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Los cuadernillos de vacaciones o cómo guardar los recuerdos estivales en un libro

Editoras y creadoras explican cómo han evolucionado con el tiempo estos materiales de repaso del curso escolar que han marcado los veranos de varias generaciones

Combo de portadas de cuadernos de Vacaciones Santillana, de 1984 y 2021.
Combo de portadas de cuadernos de Vacaciones Santillana, de 1984 y 2021.
Silvia Hernando

Hay recuerdos que van asociados a olores y a comidas y otros, por extraño que parezca, van de la mano de operaciones aritméticas y ejercicios gramaticales. Al otro lado del cliché que dicta que los niños aborrecen los libros de texto y se aburren leyendo y resolviendo problemas, varias generaciones de españoles coindicen en profesar su amor incondicional por los cuadernos de vacaciones. Es mentarlos y todo el mundo saca a relucir sus impagables recuerdos de la infancia. Los días de sol en la playa, las trastadas con los amigos del pueblo o incluso los ratos de descanso en la propia casa, indisolublemente asociados a aquellas páginas que repasaban, de una manera más amable, lo que se había ido aprendiendo a lo largo del curso. Editoriales como Santillana, Everest, SM, Bruño, Anaya… llevan décadas trabajando con este formato, que ofrece tanto títulos de repaso general como otros concentrados en materias concretas. Y su éxito no se quedó estancado en los años ochenta y noventa, aquellos años en los que estos libros se anunciaban por la tele con melodías pegajosas (que luego se recuperaron como nostálgico reclamo publicitario). Quizá por el efecto del legado de padres a hijos, a principios de este mes de julio, la mitad del top ten de los libros más vendidos de Amazon estaba copada por estos títulos, destinados a estudiantes de primaria y la ESO. Y, aunque parezca mentira, los niños los siguen usando en papel.

¿Cómo y cuándo surgieron los cuadernos de vacaciones? Lola Núñez, editora de Santillana, trabaja con ellos desde la década de noventa. “Pero los primeros salieron en los setenta, coincidiendo con una reforma educativa”, recuerda la editora, que en la actualidad sigue volcada tanto este formato como en los libros de texto convencionales. Esta es su explicación de por qué surgió este tipo de materiales: “A partir de esa época, las familias toman conciencia de la importancia de la educación de sus hijos y las mujeres adquieren un papel más protagonista; quieren implicarse más, y hay un mayor poder adquisitivo. Se da un contexto de deseo de mejorar la formación de los hijos, y las familias le conceden gran importancia a la lectura”.

Páginas del interior de un libro de vacaciones de SM de 1989.
Páginas del interior de un libro de vacaciones de SM de 1989.

¿Quiénes son los profesionales que están detrás de estos libros? Aquí, cada editorial parece tener su propio método. Lola Núñez explica que, en Santillana, ella coordina a un equipo de colaboradores que suelen durar años: “Unos son más versátiles y otros, especializados”. En total, abunda, participan en cada proyecto en torno a medio centenar de personas entre autores, diseñadores, editores, gestores de marketing, ilustradores…. En Everest, la profesora Carmen Calvo elaboró todos los contenidos de sus cuadernos de vacaciones desde 1985 hasta los primeros 2000. “Soy coautora: somos un equipo de tres, y siempre hemos sido las mismas”, matiza. “Estos proyectos educativos infantiles salían de nuestra experiencia en las aulas, donde constatábamos la felicidad que daba a los niños la realización de las actividades”. Como escritora de literatura infantil, Elvira Menéndez llegó a los libros vacacionales en los años noventa por encargo de la editorial SM, para escribir textos de lectura. “Me pilló en una etapa en la que tenía mucho trabajo, porque estaba haciendo los guiones del programa [de TVE] That’s English”, recuerda la polifacética Menéndez, que también fue actriz en programas como Cometa Blanca, Barrio Sésamo y La Bola de Cristal y escribe literatura para adultos (su último libro, una biografía de la actriz del siglo XVII La Calderona se llama Vida de una actriz, y en total tiene más de 200 títulos registrados en el ISBN). “Pero hacer cosas para niños es siempre refrescante. Y hace especial ilusión”.

Interiores de cuadernos de Vacaciones Santillana de 1983 y 2021.
Interiores de cuadernos de Vacaciones Santillana de 1983 y 2021.

¿Por qué tuvieron —y siguen teniendo— tanto éxito estos cuadernillos? Aquí hay quórum: porque siempre se puso por delante el aspecto lúdico. Que para algo estamos de vacaciones. “Partimos de la idea de que hay niños que necesitan repasar más mientras que otros necesitan materiales de juegos”, ilustra Núñez. “Y siempre buscamos la complicidad de los niños y fomentamos que puedan trabajar de forma autónoma”. Con el currículum escolar en la mano, los equipos de trabajo van desgranando los puntos básicos que todo alumno debe conocer. Y a partir de ahí se van construyendo las actividades. “El principal objetivo es que sean atractivos, agradables y fáciles: no introducimos nuevos aprendizajes. Son libros para recordar y pasar un rato feliz”, agrega Calvo, cuyos libros han sido traducidos a todas las lenguas oficiales del Estado. Con sus historias, eso es lo que siempre buscó Elvira Menéndez: “A veces me pedían que escribiera en torno a un tema, por ejemplo, los reptiles, y en otros me daban libertad”, cuenta. “Pero yo siempre intentaba que fueran historias divertidas”.

¿Cómo han cambiado estos libros a lo largo de las décadas? A pesar de lo que podría pensarse, no demasiado. Lo que más, el diseño gráfico, fundamental para atraer la atención de los niños. De hecho, mucho de lo que se empezó haciendo en los cuadernos de vacaciones ha saltado a los libros de texto convencionales. “Han evolucionado muchísimo, y la línea de vacaciones abrió una vía de la que han bebido muchos materiales didácticos”, certifica Núñez. En la era de internet, estos libros son unos supervivientes del papel, aunque también se ofrecen actividades vinculadas a lo digital como juegos, concursos, retos… “Estamos analizando cuáles los soportes idóneos para este tipo de materiales, pero todavía estamos en ello”, agrega la editora de Santillana, que presume de la “satisfacción” de verse reconocida por su trabajo. “Cuando me presento en público en algún curso u otro tipo de evento, me suelo encontrar con personas que me saludan y me dicen ‘¡Qué bien! ¡Cómo me gustaban esos cuadernos!”, cuenta. “La verdad es que la gente lo recuerda con mucho cariño”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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