Un día con Jan Fabre a puerta cerrada en Annecy
El creador teatral belga define su nuevo montaje, ‘The fluid force of love’, como “una reacción poética contra la dictadura del género” durante un ensayo en Francia. Su estreno absoluto será en mayo en el teatro Central de Sevilla
La función va a comenzar, pero el escenario está prácticamente vacío. Apenas una veintena de personas salpican el millar de asientos de la sala. A pesar de ello, se respiran nervios en el escenario, pues quienes ocupan esas pocas butacas no son espectadores anónimos, sino directores y programadores de importantes teatros internacionales, invitados de excepción para ver un ensayo general de The fluid force of love (La fluida fuerza del amor) al que también fue invitado EL PAÍS. Es el nuevo trabajo del belga Jan Fabre (Amberes, 62 años), patriarca de la escena de vanguardia europea, creador de uno de los espectáculos más fascinantes de la última década, Mount Olympus, su famoso maratón de 24 horas que encadena una docena de tragedias griegas, que pudo verse en Sevilla (2016) y Madrid (2018).
Sucedió hace justo una semana en el teatro Bonlieu de Annecy, una pequeña localidad alpina conocida como la Venecia francesa por sus canales, donde estaba prevista la première del espectáculo. Pero como en Francia y prácticamente toda Europa los teatros están ahora cerrados al público, el estreno absoluto ha pasado a ser el próximo 8 de mayo en el teatro Central de Sevilla, ciudad que esta temporada se ha convertido, junto a Madrid y Barcelona, en refugio de creadores de prestigio internacional. El acontecimiento ha despertado gran expectación y felicidad en la capital andaluza, pues Fabre tiene allí un público fiel que lo sigue desde que en 1992 se presentó por primera vez en el recién inaugurado Central con su obra Sweet temptations. Tanta es la vinculación del artista con este espacio que va a aprovechar su visita para celebrar audiciones para un nuevo montaje que ya tiene en la cabeza y que tendrá mucho que ver con España y el personaje de Don Quijote.
También Jan Fabre estaba feliz la semana pasada en Annecy. El creador belga no ha dejado de trabajar todo este año en su sede en Amberes, pero el ensayo en el Bonlieu era lo más parecido a una función que su compañía hacía desde que estalló la pandemia. Una especie de simulacro a puerta cerrada que anticipaba el anhelado reencuentro con el público en España. Una representación rara, como casi todo en este tiempo de pandemia, más aún en un país que vuelve a estar semiconfinado, pero en buena compañía, pues algunos de esos programadores eran los que descubrieron al belga en los inicios de su carrera y se han convertido en amigos con el paso del tiempo. Entre ellos, el propio director del Bonlieu, Salvador García (de orígenes españoles, por cierto, hijo de una de tantas familias que emigraron a esa zona de Francia en los sesenta y setenta), y por supuesto el director del Central de Sevilla, Manuel Llanes, que fue el primero que lo trajo a España en 1985 cuando dirigía el desaparecido Festival Internacional de Teatro de Granada.
Las luces del patio de butacas se apagan, se encienden las de escena y se ve a los nueve intérpretes del espectáculo sentados ante unos escritorios que sugieren que nos encontramos en un aula. La obra, en efecto, es como una clase, pero de una materia que no se enseña en los colegios: es una clase de género, un estudio de cómo se forja la identidad sexual en nuestros días y una invitación a liberarse de cualquier etiqueta para poder vivir el amor como a cada cual le dé la gana. Muy estilo Fabre, combinando texto y danza, llevando al límite el gesto y la palabra, pero a la vez tremendamente estético. Marca de la casa.
En las partes habladas, los actores repasan las múltiples formas no regladas que puede tomar el amor: heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, intersexual, hermafrodita, asexual… Qué más da, dicen: “¿Por qué la gente debe elegir ser algo? ¿No somos humanos? Somos obras de arte vivientes. ¿No es suficiente?”. En las partes bailadas, los intérpretes se entregan a una danza liberadora en la que ellos mismos van transformando con ingenio su vestuario para dar cuenta de toda esa diversidad: un simple traje de chaqueta se puede convertir en vestido, falda, enagua o uniforme. Es una reivindicación de la libertad sexual, pero también hay mucha ironía subyacente, como explica el propio Fabre después de la función: “Es una reacción filosófica y poética ante la dictadura del género. El amor es anarquista y no puede encerrarse en categorías, ni siquiera en esas nuevas que se salen de la norma y que, en el fondo, también nos etiquetan”.
Puede que esa reacción tenga algo que ver con sus propias circunstancias personales. En 2018, una veintena de artistas que habían trabajado en sus montajes lo acusaron de abuso y humillaciones sexuales durante los ensayos, algo que tanto el creador belga negó de inmediato argumentando que todo fue consentido. Las autoridades belgas abrieron una investigación que aún no ha concluido y su compañía sigue recibiendo subvenciones públicas, pero la sombra de la denuncia lo mantiene bajo sospecha.
Desde entonces, Fabre solo había estrenado a finales de 2019 un espectáculo, Resurrexit Cassandra, un poético monólogo escrito por el italiano Ruggero Cappuccio protagonizado por la gran visionaria del teatro griego, cuya gira fue interrumpida por la pandemia. Así que el belga aprovechó la presencia de los programadores en Annecy la semana pasada para ofrecerles también un pase especial de esta obra, con el objetivo de retomarla en cuanto reabran los teatros en Europa. Y la actriz-bailarina Stella Höttler, prodigiosa como todos los intérpretes que trabajan con Fabre, los encandiló a todos. Trágica y atormentada por sus visiones, Höttler resucita al mito para lanzar una nueva predicción: agua contaminada, islas de residuos, heridas abiertas en la naturaleza. Otro desastre que nadie parece querer escuchar.
Después de ambas funciones, Fabre y su equipo se reunieron con los invitados en el gran vestíbulo del Bonlieu. Nadie sabe cuándo volverán a abrir las salas en sus respectivos países, pero todos hacen planes con la ilusión de que la próxima temporada sea “normal”. Mientras tanto, siguen trabajando en la sombra, pues aunque los teatros estén cerrados en Europa, se siguen usando como espacios de creación para los artistas, a través de programas de residencias como el que ha permitido a Fabre terminar de montar su nuevo espectáculo en Annecy. Es una corriente subterránea de cultura que bulle invisible bajo una superficie aparentemente estática. Son cerca de las siete de la tarde y por las ventanas apenas se ve a nadie ya por las calles de Annecy. Está a punto de empezar el toque de queda.
The fluid force of love
Concepto, escenografía, dirección y texto: Jan Fabre. Teatro Central de Sevilla. 8 y 9 de mayo a las 12 horas.
Babelia
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