Roberto Verino: “Me horripila que la gente se disfrace por las tendencias”
El diseñador, a punto de cumplir 40 años en el oficio, asegura que la moda ha llevado “autoestima a Galicia”, tierra de emigrantes
Roberto Mariño nació en Verín (Ourense, 13.647 habitantes) hace 76 años. Su primera vocación no fue la moda, sino París. “Yo quería salir y entonces era la ciudad más apetecible”. Sus padres tenían un almacén de productos para la fabricación de calzado. Con un enorme esfuerzo, lograron dar a sus seis hijos lo que ellos nunca tuvieron: estudios. El tercero hizo Bellas Artes y para sufragar sus gastos empezó a trabajar en una empresa de moda francesa. “El oficio me cautivó”. Se fue, como tantos gallegos, pero volvió. En su tierra levantó una fábrica y cambió el Mariño por Verino para homenajear a su pueblo en cada etiqueta,. Está a punto de cumplir 40 años en la profesión y estrena colección: “nomadismo urbano”.
Pregunta. Dejó la capital mundial de la moda y volvió a su pueblo para abrir allí su fábrica. ¿Tanta morriña tenía?
Respuesta. No era solo morriña. En el bachillerato un profesor nos dijo que teníamos que estar muy orgullosos de ser de Verín porque era donde había nacido Viriato, el primer guerrero que puso en jaque a las milicias romanas. A mí no me parecía lógica nuestra falta de orgullo, que nuestros vecinos portugueses, por ejemplo, sí tenían. Me causaba tristeza. Quise demostrar que si se quería se podía.
P. ¿Los gallegos sufren déficit de orgullo?
R. Le pasa a toda España, pero en Galicia además nos vamos y muchos no vuelven. Yo quise cambiar eso. Ya estaba bien de lamentarnos siempre desde la esquina. Nadie daba un duro por mí porque entonces en Verín no había tradición industrial ni conocimiento de moda. Había que empezar de cero. Los primeros años trabajaba conmigo una americana que tardaba apenas seis horas en ir de Madrid a Nueva York. Yo, desde Madrid a Verín tardaba ocho y media. Estábamos en el fin del mundo, pero eso no era motivo suficiente para no insistir y triunfó la voluntad, creer en las personas.
P. Estuvo a punto de arruinarse. ¿Cómo lo recuerda? ¿Qué aprendió?
R. Cuando vino la crisis, ese esfuerzo nos sirvió para resistir. Estábamos acostumbrados a pelear, somos guerreros, teníamos el espíritu de Viriato y sabíamos que la mejor forma de hacer las cosas es a modiño, es decir, sin correr mucho y sin pararse. Aprendí, sobre todo, el valor de la solidaridad de la gente auténtica. Yo ofrecí la posibilidad de no tener que salir de su entorno para conocer un oficio que les permitiera desarrollarse en un momento en el que las mujeres se dedicaban especialmente a la casa o al campo. Hubo momentos muy duros, pero creímos en la gente de este país, en Galicia, y sobre todo en las mujeres. Son el 90% en mi empresa. Cuando los necesité, estaban.
Lo que nunca pasa de moda es la autenticidad
P. ¿Qué nota pone a los españoles vistiendo?
R. Un 8 alto. En mis años mozos idealizaba a las francesas, pero hoy no hay color con las españolas. Lo que más me gusta es la elegancia sencilla y eso es algo que cada vez tienen más hombres y mujeres de este país que saben que lo importante no es epatar, sino estar bien con uno mismo.
P. Algo que crea que le convendría imitar de su paisano Amancio Ortega y viceversa.
R. Nos unen algunas cosas al margen de la enorme diferencia de su éxito. Somos hombres sencillos, vamos todos los días a la empresa, comemos con el equipo de toda la vida... Pero Amancio no tiene que imitar a nadie, tendría que imitarle yo a él. Le aplaudo, pero no le envidio. Estoy contento con lo que hago.
P. Se dice mucho que Zara democratizó la moda. ¿Está de acuerdo?
R. Absolutamente. Nadie lo puede negar.
P. ¿Trabaja con influencers? ¿El mejor escaparate hoy es una persona o un lugar? ¿Una celebridad o un desfile?
R. Depende, como diría un buen gallego. Una cosa y otra no están reñidas. El mejor escaparate es demostrarle al consumidor que piensas en él, que intentas adaptarte a sus necesidades, ofrecerle la mejor relación calidad-precio, productos sostenibles, que duren en el tiempo y que permitan crear armarios emocionales.
