Carmen Linares: “Hemos sacado al flamenco del ‘bajerío”
La cantaora actúa hoy en el Teatro de la Zarzuela con Luz Casal para celebrar sus 40 años de solista
Venía de Linares (Jaén), es decir, no del triángulo flamenco capital, ese que queda, según ella, entre Cádiz, Jerez y Sevilla, con permiso de Granada y el resto de Andalucía. No era gitana y, encima, tenía los ojos claros. ¿Qué se ha pensao esta niña?, notaba que decían algunos: ¿Triunfar así en el flamenco? Pero contaba con un padre cómplice que, justo al contrario de lo que se solía recomendar a las jóvenes con fijación de convertirse en artistas en los sesenta, la alentó en su sueño acompañándola con la guitarra. “Dios te ha dado esa voz para algo…”, le decía.
Y así se ha plantado Carmen Linares con 68 años en esa pléyade de su arte dentro de la misma generación que consagró a Enrique Morente o Camarón en el cante como una de las figuras de referencia. Artistas mayúsculos junto a los que ella contribuyó a algo fundamental: “Sacar el flamenco del bajerío, colocarlo en lo más alto”, afirma. Ahora celebra sus 40 años como solista. Y sigue… ¿40 solo? “¡Que va! ¡Son más de 50! Empecé muy niña, lo que pasa es que anduve años acompañando. No es lo mismo”.
Aquellos inicios cuentan como preludio de una carrera que se ha convertido en referente para quienes la siguen. No solo en su género. Si no, que le pregunten a Luz Casal, que la acompaña hoy domingo en la presentación de su aniversario en el Teatro de la Zarzuela o a otras como Sílvia Pérez Cruz, que lo hará en una de las paradas de su gira.
Carmen Linares atravesó sin querer todas las dificultades con el empeño de quien hace las cosas empujada por ese intangible que llaman naturalidad. “No me lo pregunté entonces, pero sí he pensado en ello ahora que he tenido que hacer mudanza y, madre mía, ahí sé que nos hemos dado cuenta…”, dice. Por ejemplo, ser mujer y madre de tres hijos no le frenó ni aminoró su ánimo jamás. Cómo se las arregló para que todo siguiera adelante. Cómo superó un cáncer del que no quiso hablar en su día, pero hoy sí: “Los niños eran pequeños, mi madre estaba viva y habíamos perdido a mi padre y a mi hermana por la misma causa…”.
Ella y su marido, Miguel Espín, otro apoyo fundamental y constante, se lo tragaron callados. Lo vencieron junto hasta que se sintió completamente recuperada interpretando Misa Flamenca en San Esteban, la parroquia de Fuenlabrada. “Me di cuenta porque me sentí muy bien cantando hasta con el vendaje puesto en esa atmósfera única de las iglesias, que me da muy buen rollo”. Por esas batallas ganadas le ha propuesto cantar hoy domingo con ella a Luz Casal Gracias a la vida. “Esa canción, en un momento muy delicado de nuestras trayectorias, nos dio mucha fuerza a las dos”, asegura.
Como se la han dado sus hijos, a quienes pese a la vida nocturna que implica el flamenco nunca renunció a despertarse para darles el desayuno: “Me levantaba como un reloj. Luego los despedía desde la ventana cuando marchaban para el colegio y me volvía a meter en la cama”. Así fueron ella y Miguel criando a los tres. Pero antes, Carmen Linares ya se había fajado en los escenarios, siempre con dos maletas: “En una, la ropa, y en la otra era el tocadiscos Iberofon que le tocó a mi madre en una rifa y que llevaba yo a todas partes para aprender”.
Con eso, el salvoconducto de su talento y el carnet de artista que le expidieron en el año 1971 -“Todavía lo conservo por ahí”- se fue abriendo paso. Para ello tuvo que superar un examen. “Y ese mismo día, me salió trabajo con Mario de la Vega, padre de Laura del Sol, que estaba en el jurado. Cuando me lo propuso me di cuenta: '¡Anda, he debido de aprobar!”.
Luego vinieron las giras por todo el mundo y una exquisita discografía: “Siempre he grabado con esmero, cuando tenía algo diferente que ofrecer, con un fin, por cuestión de calidad no de cantidad”. Como el último, dedicado a Miguel Hernández, otro de los poetas como Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca a los que ha aportado su cante. Con letra y música, caso del último, de quien convirtió sus canciones en algo que ha marcado época.
Entre la sensibilidad, la intuición, el instinto y la fortaleza fue Carmen Linares saltando obstáculos. “El otro día me lo decía Estrella Morente. Su padre, mi querido Enrique, y yo teníamos una fuerza que a los jóvenes no se les nota ahora. Pero no es así, los veo mucho más fuertes a ellos, con toda la competencia que deben soportar y que les impide subirse a un escenario lo que deberían. Porque un artista se hace ahí y aprende a tortazos”.
Con la voz expuesta y sin la técnica que asiste a los cantantes líricos, por ejemplo: “Por eso Alfredo Kraus o Plácido Domingo se quedan admirados con nosotros, por el hecho de cómo colocamos la voz sin que se nos rompa. Hay que tener mucho tiento con ello. Como me decía Pepe el de la Matrona: '¡Cuidado, que esto es un músculo!”.
Un instrumento voluble que necesita su flexibilidad y su mimo: “Cuando yo empecé se apreciaban las voces rajadas, roncas; ahora se llevan dulces y aterciopeladas. Da lo mismo. Un artista debe buscar su autenticidad, hacer lo que siente y expresar cómo lo siente. No seguir más patrón que eso ni a nadie que te lo dicte”.
Babelia
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