El Instituto Cervantes abre su primer centro de 2020 en Líbano
En la norteña ciudad de Trípoli ofrecerá actividades culturales gratuitas en una convulsa coyuntura de protestas, crisis económica y pandemia
Ha sido en la marginada Trípoli, la segunda mayor urbe de Líbano y lumpen del país, donde el Instituto Cervantes (IC) ha creado este martes un nuevo centro, el tercero en el país tras la sede de Beirut y a una extensión en Kaslik, algo más al norte de la capital. Se trata del primero que abre la institución en este convulso año para elevar a 87 el número de centros en todo el mundo. La firma del convenio ha tenido lugar en un obligado petit comité como mandan las medidas desconfinamiento. La cita se pospuso una semana debido a las manifestaciones antigubernamentales que sacuden el país desde el pasado mes de octubre, hoy agravadas por una galopante crisis económica.
“Cuando se cierra una puerta, se entra por la ventana”, parafraseó la directora del IC, quien desde su llegada al Líbano en septiembre se ha obcecado en reavivar las actividades en esta empobrecida urbe. Las prontas medidas de confinamiento contra la covid-19 impuestas por el Gobierno libanés han evitado una hecatombe en un país donde el 85% de la sanidad es privada. No obstante, el cierre de comercios y el consiguiente despido de 200.000 trabajadores de entre una población de 4.5 millones de habitantes, ha exacerbado la aguda crisis económica y propulsado al 60% de la población bajo el umbral de la pobreza, según cifras del Banco Mundial.
A pesar de haberse convertido en una lengua en boga entre los libaneses, que cuentan con una importante diáspora en América Latina, las inscripciones a los cursos de español han caído un 49% respecto al año anterior debido a la combinación de crisis y pandemia. “El factor humano es nuestro mejor activo”, reiteró Onís en referencia al grupo de profesores que hoy imparten 43 cursos en línea a sus alumnos. “Se trata de ofrecer actividades culturales gratuitas a los habitantes de Trípoli y así mostrar nuestro apoyo en estos momentos difíciles”. La primera cita tendrá lugar el próximo 9 de julio con la inauguración de la exposición fotográfica En primera línea, del fotógrafo zaragozano Diego Ibarra Sánchez.
La directora del IC en Beirut y el director Ejecutivo de la asociación AZM y SAADE, Riad Alameddine, han sido los encargados de rubricar el convenio. La asociación libanesa ha cedido el uso de varios espacios en un palacete del siglo XII para llevar a cabo las actividades culturales e impartir clases de español bajo demanda. El acto ha contado con la presencia del embajador de España en el Líbano, José María Ferré; el cónsul honorario de España en Trípoli, Houssam Kobayter; y el vicepresidente de la mencionada asociación libanesa, el ex primer ministro Najib Mikati. El hermoso palacete se encuentra en la zona portuaria de Trípoli, y allí han destacado en sus discursos la voluntad común de propiciar un acuerdo “entre dos culturas próximas en muchos aspectos y en estos momentos difíciles”.
Lejos de los muros del palacete y en las calles de Trípoli, hace días que los activistas han retomado las protestas y los cortes de carreteras para arremeter contra la histórica marginación económica, política y social de esta segunda urbe donde la economía ahoga al 78% de los vecinos en los barrios más desfavorecidos. En esta bolsa de pobreza, marginación y analfabetismo vino a reclutar el Estado Islámico en 2014 para captar a cientos de jóvenes en la lucha de la vecina guerra siria. Y sin embargo, hoy los manifestantes la han bautizado como “el orgullo de la revolución”, en honor a la constancia ciudadana en las movilizaciones hasta que la covid-19 les expulsó de las calles tres meses atrás.
Fue también en Trípoli donde el pasado 30 de abril murió el primer manifestante por disparos de las fuerzas del orden. “Los jóvenes no tienen trabajo ni oportunidades de estudio mientras que los partidos sectarios y corruptos saquean la riqueza del país”, arremete en conversaciones de WhastApp Fatima Samman, oriunda de Trípoli y hermana del joven fallecido a los 26 años. La residencia de Mikatib se ha convertido en uno de los objetivos de la ira y pedradas de los jóvenes manifestantes, quienes le acusan de contribuir al desfalco de la economía libanesa.
“España siempre ha estado al lado de Líbano en los momentos difíciles”, dijo por su parte el ex primer ministro durante su intervención. Prueba de ello ha sido la continuada apertura del Centro Cultural Hispánico durante la guerra civil libanesa [1975-1990], que se caracteriza por ser uno de los más antiguos, convertido en 1991 en el Instituto Cervantes de Beirut. “No paramos las clases durante los bombardeos de la guerra de 2006 [entre Hezbolá y el Ejército israelí], no vamos a hacerlo durante las protestas”, aseguró Onís. Tres días atrás, esta céntrica sede de Beirut quedó sumergida en una nube de gases lacrimógenos y convertida en la línea de frente entre policías antidisturbios y cientos de manifestantes iracundos munidos con palos y piedras.
Pinchos de tortillas por clases de español
A fin de sortear los tiempos difíciles que afectan a tanto el bolsillo de los libaneses como a los ingresos del centro, el Instituto Cervantes de Beirut ha solicitado la cesión de una cafetería contigua que habrá de llamarse Club Sancho Panza y convertirse en un proyecto de café solidario donde se canjearan tapas de la gastronomía española por cupones para financiar las matrículas y actividades de aquellos estudiantes más afectados por la crisis. Igualmente, en el centro de Trípoli, se prevé ofertar cursos gratuitos a los niños más desfavorecidos de la ciudad a los que se les proveerá de una comida caliente al día.
Babelia
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