Los coches toman el Guggenheim Bilbao para proclamar la belleza de la automoción
La exposición ‘Motion. Autos, art, architecture’ muestra 38 vehículos históricos, escoltados por obras de grandes artistas, muchas de ellas inspiradas en el popular transporte para personas
“¡Borrummm, borrummm!”. ¿Quién no ha imitado el rugido de un coche? La fascinación por estos vehículos, sus curvas, sus colores, su velocidad, su interior... ha atraído a los humanos desde que se fabricaron los primeros, en 1886. Una admiración que llevó a proclamar al poeta Tommaso Marinetti, pope del futurismo: “Un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia”. Aunque Marinetti se convirtió luego en un fantoche del fascismo, su máxima cobra todo el sentido en la atípica exposición Motion. Autos, art, architecture, que puede verse del 8 de abril al 18 de septiembre en el Museo Guggenheim Bilbao. Atípica porque el estrellato es para los 38 coches aparcados, muchos de ellos bellezas escultóricas de marcas como Rolls Royce, Bugatti, Porsche, Mercedes-Benz, Aston Martin, Bentley, Alfa Romeo, Cadillac... Les acompañan, casi en pleitesía, esculturas, pinturas, fotografías, planos... en unos casos están relacionados con el mundo de la automoción, en otros establecen sorprendentes diálogos con las cuatro ruedas.
La idea de que coches históricos tomasen el Guggenheim fue del arquitecto Norman Foster, comisario de la exposición junto a Lekha Hileman Waitoller y Manuel Cirauqui, ambos del museo. Foster, gran aficionado a los coches, ha contado en la rueda de prensa de presentación que el primero que condujo, en los años cincuenta, “fue un Morris de 1935″, el año en que nació. Premio Pritzker (1999) y premio Príncipe de Asturias de las Artes (2009), ha opinado que “hoy los automóviles son muy parecidos porque el mundo está globalizado”. Si tiene que quedarse con uno de los que ha escogido para esta ocasión opta por el Dymaxion # 4, de 2010, de color verde, “un vehículo elegante, que consumía menos”, parece una máquina voladora venida del futuro. Su creador fue el inventor Richard Buckminster Fuller, pero presentó problemas de estabilidad cuando cogía velocidad, así que no pudo triunfar. El que puede verse es una reconstrucción del original realizada por el propio Foster.
A su lado, el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, ha subrayado lo difícil que ha resultado reunir estos coches. “Es de los proyectos más complejos en los 25 años del centro, una propuesta que, además, cuestiona los nichos de las disciplinas artísticas”.
Antes de llegar al Dymaxion, que por algo está en la sala titulada Visionaries, el recorrido comienza por la denominada Beginnings, dedicada al nacimiento del automóvil, a una transición en que convivían el coche de caballos y el de motor, como refleja el óleo de Ramón Casas La cochera (1907). Modelos primerizos, como el que reprodujo Andy Warhol en una serigrafía de 1996. Más adelante adoptan formas casi de caja, muy cuadrados, como se ve en varias fotografías de Man Ray, próximas a un precioso Chrysler Airflow de 1934, con detalles art déco. Entre otras maravillas, hay un prototipo de coche eléctrico de 1900 y un precedente de los bólidos de la Fórmula 1, un Bugatti de 1924 (nombre del que viene el castizo “buga” para denominar a los coches).
Si esta exposición, más allá de la pasión por el olor a aceite de motor o por las llantas, tiene un mensaje es que “hay que hacer más con menos, usar menos energía y que los coches sean respetuosos con la naturaleza”, subrayó el arquitecto. El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, empresa patrocinadora de la exposición, agregó que “hay que descarbonizar el transporte para beneficiar la salud de las personas que viven en las ciudades”. Le tomó la palabra el otro patrocinador de la exposición, el presidente del Grupo Volkswagen, Herbert Diess, para quien la solución pasa por “electrificar el sector del automóvil, pero solo tendrá sentido si se usa energía sostenible, a base de agua, sol y viento”. Al tiempo dibujó un futuro casi sin accidentes gracias a los sensores, a que las máquinas resolverán las situaciones comprometidas para el conductor. Un hecho que Foster apostilló con humor: “¿Los seguros para coches serán algo del pasado?”.
