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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Román sufre una impresionante cornada en la pierna en Las Ventas

El diestro valenciano ha sido intervenido y el pronóstico es "muy grave" según los médicos

El diestro Román Collado sufre una cornada en su primer toro, hoy en Las Ventas.
El diestro Román Collado sufre una cornada en su primer toro, hoy en Las Ventas. BALLESTEROS (EFE)
Antonio Lorca

IBÁN/DÍAZ, MORAL, ROMÁN

Toros de Baltasar Ibán, —el primero, devuelto—, bien presentados, serios y muy astifinos, mansos, broncos, deslucidos, muy complicados. Noble el cuarto. El sobrero, de Montealto, manso y noble.

Curro Díaz: metisaca en los bajos y estocada (silencio); estocada (oreja).

Pepe Moral: dos pinchazos y descabello (silencio); cuatro pinchazos, estocada atravesada, casi entera tendida —aviso— y seis descabellos (pitos).

Román: Estocada (oreja). Resultó cogido al entrar a matar. El parte médico indica que sufrió una herida en el 1/3 medio de la cara interna del muslo derecho, con una trayectoria de 30 cm hacia fuera y abajo, que causa destrozos en vasto interno, musculatura aductora, contusión con vaso espasmo de arteria femoral, rodea fémur por su cara posterior produciendo contusión del nervio ciático, y presenta orificio de salida por cara externa inferior del muslo. Pronóstico: muy grave.

Plaza de Las Ventas. 9 de junio. Vigésimo séptima corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada (19.103 espectadores, según la empresa).

La corrida quedó hecha añicos cuando el reloj marcaba las ocho y veinticinco de la tarde. Román, el vivaracho torero valenciano, se perfiló para matar, la plaza guardó un silencio expectante, y en el momento del encuentro, con la espada ya enterrada en el morrillo del toro, el joven diestro fue prendido por el muslo derecho, y quedó colgado del astifino pitón durante unos instantes que parecieron verdaderamente eternos. Cuando Román cayó a la arena se le vio totalmente conmocionado, se echó mano al muslo, y fue trasladado con urgencia a la enfermería en la certeza de que el cornalón era de caballo. Si había alguna duda, el pitón derecho del toro ya moribundo aparecía ensangrentado, prueba evidente de los graves destrozos que había producido en la pierna de torero.

Hasta entonces, Román había conmovido a la plaza con una faena épica, propia de un torero heroico, que hizo frente a la adversidad con una hombría admirable.

El toro, Santanero I de nombre y 559 kilos de peso, de cinco años y medio de edad, y castaño de capa, se había comportado como un auténtico marrajo, durísimo, bronco, violento y agresivo. Derribó al picador en la primera vara y empujó con bravura en la segunda, pero protagonizó después un tercio de banderillas sencillamente pavoroso. Se dolió sin vergüenza cuando los primeros garapullos se clavaron en sus carnes, y se enfadó de lo lindo; tanto, que decidió hacerle la vida imposible a la cuadrilla. Raúl Martí, con el capote, y César Fernández y El Sirio, con las banderillas, pasaron un verdadero quinario para dejar los palos. Incluso, el subalterno llegado de Oriente Medio sufrió un revolcón y notó el sonido de los pitones en sus hombreras.

La plaza estaba ya conmovida por la dificultad manifiesta del animal. Román, que había tratado en todo momento de calmar a sus hombres, tomó la muleta y se dispuso a ser tal cual es: un valiente sin cuento. Y lo demostró, y de qué manera, ante un toro que lo miraba con detenimiento antes de iniciar cada arreón con la cara por las nubes a la búsqueda obsesiva del corbatín de su oponente. Cruzado, firme, bien plantado, Román hizo gala de una lucha (lidia) sin cuartel ante un enemigo muy, muy difícil.

Cuando Román se perfiló para matar, la plaza entera guardó un absoluto silencio, porque todos sabían que el verdadero peligro estaba presente. Y así fue. A veces, los héroes pagan con sangre su osadía. Y Román la pagó a un alto precio. ¡Qué dura es la fiesta para algunos toreros…!

La corrida quedó rota, y ya nada fue igual. Curro Díaz brindó la muerte del cuarto al torero herido y aprovechó las cualidades del único toro noble de la tarde. Entre la conmoción general, el linarense brilló a gran altura con varias tandas de muy templados derechazos y algún que otro natural que fueron un bálsamo tras los duros momentos vividos. Pura elegancia, hondura, toreo caro, propio de un artista que se prodiga poco, pero que guarda un tarro de esencias. Y paseó una oreja de peso. Molesto fue su primero y otro regalo envenenado el sexto, (otro tercio de banderillas para no olvidar por su enorme dificultad para los hombres de plata), que mató en lugar de Román. Muy dispuesto y asentado, Curro Díaz le robó suaves y hondos naturales tan inesperados como hermosos.

Pepe Moral no tuvo su día. En su haber, una buena tanda de derechazos ante su primero, que tuvo una vida noble pero cortísima. El animal se paró tan pronto que no hubo lugar a paladear nada. Y se mostró Moral muy desconfiado ante el deslucido y descompuesto quinto. Además, dio un mitin con la espada y la plaza se lo recriminó con razón.

Durísima corrida de Baltasar Ibán, toros serios, con cuajo y astifinos pitones, mansos, broncos y violentos. Pero el tercero se llevó el premio a la dificultad y la sangre de Román en su pitón derecho.

La corrida del lunes

Toros de El Ventorrillo para Eugenio de Mora, Ritter y Francisc José Espada.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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