Solitaria oreja para un Luque en sazón

La función se abrió con un astifino toro tirando a veleto. Pero fue toro de fachada y poco más. Como fachada fue la actuación de Ferrera, poco confiado, tomando muchas precauciones y dejando pasar la ocasión de refrendar su fama de consumado lidiador. Toro había poco, pero lidiador tampoco pareció haberlo. Por cierto, Ferrera sorprendió con un capote de brega de tonos azules, purísima por la cara y celeste en las vueltas. Capote sedoso. Solo el capote.

El cuarto también tuvo su presencia, pero ahí acababa todo. Al paso, también sin desprender emoción, y muy noble. Ferrera dio un curso de interpretación, pero de escaso calado. Faena sin chicha. Insulsa.

El primero de Luque, un inválido consumado, volvió por donde había salido. En su lugar saltó un sobrero, también de Victorino. Toro de hechuras largas, pero muy normalito de defensas. Y de poca entrega desde el primer capotazo. Fue cumplidor en varas, aunque en banderillas esperó. De viraje rápido tras cada muletazo, Luque trató de imponer su ley desde el principio. En terrenos siempre de cercanías, no hubo ninguna duda por parte del torero. A toro sin entrega, torero que nunca dio por perdido su terreno. La faena tuvo su mayor parte sobre la derecha, aunque tampoco Luque renunció a echarse la muleta a la zurda. Gran entrega de Luque, en faena de mucha verdad. Y una estocada colosal.

El quinto no rompió la línea de los anteriores. Fue el que más se empleó en varas, en dos entradas, pero ya en la muleta se le acabó la entrega y las ganas de plantar batalla. Luque, siempre de cerca y con la muleta en función de pantalla panorámica, consintió y se arrimó. Solo la entrega del torero hizo que la gente reaccionara. Una larga porfía, provocadora, en faena que se limitó a medios muletazos. La actitud de Luque tuvo respuesta en la gente, que se le entregó sin condiciones.

Por comportamiento no pareció de Victorino el tercero, aunque cortó en banderillas. Pero se dejó hacer. Al paso, sin declarar emoción, el toro fue y vino sin aparente dificultad. Con las fuerzas muy justas, también perdió el equilibrio en más de una ocasión. Román se entregó a la labor con esmero, consintió al toro y le perdió pasos por necesidad. La faena creció por la entrega del torero, que tuvo que rescatar muletazos de uno en uno. Hubo, incluso, una serie con la izquierda de mérito. Pero se pasó de faena y la espada lo enfrió todo. O casi todo.

El sexto, abierto de cuerna y un punto cornipaso, también fue cumplidor en varas, aunque cortó con descaro en banderillas. Román, sin calentamiento previo, se lo trajo de lejos en una primera serie con la derecha muy vibrante. Pero ahí acabó todo. Con muchas dudas, Román ya no supo resolver la encastada embestida de un toro que le exigió bastante. Pasó el valenciano algún apuro, puso voluntad, pero acabó superado.

La corrida de Victorino, bien presentada, no fue fiel a su fama. Hubo toros con ciertas dificultades, nunca insalvables, pero imperó la nobleza. Y la sosería, también. Algo decepcionante, en fin.