El alto precio de una costalada
José Garrido pasea dos generosas orejas tras una impresionante voltereta
Se devolvieron algo más de mil entradas a causa de la baja de Pablo Aguado y su sustitución por David de Miranda; y se supone que no lo hicieron por demérito del torero onubense, sino para resarcirse un poco del desembolso realizado para garantizar la entrada del sábado, que viene José Tomás.
Pero si la gente llega a vislumbrar que los tres toreros del cartel estaban dispuestos a protagonizar la tarde que han protagonizado, la empresa no da abasto para la devolución en masa de entradas.
Correcta de presentación salió la corrida de Núñez de Tarifa, mansurrona, aunque no se le vio en el caballo, porque ya se sabe que el tercio de varas está en serio peligro de desaparición inminente; y noble y con movilidad, en distintos niveles, dulzona y generosa.
Apareció José Garrido ante su primer toro, variado y lucido con el capote -verónicas, delantales y chicuelinas airosas-, afligido quedó muleta en mano ante un oponente cuajado de cualidades -fijeza, humillación, nobilísimo comportamiento y movilidad-, y toda su larga labor pasó desapercibida por una concepción ventajista y despegada de su personal tauromaquia. No pensaría él del mismo modo porque se dio una vuelta por su cuenta que sorprendió a todos.
N. DE TARIFA/GARRIDO, GALDÓS, DE MIRANDA
Toros de Núñez de Tarifa, -el tercero como sobrero-, bien presentados, mansurrones, nobles y sosos; destacaron primero y cuarto, encastados y con movilidad.
José Garrido: estocada (vuelta por su cuenta); estocada (dos orejas).
Joaquín Galdós: media estocada en los bajos y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación).
David de Miranda: estocada caída (oreja); bajonazo (palmas de despedida).
Plaza de Granada. 20 de junio. Primera corrida de feria. Casi lleno.
Volvió por sus fueros tras la merienda. Se notó, es verdad, en los tendidos los efectos de las buenas viandas bien regadas. Otra vez, Garrido se lució con el capote, con una larga cambiada en el tercio, verónicas de rodillas y chicuelinas. Con la muleta ya fue otro cantar: el asunto llevaba el mismo derrotero anterior ante otro toro de encastada nobleza -se llevó el lote de la corrida- cuando sobrevino una tremenda voltereta que lo lanzó con estrépito por los aires y se dio un costalazo de esos que duelen en las gradas. Se levantó con mal semblante y cojeando, y no era para menos. Enfadado consigo mismo y empujado por el fragor del público, consiguió pasajes apasionados por la casta de su oponente y el empuje de los tendidos. Mató con prontitud y paseó, con exceso, las dos orejas.
Sin un compromiso aparente se presentó Joaquín Galdós en la plaza de Granada. Distraído y manso fue su primero, pero se supone que un torero de su necesidad debiera ofrecer una imagen más ilusionante. Tiró unas cuantas líneas con comodidad y acabó con prisas su historia primera.
Quiso enmendarse ante el quino, de mejor talante que el segundo, y lo consiguió solo a medias. Tres buenos naturales a un toro de embestida nobilísima y templada no fueron suficientes. Galdós debió aprovechar de otra manera su paso por esta feria.
Tampoco se empleó lo esperado David de Miranda ante el tercero, un noble sobrero, con poco fondo en el tercio final. Ya se sabe que su toreo es de buen tono, posee gracia y una innata naturalidad, y así lo corroboró en una tanda de hermosos naturales; pero se esperaba más, y su labor ante el tercer toro supo a muy poco a pesar de la generosa oreja que paseó. No era de carril el sexto, sosón y con la clase justa, y De Miranda no pasó de una insulsa justificación. Cerró su feria con manoletinas -bernardinas, en el tercero-, y un bajonazo infame, y aquí paz y después gloria.
Babelia
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