Dos hermanos muertos por la covid y otro encerrado con su esquizofrenia: Nieve de Medina purga su drama familiar en el teatro
La actriz revive su duelo en la obra documental ‘Finados y confinados’, que estrena este jueves en Madrid
“Me he quedado solo en la casa de los espíritus”. Eso le dijo a la actriz Nieve de Medina su hermano Pablo, de 56 años, que padece esquizofrenia paranoide y una discapacidad reconocida del 65%, después de que los otros dos hermanos que cuidaban de él y con los que vivía en la casa que había sido de sus padres murieran con solo dos meses de diferencia el año pasado. El primero, Juan Manuel, falleció asfixiado en su cama el 31 de enero de 2020, justo el mismo día en que se registró el primer caso de coronavirus en España. Tenía 68 años y arrastraba varias patologías graves, por lo que no se le hizo autopsia y nunca se sabrá la razón última de su muerte. El segundo, José, murió el 31 de marzo en un hospital a los 66 años. En su caso se certificó que el desencadenante fue la covid. De un día para otro, Pablo se había quedado desamparado y encerrado en la vivienda familiar: eran los días del confinamiento duro por la pandemia.
Un año y medio después, sentada en una butaca de los Teatros del Canal de Madrid durante el descanso de un ensayo el pasado lunes, la actriz (que ahora tiene 59 años) recuerda aquellos días con la entereza propia de quien ha superado un largo duelo. Y parece haberlo digerido bien, pues ha convertido su drama familiar en una obra de teatro documental que se estrena este jueves con el expresivo título de Finados y confinados. No solo lo cuenta todo, sino que lo revive en el escenario acompañada de algunos de quienes lo sufrieron con ella: su hermano Pablo (que aparece en grabaciones de vídeo que se proyectan a lo largo de la función), su sobrino Pablo (hijo de otro de sus hermanos, que en total eran 11 cuando vivían todos), la novia de su hermano José y el actor Eugenio Gómez como personaje comodín.
Entre todos, reviven no tanto la tragedia de los dos hermanos fallecidos, sino de lo que pasó después. La angustia que sintió la familia cuando Pablo se quedó solo. La impotencia de no poder salir durante el estado de alarma para ayudarle y, a la vez, el miedo a contagiarse si iban a visitarlo. El arrebato que finalmente empujó a la actriz a saltarse el confinamiento: “Me lo imaginaba totalmente solo y rodeado de sus monstruos. Atravesé Madrid en metro y de camino no pude evitar hacer un vídeo con el móvil. Era fantasmal. Cuando llegué a la casa también grabé vídeos para mandárselos a mis otros hermanos. Teníamos que poner en orden aquella casa, deshacernos de todo lo que no sirviera para que Pablo pudiese seguir viviendo ahí”, rememora. Siguió enviando vídeos en sus visitas posteriores y de esta forma, sin darse cuenta, todo fue quedando documentado.
Un día se percató de la cantidad de material que había acumulado y pensó que podía ser una buena materia prima para hacer una película documental. Ella es reconocida sobre todo como intérprete de teatro, televisión y cine (ganó el Goya como mejor actriz secundaria en 2002 por Los lunes al sol), pero también tenía experiencia en el género documental porque en 2014 había rodado uno. “Fue precisamente sobre Pablo. Él es artista plástico y fue un personaje anónimo de la movida madrileña. La vivió tan intensamente que sus excesos con las drogas, combinados con factores genéticos y emocionales, derivaron en la enfermedad que padece ahora”, explica la actriz. Pero en este caso, la historia le pedía mostrarlo en crudo en un teatro. Compartirlo en carne y hueso con sus espectadores “porque esto es algo que hemos vivido todos a la vez. Es un drama como tantos otros de los que ha dejado la pandemia”.
Durante la función, los vídeos se van proyectando de manera intercalada con conversaciones de los personajes que están sobre las tablas. En el escenario todo es blanco. El suelo, los trajes de los personajes, el atrezo. “Porque de alguna manera esta obra es un intento de pasar página para abrir otra en blanco, de la misma manera que tuvimos que destrozar la casa de nuestros padres para construir una nueva para Pablo”, dice. Algunos momentos sobrecogen: por ejemplo, cuando Elena lee los últimos mensajes que le mandó José por WhatsApp antes de morir en el hospital.
¿Y no les asusta revivir cada noche algo que fue tan doloroso? ¿Ralentizar la cicatrización de la herida? “Al contrario, lo vivimos como una manera de transitar el duelo”, asegura Nieve de Medina. Y recuerda que el arte puede ser, entre otras muchas cosas, una herramienta de reparación. O al menos, como catarsis ante situaciones incomprensibles o excepcionales como una pandemia. Muchos otros artistas lo han hecho desde que estalló la del coronavirus. En el teatro, ya desde los primeros meses surgieron algunas obras. Algunos ejemplos: el director del Centro Dramático Nacional, Alfredo Sanzol, contó su experiencia como enfermo de covid en La conmoción, estrenada en junio del año pasado; pocos meses después, la dramaturga y directora María San Miguel presentó en el Festival de Otoño de Madrid una pieza sobre la muerte de su padre tras contagiarse de coronavirus, la interpretaron ella misma y su madre; fuera de España, Ralph Fiennes protagonizaba por esas fechas Beat the Devil (Vencer al diablo), un monólogo autobiográfico en el que el dramaturgo David Hare recuerda los delirios que sufrió cuando contrajo la enfermedad. Aquellas obras fueron creadas en caliente, con la urgencia de reflejar lo que pasaba en ese momento. Casi dos años después, empiezan ahora a estrenarse las que tratan sobre las consecuencias.
Finados y confinados
Dramaturgia, espacio escénico y dirección: Nieve de Medina. Intérpretes: Nieve de Medina, Pablo de Medina, Pablo de Medina Bellido, Eugenio Gómez y Elena Zarzosa. Teatros del Canal. Madrid. Del 21 de octubre al 7 de noviembre.
Babelia
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