De regreso a la muestra, en otra sala posan “cuatro de los más bellos automóviles del siglo XX”, afirman los organizadores. Entre ellos, el Bugatti T-57 Atlantic de 1936, una preciosidad de suaves curvas al que parece observar a unos metros la escultura Figura recostada, de Henry Moore. Les acompaña la elegancia aerodinámica del Bentley Continental de 1953. También, una aportación española, el Pegaso Z Cúpula, el más rápido del mundo cuando se fabricó en 1952. Sobre la sala planea un colosal móvil de Alexander Calder.
De la excelencia a lo popular. El siguiente espacio recoge vehículos creados para llegar a quienes no tenían tantos recursos, algo habitual en las sociedades que se reconstruían tras la II Guerra Mundial. “Ahí está”, añadió Foster, “la belleza utilitaria” del Citroën 2CV Sahara, de 1961, el popularísimo “dos caballos”, con dos depósitos de combustible bajo los asientos delanteros (¡glub!). “Mi padre tuvo uno de estos”, se oye en la sala. Además, el Fiat 500, de solo 2,5 metros de longitud; la furgoneta icono de los hippies y surferos, de Volkswagen; igualmente de esta marca luce el Escarabajo. El repertorio lo completan un Mini de 1966, abierto en canal para ver su reducido interior, y un Renault 4, habitual en la España de los setenta. Con tanto coche son normales los atascos, como retratan las imágenes de la artista donostiarra Maider López de 2005. Más bello, de campos verdes, es el cuadro de Hockney La carretera que atraviesa los Wolds. Mientras que unos bocetos de Le Corbusier idearon una utopía que no llegó a plasmarse, el Voiture Minimum.
El derroche vuelve en el área nombrada Sporting, cuando la Fórmula 1 exigía ingenio técnico y velocidad. Parece que va a despegar el Mercedes Benz 300 SL, de 1955, por sus puertas que se abren hacia arriba, como alas de gaviota. Casi debía de volar también el Ferrari 250 de 1962, que corrió competiciones. Y para deleite de cinéfilos, el Aston Martin gris que manejó James Bond en Goldfinger, dotado con dos ametralladoras, escudo antibalas retráctil y asiento eyectable por si había que salir pitando.
En Visionaries, además del vehículo favorito de Foster, están los proyectos utópicos, junto a obras del movimiento futurista, como la escultura Formas únicas de la continuidad en el espacio (1913), de Umberto Boccioni. Mientras que el magnífico Citroën DS de 1971 llevó a Roland Barthes a compararlo con una catedral gótica. A unos metros, una de las joyas de la exposición —que ha pagado el viaje de prensa―, los tres Firebird con sus alerones puntiagudos, que parecen caídos del espacio. Más terrenal es el Mercedes de color negro que el heptacampeón Lewis Hamilton pilotó en 2020.
Casi para terminar hay un espacio dedicado a Estados Unidos y sus viajes por carreteras de inmensos espacios abiertos, con un Cadillac de interior de aluminio bruñido, o un Ford Mustang. Comparten espacio con fotos de Dorothea Lange o pinturas de Ed Ruscha y Robert Indiana.
¿Y el futuro? “¿Los coches serán dormitorios móviles, serán vulnerables a ciberataques?”, se pregunta Foster. “Puede que nos movamos cada vez más deprisa, o que no nos movamos porque todo nos llegará a nuestras casas”, agregó. Imaginar lo que está por venir se resume en las propuestas de 15 escuelas internacionales de diseño y arquitectura de cuatro continentes, entre ellas, una coreana que plantea un coche construido con piezas como uno de Lego. Al final del paseo dan ganas de subirse a cada coche y sentirse importante. Para evitar esa tentación los organizadores han colocado los vehículos en bases a una distancia que impide tocarlos, que para eso son también obras de arte.
'Motion. Autos, art, architecture'
Museo Guggenheim Bilbao: del 8 de abril al 18 de septiembre.
Horario: De martes a domingo, de 11.00 a 19.00.
Precios: 16 euros, 8 para estudiantes y jubilados.
Babelia
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