica era escultor. Para algunos autores era una falsificación. Para otros, no. “Si quieres falsificar algo, no metes una palabra que no se usa, dijeron muchos”, recuerda Juan Pedro Bellón, director de las actuales excavaciones de Iliturgi.
La investigación del asedio romano a un asentamiento íbero en Mengíbar comenzó en 2012, pero nadie sabía de qué ciudad se trataba. La que excavaron fue arrasada durante la Segunda Guerra Púnica (entre cartagineses y romanos entre el 218 al 201 antes de Cristo) y contra ella se había empleado artillería pesada con grandes proyectiles.
Al comparar los restos de las armas halladas en el asedio de Mengíbar con los encontrados en Baecula (en Santo Tomé, también en Jaén), los arqueólogos descubrieron que eran del mismo tipo, precisamente las que usaba Escipión, el único que las utilizaba en 206 a. C. Luego si la munición coincidía, estaba claro que se hallaban ante el mismo ejército en las dos grandes batallas disputadas en Jaén: Mengíbar era Iliturgi.
El informe de 2009 de la Universidad de Córdoba concluía: los expertos desde el siglo XVII “se valieron de falsos cronicones, llenando sus escritos de invenciones y patrañas que han llenado de verdadera confusión estos estudios”, creando “un verdadero desaguisado institucionalizado”. Hasta que la Universidad de Jaén ha hallado los proyectiles que resuelven finalmente el entuerto.
Babelia
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