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Corridas Generales de Bilbao
Crónica
Texto informativo con interpretación

Roca Rey, heroico, dramático, inmenso…

El torero peruano sufrió una muy aparatosa voltereta, conmocionó a la plaza, cortó tres orejas y se erigió como gran figura

Un momento de la tremenda voltereta que sufrió Roca Rey en el tercer toro de la tarde.
Un momento de la tremenda voltereta que sufrió Roca Rey en el tercer toro de la tarde.Fernando Domingo-Aldama
Antonio Lorca

La actuación de Roca Rey en Bilbao ha sido de impacto total, de absoluto atropello de la razón, de conmoción absoluta… Una actuación pletórica, dramática e inmensa del amo del toreo, que se jugó literalmente la vida en contra de todos los parámetros de la lógica; una actuación de máxima figura de la tauromaquia.

Es verdad que el toreo no es solo sentimiento artístico; también lo es el pundonor, el riesgo, la épica, la entrega…, y Roca Rey es hoy su máximo representante.

Lo vivido en Bilbao es indescriptible por su grandeza como ser humano y su categoría indiscutible -locura, a fin de cuentas- como torero.

En las postrimerías de su primera faena de muleta, cuando pretendía poner broche a una tanda de ceñidas manoletinas, intentó un muletazo cambiado por la espalda, el toro no obedeció y lo atropelló con saña, le levantó los pies del suelo, se lo pasó de pitón a pitón, lo buscó y pisoteó en la arena, y el torero salió ensangrentado, dolorido, con la mirada perdida…

Volvió a la cara de su oponente visiblemente mermado de facultades e insistió con manoletinas antes de cobrar una contundente estocada. Se le pidieron con fuerza las dos orejas, pero el presidente, que no tiene un criterio equilibrado tarde tras tarde, decidió conceder solo un trofeo. El toro, complicado; el torero, arrojado, y muy firme en unos estatuarios iniciales y dos buenas tandas de derechazos, antes de que el toro cambiara de comportamiento por el lado izquierdo y lo pusiera en dificultades hasta la voltereta final.

Roca Rey se retiró a la enfermería y allí permaneció hasta la muerte del quinto; el festejo se paralizó por unos interminables minutos en los que se barajó la posibilidad cierta de que el torero no saliera para lidiar al sexto. Pero no fue así. Al parecer, en contra del criterio de los médicos y de su propio entorno, apareció en el callejón, y la plaza, que aún permanecía conmocionada por el aparatoso percance, se desbordó de entusiasmo ante el gesto ‘irracional’ del torero.

Era evidente que no estaba en condiciones físicas idóneas para la lidia de un toro. Pero a ese sexto lo toreó muy centrado a la verónica, se lucieron Antonio Chacón y Paco Algaba en un trepidante tercio de banderillas, Roca Rey brindó al público y, a renglón de seguido, se echó de rodillas en los medios para recibir a su oponente que reposaba en las tablas. El toro acudió con celeridad, le enganchó la muleta, y el torero quedó desarmado y a merced de su oponente. Se levantó como pudo, entre evidentes gestos de dolor, corrió desesperado hacia un burladero y, cuando ya estaba cogido, el capote providencial de Algaba lo libró de una cogida segura.

Volvió al toro como si tal cosa, se lo pasó por la espalda, pero de pie, y aprovechó la exigente nobleza del animal para muletearlo con firmeza y ligazón en tres tandas con la mano derecha que contaron con el unánime beneplácito de los tendidos. Aún restaba otro instante dramático, cuando el toro lo zancadilleó y Roca volvió a besar la arena sin mayores consecuencias. Una estocada de la que salió atropellado le permitió pasear las dos orejas (esta vez, el presidente sacó los dos pañuelos a la vez) y dar una renqueante vuelta al ruedo entre la emoción de unos conmovidos espectadores que no daban crédito a lo vivido.

Roca Rey no fue, porque no lo es, un exquisito, pero mostró a los cuatro vientos su misterio, basado en un valor ilimitado y un desprecio irracional al riesgo. Hoy por hoy, el torero que conmociona a los tendidos.

La corrida de Victoriano del Río, mansa en los caballos, muy seria de estampa y comportamiento, noble el lote desaprovechado por Manzanares, y muy exigente y encastados todos.

El Juli demostró ante el descompuesto cuarto que no está donde está por casualidad. Puede gustar más o menos, pero es torero de raza, que sometió a un toro dificultoso en extremo con una labor de poder a poder, de dominio total. Mató mal y ahí se acabó la historia. Nada destacable pudo hacer en su primero, el más aburrido y cansino del festejo.

Y Manzanares pasó de puntillas por Bilbao. El mejor lote, el suyo; las dos faenas más superficiales y anodinas, las suyas. Faena de alguna pincelada suelta ante el muy noble primero, y muy superado por el encastado y dificultoso quinto.

A Roca Rey lo esperaba un nutrido grupo de chavales para acompañarlo en la salida a hombros, pero no fue posible. Volvió a la enfermería y ahora deberá decidir si cumple mañana, viernes, su segundo compromiso en la feria.

Mientras tanto, el toreo sigue conmocionado.

Del Río/El Juli, Manzanares, Roca

Toros de Victoriano del Río, bien presentados, serios, mansos, muy exigentes; nobles segundo y quinto.

Julián López El Juli: media estocada (ovación); dos pinchazos, un descabello _aviso_ y dos descabellos (ovación).

José María Manzanares: pinchazo _aviso_ y estocada (ovación); estocada _aviso_ (ovación).

Roca Rey: estocada (oreja); estocada (dos orejas). Fue cogido por su primer toro y atendido en la enfermería de múltiples contusiones en la frente, el pómulo derecho, la rodilla derecha, el pie y la muñeca izquierda, y al finalizar la corrida fue trasladado a un centro sanitario para un estudio radiológico.

Plaza de toros de Bilbao. 25 de agosto. Sexto festejo de la Semana Grande. Tres cuartos de entrada. 

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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