Entre el cielo y el infierno
La ganadora de la Concha de Oro de 2020 es un filme duro y desafiante en el que la cámara se erige como alma y espejo de una vida maltratada
Con una puesta en escena radical a la que su debutante directora no renuncia en ningún momento, la ópera prima de la georgiana de 34 años Dea Kulumbegashvili se detiene ante la violencia sistémica contra una mujer atrapada en una maraña de miedo, frustración y culpa. En el brutal arranque del filme, su esposo, líder de una comunidad de Testigos de Jehová hostigada por grupos extremistas, narra el pasaje del Antiguo Testamento en el que Abraham le ofrece a Dios el sacrificio de su hijo Isaac como muestra de su fe. Un relato bíblico que de alguna manera gravitará hasta el enigmático plano final de toda esta dura y desafiante película que Kulumbegashvili construye con un rosario de planos secuencia abiertos al debate.
Alrededor de medio centenar de planos en formato cuadrado, y en su mayoría fijos, que discurren con la misma letanía de un cuerpo deprimido durante las dos horas de una película que se anuncia como un fenómeno polarizado después de arrasar en el palmarés del festival de San Sebastián, donde logró una incontestable Concha de Oro, además de la de Plata para su formidable actriz, Ia Sukhitashvili; y en un gesto algo hiperbólico, también la de Plata a la mejor dirección y al mejor guion.
Lo que ocurre en Beginning es un purgatorio en la que no faltarán ni el fuego, ni la violación, ni la muerte. Dos figuras masculinas fanáticas —un marido pusilánime con los demás pero severo con ella y un supuesto policía acosador al que la cineasta reserva los momentos más crueles del filme— frente a una mujer cuyos movimientos resultan erráticos y ambiguos. Entre unos y otros, la fe de los niños que atienden a la catequesis de la protagonista. Acechada por un terror sutil, casi siempre fuera de campo y de una forma perversa auto invocado, sentimos el pánico pegado a su nuca, como en ese plano de un autobús en el que solo vemos su pequeño moño, unos pendientes y unas manos anónimas invadiendo su asiento.
El misterio de ‘Beginning’
Con una banda sonora firmada por Nicolas Jaar y el aval del mexicano Carlos Reygadas en la producción ejecutiva, Kulumbegashvili demuestra con esta película un potencial insólito para una primeriza, capaz de convocar sentimientos de aislamiento y desasosiego con una tensión conceptual firme y segura. Pero lo más cautivador de Beginning, su misterio, subyace en la relación de ese personaje principal con cada meticuloso plano. La distancia en los momentos de mayor humillación y violencia física, el inhóspito vacío de la casa familiar, la tristeza que impregna su rostro y todo lo demás, también cuando alcanza un respiro o media sonrisa.
La cámara y la protagonista parecen fundirse en una presencia única, como cuando los niños le hablan de su fe o el marido se dirige al espectador en busca de ella. Como si actriz y directora fuesen una misma persona. Como si el personaje, pese a las vejaciones y el sufrimiento, fuese quien se toma su tiempo para decidir qué vemos y cómo.
Esa idea redobla el vínculo y la intimidad con el espectador y también la dignidad que envuelve un filme árido y crudo, en el que la cámara se erige como alma y espejo de una vida atrapada entre el cielo y el infierno.
BEGINNING
Dirección: Dea Kulumbegashvili.
Intérpretes: Ia Sukhitashvili, Kakha Kintsurashvili, Rati Oneli.
Género: drama. Georgia, 2020.
Duración: 130 minutos.
Babelia
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