Asia Argento: “Hollywood es una trituradora de carne”
La cineasta recoge en Sitges un premio honorífico y aprovecha para cargar contra los grandes estudios y asegurar que nunca eligió ser actriz, profesión que ya no le interesa
Cuando Asia Argento (Roma, 44 años) le dijo a su hijo pequeño, Nicola, que iban a darle un premio, el niño le preguntó: “¿Te vas a morir, mamá?”. “Le respondí que no, claro, y me sirvió para explicarle que lo que pasa es que llevo demasiado tiempo haciendo cine. Desde los nueve años, casi 36. No tendría que haber empezado tan pronto, pero ¿qué iba a hacer? La vida es una mierda, el cine mola”. Argento, aún a vueltas con abogados después de que el actor Jimmy Bennet la acusara de haber abusado de él cuando era menor de edad –un año después de que ella misma confesara haber sido violada por Harvey Weinstein en Cannes–, blindó su presencia en el festival de Sitges con un cómodo encuentro matinal con el público en el que las únicas preguntas las formulaba Mònica Garcia, directora de la fundación del certamen, que no incluyó ni una sola referencia a tan peliagudo asunto.
Hija, nieta, bisnieta, incluso tataranieta y ahora también, madre, de profesionales del cine –su tatarabuelo fue distribuidor en Brasil, su abuelo productor, su padre (Dario) es un clásico del cine de género, su madre, actriz, y su hija ya ha participado en una película–, Argento acudió al festival para recoger el premio en cuestión, el Méliès –que otorga la Federación Europea de Festivales de Cine Fantástico–, y, durante una hora ajustó cuentas con su pasado, dio alguna lección de dirección de actores, alabó a su padre, y cargó, como nunca, contra Hollywood. “Cuando llegué allí, el diablo me llevó a la montaña y me dijo: '¿Ves eso de ahí abajo? Todo puede ser tuyo a cambio de tu alma'. Y yo le dije que ni pensarlo. ¡Aquello era el infierno!”. Corría el año 2003, acababa de rodar XXX con Vin Diesel, y lo único que quería era dinero. “Un director solo es alguien que se obsesiona con algo durante más tiempo que la mayoría. Alguien cabezota que no cree que pueda hacer otra cosa. Yo solo quería hacer una película”, dijo. Esa película era la basada en el libro de su por entonces amante, el escritor que en realidad nunca existió, J. T. Leroy: El corazón es mentiroso.
Con el pelo corto y rubio, vestida de negro, y alzando su profundísima voz –"Tengo la testosterona alta, cosa que me fue bien al principio cuando creía que me tenía que comportar como un hombre para dirigir”, apuntó– en una carpa no del todo llena, Argento insistió en la condición de devoralmas de Hollywood. “Hollywood es una trituradora de carne”, dijo. “Conseguí el dinero para aquella película y regresé a Italia. No solo por la familia, que también, sino porque en mi país el cine no es una fábrica”, añadió. No se siente orgullosa de haber dejado el instituto, pero sí de haber seguido siempre su instinto. “Es la lección más valiosa que me ha dado nunca mi padre: sé tú misma, sé única, guíate solo por tu instinto, me dijo”. Le hizo caso. Y no se dejó enseñar. “Todo lo aprendí por mí misma. De niña quería ser escritora. Con ocho años ya montaba mis películas en súper-8. Lo llevaba en la sangre”, contó. De su padre, Dario Argento, comentó: “En casa era un buen padre; en los rodajes, me parecía un superhéroe; desde que trabajamos juntos, cuando yo tenía 16 años, por primera vez, no hemos hecho otra cosa que hablar de cine siempre que nos vemos”.
Ha dejado atrás por completo su época de actriz. “No elegí ser intérprete, y es algo que ya no me interesa. No voy a pasar más de dos semanas lejos de mis hijos para volver a interpretar otra variación de una prostituta. No me llaman para nada más”, dijo. Se consideró amante “de la imperfección” (“Aborrezco las cosas perfectas”) y de ahí que cuando dirige a actores en sus películas “les cambie a menudo las frases de un día para el siguiente”. Aseguró que, trabajando con Charlotte Gainsbourg en italiano –“Y ella ni siquiera sabe italiano”–, llegaba cada día al rodaje con “un guion distinto” para que “se sintiera incómoda”. “Me gusta la concentración que nace de la incomodidad”, apuntó. Sobre la llegada “masiva” de mujeres a la dirección contó que le parece es que “la especie ha evolucionado”. "Aunque todavía estamos muy lejos de que nos considere al mismo nivel que los hombres, el cambio está en marcha", remató. “En cualquier caso, nunca ha sido culpa del público sino de los inversores”, señalaba, y confesaba que dirigir es a menudo “descorazonador”. “Tienes que luchar por cada proyecto como si fuera el primero. Si quieres una vida sencilla, ahí va un consejo: no te hagas director de cine, hazte cartero”.
Babelia
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