Muere el escultor estadounidense Claes Oldenburg, pionero del ‘pop art’, a los 93 años
De origen sueco, residía en Nueva York y era conocido sobre todo por sus obras de gran tamaño que replicaban con ironía objetos cotidianos
El artista estadounidense Claes Oldenburg, pionero del pop art, ha fallecido este lunes a los 93 años en Nueva York como consecuencia de las complicaciones tras una caída, ha informado un portavoz de la galería neoyorquina Pace, que le representaba. Nacido en Estocolmo, el 28 de enero de 1929, era conocido sobre todo por sus instalaciones que replicaban objetos cotidianos a gran tamaño. Oldenburg, hijo de diplomático, vivió en Oslo con su familia hasta 1936, cuando se trasladaron a Chicago, donde su progenitor fue cónsul. Estudió arte y literatura en la Universidad de Yale y posteriormente fue alumno del Instituto de Arte de Chicago.
Oldenburg expuso por primera vez en una colectiva en 1953 en Chicago. Hasta que pudo empezar a vivir de su obra se ganaba la vida en el departamento de música de una librería y como ilustrador para una revista, informa el Museo Guggenheim Bilbao sobre este escultor, al que dedicó una retrospectiva en 2012 con unas 300 piezas. “El artista es una máquina, pero una máquina humana, hipersensible, su oficio es el equilibrio y lucha con su ambiente afirmando aquello que falta”, proclamó sobre su carrera.
Aunque sin llegar al extremo de la lata de sopa Campbell’s inmortalizada por su colega Andy Warhol, los objetos que insuflaron la obra de Oldenburg dieron una dimensión cotidiana a la escultura pop de la segunda mitad del siglo XX. Se dio a conocer en 1961, con la instalación The Store (La tienda), que pudo visitarse durante dos meses en un establecimiento de Manhattan. En ese local amontonó vestidos, camisas, zapatos, sillas, cuchillos, tartas, pero realizados con alambres, papeles de periódicos, escayola y pintura. Una propuesta que se convirtió en un lugar de moda para comisarios, coleccionistas y artistas. Poco después, en 1962, presentó una de sus piezas más célebres, Dos hamburguesas con queso, con todo, una escultura que representaba el epítome de la comida basura.
En 1964 fue seleccionado para la colectiva que representó a Estados Unidos en la Bienal de Venecia y al año siguiente empezó a crear sus primeras propuestas de monumentos urbanos de gran tamaño, siempre con ironía, humor y el colorismo del pop, en parques y jardines de ciudades. Oldenburg desplegó en esos lugares objetos a gran escala, como cucharas, peines, helados, sellos de goma, billetes... “Supongo que hay cierta ironía en mi trabajo, es además la forma en que yo miro al mundo. Soy serio, pero me doy cuenta de que el mundo es divertido y me sería difícil vivir sin ver ese lado de las cosas, sus contradicciones”, afirmaba sobre su manera de concebir el arte.
En 1966 presentó por fin su primera gran exposición individual en el Moderna Museet, de Estocolmo. A partir de ahí se convierte en un artista reconocido, del que en 1977 el Pompidou muestra otro registro, con una recopilación de sus bocetos, estudios y dibujos. Sobre esos trabajos, declaraba entonces: “El dibujo me ha servido como campo de batalla para el estilo”.
A mediados de los setenta empezó a colaborar con la historiadora del arte, escultora y crítica belga Coosje van Bruggen, su futura pareja, en proyectos a gran escala para espacios públicos. Como ejemplo, en Madrid instaló en 1986 en el Palacio de Cristal del Retiro una gran navaja de 12 metros de largo que también representaba un barco, una obra que había presentado previamente en Venecia. “Sólo me interesaba exponer esta embarcación, que es también una escultura, en un lugar interesante en sí mismo”, declaró entonces sobre la presencia de esta pieza en el parque madrileño.
Sin embargo, algunas de sus propuestas quedaron en proyecto, puede que por demasiado radicales: así sucedió con su intento de colocar en Washington un par de tijeras gigantes. El propio Oldenburg explicó en qué basaba la idea: los dedales para asir el útil estarían enterrados en profundos canales, y las dos hojas, expuestas, se abrirían y cerrarían en el transcurso del día. “Como las tijeras, EE UU está atornillado”, escribió en 1973, en el catálogo de una exposición en Chicago. “Son dos partes violentas destinadas en su arco a encontrarse como una sola”.
En 1995, el Guggenheim neoyorquino le brindó una gran retrospectiva, con unos 200 objetos, entre los que destacaba una pluma de bádminton de unos 15 metros de alto que se desplegaba por el hueco de la escalera en espiral que diseñó Frank Lloyd Wright. Otras significativas exposiciones llegaron en 2001, en el Museo Serralves de Oporto, y en 2006 en Turín. Al año siguiente, entre numerosos encargos y el reconocimiento internacional, la pareja de artistas recaló en la Fundación Miró, en Barcelona, con 200 obras. Sobre esa forma de trabajar, Van Bruggen decía que se trataba de “un diálogo que avanza como un partido de pimpón, adelante y atrás hacia la cristalización definitiva, primero en un esbozo, luego en un estudio, un modelo tridimensional o una configuración dinámica por ordenador, siguiendo un método que privilegia las sensaciones al análisis, a diferencia del planteamiento totalmente racional de la realización práctica”. En 2013, el MoMA le dedicó su gran exposición de verano.
Oldenburg es considerado como el creador de una obra pública sin parangón: mucho más allá de producir objetos para galerías y museos, y eventualmente para subastas y colecciones, el artista diseminó su creación en espacios de grandes ciudades, como una peculiar vegetación artística salida de las raíces del asfalto. Hoy pueden verse obras suyas, además de en Nueva York y Chicago, en Las Vegas, Kassel, Roterdam, París, Berlín, Milán, Barcelona... Una huella como artista con forma de gran cucurucho de helado, hamburguesas gigantes o un enorme teléfono, las conocidas como sus esculturas blandas, una visión con humor y color de lo más cotidiano y una reflexión sobre nuestra relación con esos objetos.
Babelia
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