Arturo Ripstein: “Hoy triunfa la ausencia de lo ofensivo, un cine cómodo”

El cineasta mexicano estrena ‘El diablo entre las piernas’, otro descenso en blanco y negro a su universo de pasiones y sordidez. “El mundo es el enemigo”, dice encerrado en su casa por la pandemia

Arturo Ripstein, en 2016 en el festival de Locarno (Suiza). En el vídeo, trailer de la película.Foto: EFE | Vídeo: Alexandra Wey

El mexicano Arturo Ripstein (Ciudad de México, 77 años) nunca ha sido un cineasta fácil. Ni en pantalla ni fuera de ella. Son legendarios sus enfados con los jurados de certámenes cuando no recoge una recompensa a la altura de la esperada por él: como ejemplo, al de San Sebastián de 2011 (donde en ediciones precedentes ya había ganado dos Conchas de Oro, por Principio y fin y La perdición de los hombres) ...

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El mexicano Arturo Ripstein (Ciudad de México, 77 años) nunca ha sido un cineasta fácil. Ni en pantalla ni fuera de ella. Son legendarios sus enfados con los jurados de certámenes cuando no recoge una recompensa a la altura de la esperada por él: como ejemplo, al de San Sebastián de 2011 (donde en ediciones precedentes ya había ganado dos Conchas de Oro, por Principio y fin y La perdición de los hombres) lo tildó de “subnormal”, y luego pidió perdón: “Para hablar de mí, el adjetivo irascible es el frecuente. Y es cierto. Soy pasional. En esa entrevista habló la ira. Esa furia agónica de la derrota”. De esa forma, él mismo definía su pasión por su trabajo, un motor que aún le mantiene en activo. Este próximo viernes estrena El diablo entre las piernas, premio a la mejor dirección del pasado festival de Málaga (donde también recibió un homenaje), un compendio de sus grandes temas: sexo, pasiones, sordidez, imagen en blanco y negro (”así dejas de lado lo circunstancial”, acota), vida... Las películas de Ripstein huelen, comentario que el cineasta, que lleva encerrado en su casa junto a su esposa, la guionista Paz Alicia Garciadiego, casi un año, agradece entre risas: “No hay un departamento del olor, pero sí necesito que se vea. Nunca trabajé con Buñuel, pero fui a un par de sus rodajes con mi padre, productor, y de su cine me fascinan sus películas más vivas, las que olían... como las mías, probablemente porque rodamos en la misma ciudad”.

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Curiosamente, a pesar de llevar ese año de encierro por la pandemia, a pesar de no haber podido viajar ni a Málaga en agosto ni esta semana a España a apoyar su filme, Ripstein está de muy buen humor. Ríe. Bromea. “Me gusta hablar con el mundo exterior”, explica con su voz profunda. “En México, apenas ha comenzado la vacunación, sigo en casa”. ¿Se le está haciendo eterno? “Eterno es breve”. Y tras una pequeña risa, explicita: “Es distinto de la cárcel, porque allí te confinan, te dicen la condena y los días pasan. Aquí los días se estacionan, se quedan en nada. Todos los días son martes, porque el martes es la jornada más lamentable; no es ni el principio, ni el medio, ni el final”. Ese es el día en el que vive una pareja de la tercera edad en El diablo entre las piernas. Ella es víctima de insultos y humillaciones por parte de él, aunque en esas vejaciones se siente deseada. Él sale de casa a visitar otros mundos, y el terremoto llega cuando ella también busca sexo en la calle.

Pregunta. El cine actual empieza a vindicar que no hay edad para la pasión, y El diablo entre las piernas, como otros títulos suyos, ahonda en ello.

Respuesta. Esta noción de que los viejos se vuelven sedentarios y dulces solo ocurre en unos pocos casos. Las tensiones sexuales ocurren siempre, las pasiones juveniles también son seniles, e intensas, a pesar de la imposibilidad de demasiado movimiento. El sexo a muchos no nos libera, sino que nos esclaviza. Es formidable y terrible... porque sin misterio el sexo se vuelve gimnasia.

P. Curiosamente, Garciadiego escribió la historia hace tiempo, sin pensar en llevarla a la pantalla, luego apareció un productor, usted la rodó, y en la cinta se habla del encierro en casa.

R. Es transformarse en profeta, algo francamente incómodo. Mis pretensiones vitales siempre han sido minúsculas.

Patricia Reyes Spindola y Alejandro Suárez, en 'El diablo entre las piernas'.

P. ¿Es cierto que se enfadó cuando alguien de su familia le felicitó por “ser grande y haber encontrado su voz”?

R. Fue perturbador. Me lo dijo mi abuela. Uno siempre ha querido tener una voz cauta, confinada... y, de repente, te dicen eso. El mundo es ancho, amplio y por tanto ajeno. Feroz. El mundo es el enemigo. En realidad, encontrar la voz es algo metafórico. Afinas tu instrumento, logras que unas películas recuerden a otras tuyas... Pero eso es todo. El estilo, cuando uno trabaja con continuidad, ocurre. Pero no necesariamente es reivindicativo ni bueno. Oiga, pueden ser lamentables, algo muy común hoy en día. Hay una enorme diferencia entre hacer una película y dirigir una película. Esto último es de pocos y es un trabajo muy arduo. Ahora, ser director es encantador y divertidísimo. Es como la pintura: cualquiera hace un cuadro, pocos pintan. La cámara es el elemento fundente, a partir de su posición se mueve lo demás. El guion, los actores brillan o desaparecen dependiendo de cómo los aglutine la cámara. La cámara es el todo. En El diablo entre las piernas, la cámara, el punto de vista, lo da la criadita. Como Henry James en Lo que Maisie sabía. El cine es el reflejo de una cierta realidad estructurada. Pero de cierta, no de toda, yo no soy un antropólogo. Como un espejo en el cine: refleja el reflejo.

P. ¿Se siente cómodo en el México actual?

R. No, no, estamos con esta forma personal de gobernar que se preocupa de asuntos... En fin, no.

P. ¿Entendería hoy su vida cinematográfica sin Garciadiego?

R. Hay un bolero mexicano que dice: “Viví sin conocerte / puedo vivir sin ti”. ¡Bah!, no entiendo nada sin Paz. Y más con este guion, que escribió sin coches volando ni cuerpos atractivos, que redactó sin pensar en el cine e inmersa en esa cosa extraña llamada libertad, que yo creo que no existe de por sí. Ella me ha dado alas, yo las uso para volar hasta el límite de mis límites.

Silvia Pasquel y Alejandro Suárez, que encarnan al matrimonio protagonista de 'El diablo entre las piernas'.

P. ¿Eso no va a la contra del cine actual?

R. Claro, porque hoy triunfa la ausencia de lo ofensivo, un cine cómodo. Y lo instantáneo. Todo el público quiere una satisfacción rápida, y no hay nada menos placentero que lo instantáneo. Todo es rápido. ¡No hay filósofos rápidos!

P. ¿Usted vio venir este triunfo de lo políticamente correcto en el cine?

R. Y cada vez te invade más el miedo. Parecería que cometes felonías día a día.

P. En su filmografía no hay grandes redenciones, y a lo sumo, si alguien creyera en Dios, está claro que Dios murió.

R. A eso se me adelantó Nietzsche. Y, si Dios está vivo, pasa por momentos muy malos. Probablemente tenga un mal asintomático y nos lo transmite, porque estamos hechos a su imagen y semejanza.

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