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Crítica | Keepers. El misterio del faro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Purgatorio entre las olas

La película quiere dejar claro desde el principio que la seducción (del espectador) no se cuenta entre sus prioridades

Peter Mullan, Gerard Butler (detrás) y Connor Swindells (al fondo), en 'Keepers. El misterio del faro'.
Peter Mullan, Gerard Butler (detrás) y Connor Swindells (al fondo), en 'Keepers. El misterio del faro'.

La desaparición de los tres guardianes del faro de las islas Flannan poco antes del 15 de diciembre de 1900 permeó el imaginario popular y proyectó su sombra a través del tiempo, llegando a inspirar, décadas más tarde, un ciclo narrativo de la serie televisiva Dr. Who, en la época de Tom Baker, una ópera de cámara y una canción que el grupo Genesis prefirió guardar en sus archivos. El enigma espoleó todo tipo de conjeturas, que no desestimaban ni la interferencia fantasmagórica, ni la extraterrestre, pero, en su primer largometraje, Kristoffer Nyholm, que fue director de segunda unidad de Rompiendo las olas (1996) y ayudante de dirección en la muy reivindicable El jefe de todo esto (2006) antes de foguearse en el noir nórdico televisivo, ha preferido proponer su propia respuesta al vacío sin invocar a lo intangible.

KEEPERS. EL MISTERIO DEL FARO

Dirección: Kristoffer Nyholm.

Intérpretes: Gerard Butler, Peter Mullan, Connor Swindels, Gary Lewis.

Género: drama. Reino Unido, 2018.

Duración: 107 minutos.

Keepers. El misterio del faro, coescrita por los actores Joe Bone y Celyn Jones, incorpora algún trazo de relato de piratas, aunque contiene toda tentación de entregarse al sentido de la maravilla intrínseco al género de aventuras. La película quiere dejar claro desde el principio que la seducción (del espectador) no se cuenta entre sus prioridades: a esta isla escocesa remota se ha venido, a la postre, a sufrir como su trío de intérpretes –Peter Mullan, Gerard Butler, Connor Swindells-, a los que sus respectivos personajes parecen pesarles como un saco de piedras atado a un cuerpo lanzado al mar. Dos de ellos traen a este aislado purgatorio su correspondiente carga de culpa de casa; el tercero, se sumergirá en la locura bajo la obsesión de no transportar una mancha (moral) de regreso al hogar. Nyholm y su reparto se imponen un juego áspero y respetan sus reglas. Otra cosa es que motive al público contemplar cómo se consumen esas almas.

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