Somos un país cainita. Hay gente que prefiere perder un ojo a que tú veas
P. ¿Abrir un armario es como abrir un álbum de recuerdos?
R. Exacto. Un armario tiene que contar anécdotas. Y eso solo pasa cuando tienes prendas que te acompañan en el tiempo. Lo otro son fuegos artificiales.
P. Dígame una tendencia que le horripile.
R. Me horripila que la gente se disfrace, que se vista de lo que no es ni le favorece. La gente que está tan pendiente de las tendencias, sin importar cuáles son, nunca está satisfecha, además, porque es imposible alcanzarlas, cambian cada día. En los momentos más difíciles lo que me ha salvado es tener una clientela muy fiel, gente que dice que tiene prendas mías desde hace 20 años y que sus hijos y nietos también compran aquí. Es demostrar que no engañas a la gente. Valoro mucho la autenticidad.
P. ¿Eso es lo que nunca pasará de moda, la autenticidad?
R. Eso es, igual que la sostenibilidad bien entendida. Desgraciadamente, esta industria, en esa vorágine de la moda y de comprar barato está siendo una de las que más materias primas consume. Me parece una tristeza. Por eso yo uso productos naturales de suficiente calidad para que no tengas que usar y tirar.
P. Más allá de la moda, en la calle, en el Parlamento... ¿ve actitudes retro?
R. De política no querría hablar porque creo que no nos merecen y ya bastante hablan ellos. Sí sé que cada vez más, la sociedad civil entiende que tenemos que ayudarnos, aprender de nuestros errores y repartir lo que hay de la manera más justa. Creo que es la filosofía que acabará imperando.
P. Está a punto de cumplir 40 años en la moda. ¿En qué hemos ido hacia adelante y en qué hacia atrás?
R. Se nos conocía por el tópico de la señora con la vaca y creo que la moda ha traído autoestima a Galicia. Antes había unos costes arancelarios enormes entre países europeos y han desaparecido, pero también ha aparecido mano de obra en la que el coste es la centésima parte de lo que es en Europa y que supone una competencia enorme y muchas veces desleal. Han pasado muchas cosas, buenas y malas, pero España, que era un desconocido en el mundo de la moda, ahora está en el club de los cinco que más pintan en esta industria.
P. ¿Y fuera de la moda?
R. España tiene muchas capacidades, pero somos un país muy cainita, de palos en la rueda. Hay gente que prefiere perder un ojo antes de que tú veas. Siempre hay turbulencias, disparates como que haya comunidades que quieran ser independientes. Eso genera crispación.
P. Dígame la verdad: durante el confinamiento ¿se dejó alguna vez el pijama o el chándal?
R. No.Trabajé todos los días. Teníamos un permiso especial porque suministramos tejidos al personal sanitario. Tampoco comparto que una persona continúe en pijama. Otra cosa es estar cómodo.
P. ¿ Las tallas son una polémica recurrente. Sanidad propuso unificarlas hace tiempo y crear tres modelos: el cilindro, la campana y el diábolo. ¿Qué opina usted?
R. Es importante que nos conozcamos, que nos cuidemos y sobre todo que nos queramos. Cada cuerpo es como es. Nos piden que nos alimentemos bien, que hagamos ejercicio, porque cuando te cuidas y te aceptas como eres también aumenta tu autoestima.
P. ¿Pero no ataca la autoestima que en una tienda alguien sea la talla 40 y en otra la 42?
R. Hubo un intento de cambiar las tallas en Europa con unos criterios comunes, pero no se consiguió. Yo las denomino de una forma más sencilla: XS, S, M, L, XL Y XXL. No hay que guiarse por la etiqueta, sino por el espejo, que cuando te miras, veas lo que quieres ver.
P. Dice que quiere trabajar hasta los 98 y luego cogerse un año sabático. Explíqueme las dos, por favor.
R. En mi familia son muy longevos. La materia prima me hace pensar que puedo optar a eso. Para mí el trabajo es un hobby. Si puedo seguir hasta los 98 lo haré y luego sí, creo que habré merecido un año para ver si me dedico por completo al vino o a la moda otra vez, quién sabe.
Babelia
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