El machirulo
Rita, sin ti este Santo no es más que un hombre perdido
Santa Rita Rita, lo que se da no se quita. Hace una semana no habría dudado al decirte que soy Judas Tadeo, pero hoy la desesperación difumina hasta los límites de mi identidad. Olvida todo lo que te he dicho hasta ahora, todas las amenazas y todo el desdén de mis últimos mensajes: no eran de verdad, Rita, sin ti este Santo no es más que un hombre perdido y sólo tú puedes aliviar su congoja. Te lo pido por favor, mi vida, perdóname lo que sea que haya hecho mal. Yo, que en toda mi existencia —tanto terrenal como celestial— sólo me he postrado ante Su Altísimo Mandamás, te suplico de rodillas que vuelvas a mi lado. Estas últimas semanas he vivido cosas aquí abajo que me han hecho reflexionar sobre nosotros, sobre mis comportamientos en el pasado y sobre el signo de los tiempos. Yo también he cambiado, mi amor: te prometo que, cuando todo esto acabe y al fin me jubile, nunca más tendrás que gritarme para que ponga la mesa. Sigo en la Tierra, porque el trabajo por cuenta sacra no entiende de mal de amores y, aunque mi instinto me pide a gritos que salga a buscarte —en Groenlandia, en Perú, en el Tíbet, en Japón o en la isla de Pascua— tengo que seguir, con tesón y diligencia: el Acabose no espera por nadie.
Sin embargo, los años luz no me han impedido enterarme de que en las comidillas divinas se murmura que me has abandonado, hasta que te has ido con otro, y que nuestros hijos van a la escuela tan desaliñados que parecen salidos del mismísimo Purgatorio. Pero todo eso ahora es lo de menos, cariño. Aunque lo del maromo fuese cierto te perdonaría, como siempre he hecho con tus tonterías, cielo, porque llevo loco por ti toda la eternidad.
En cualquier caso, no creo que mi estancia aquí se alargue demasiado, reina, y no precisamente porque mi empresa vaya a tener éxito. Ya se están empezando a cumplir las predicciones del Sagrado Epílogo, y lo peor es que todo apunta a que no es Su Bajísima Malignidad el que está metiendo cizaña, ni son los cuatro jinetes los que tienen prisa por salir a escena. Son ellos, Rita. Los de abajo. No te pierdas la última: los muy memos —así les llama el boss— le han prendido fuego al Amazonas, ¿te acuerdas? Sí, mujer, el colchón de emergencia que les dejó en la Tierra Su Altísimo para que tuvieran algo a lo que agarrarse en tiempos difíciles. Y Él se enfada, claro, porque hacer unos bichos a tu imagen y semejanza y que te salgan rana cabrea a cualquiera. A ver, corazón, para que lo entiendas mejor: es como cuando el mediano nos viene con el cuento de que de mayor quiere ser científico. ¿Qué le hemos hecho nosotros? Sólo tratamos de darle la mejor educación, como Dios manda, y así nos lo paga el condenado: admirando a quienes quieren negar nuestra existencia. Ay, Rita, perdóname, que me acuerdo de los niños y me pongo tierno. El caso es que después de lo del barco pensaba que nada se me resistiría, pero esto es todavía más grave y yo no he tenido arrestos para enfrentarme al chalado que está deforestando Brasil al son del remake de la vieja esclavitud, más conocida por aquellos lares como ganadería intensiva.
No sé si será la nostalgia, la edad o los dos Yin Toni's que me he tomado —saben a rayos—, pero yo solo no puedo con esto, Rita. El mundo se me hace muy grande y, por muchos esfuerzos que hago, no comprendo los tiempos que no me ha tocado vivir. Por algo la omnisciencia está reservada para el jefe: yo bastante tengo con gestionar mi arca particular, que naufraga por momentos.
Te pongo un ejemplo: ¿tú sabes lo que es el Tuip? Te conté que era un pájaro azul propiedad de un señor con tupé que manda en el norte de América, pero resulta que no, que es una cosa que utilizan estas gentes para comunicarse entre sí sin verse la cara. El Mandamás me ha pagado un curso para que aprenda, porque por lo visto hoy en día es imprescindible tener un Tuip para gestionar las crisis internas de un país o, en este caso, de un planeta entero. Bueno, pues estaba yo tratando de enterarme y en esto que veo cómo un señor español, un tal Bertín, les dice a las mujeres liberadas de su país que vayan a protestar a la embajada de Irán. En ese momento, Rita, en riguroso directo y acongojado como estaba, pensé: "Me cago en la mar salada, lo único que me falta para que el Apocalipsis reviente es una turba de mujeres cabreadas". Lo cito textualmente porque, según he podido comprobar a posteriori, a los santos no nos hace falta teclado para usar el Tuip. Esas 128 letras —el pájaro las cuenta— me han traído la ruina. Me hice viral, dime tú si eso puede ser bueno, y se inventaron un Jasta, una cosa horrible que le ponen en el Tuip a la gente que les cae gorda. El mío era #JudasMachirulo. ¿Tú sabes lo que es un Jasta, luz de mi vida, fuego de mis entrañas? ¿Y un machirulo? Yo no me aclaro, Rita, y cada día que pasa me haces más falta: ahora Su Altísimo me quiere cesar de mi puesto por una cuestión de alta diplomacia, y no sé si le habré convencido con aquello de "Santa Rita Rita, lo que se da no se quita".
Babelia
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