Muere el ilustrador Calpurnio, creador de Cuttlas, a los 63 años
El artista dibujó un vaquero minimalista que vivía en la actualidad, entre duelos a muerte y reflexiones filosóficas
Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón, más conocido como Calpurnio, ha fallecido hoy en Valencia a los 63 años. Durante décadas su nombre ha estado ligado a su creación más popular, Cuttlas, un vaquero con el que triunfó su línea minimalista, muy naif, que llegó a salir en las páginas de EL PAÍS entre 1995 y 2001. Nacido en Zaragoza, mañana justo se inaugura el salón del cómic de su ciudad natal con un cartel diseñado por él. Entre sus últimas obras está también la Ilíada editada por Blackie Books con sus ilustraciones. Un año terrible para el tebeo español con los fallecimientos, entre otros, de Miguel Gallardo, Carlos Pacheco y ahora Calpurnio.
El experto en cómic Álvaro Pons definía así a Cuttlas y al talento de Calpurnio en su blog La cárcel de papel: “Dibujar al vaquero con cuatro palotes es una cosa y, ¡ay!, dibujar las historietas de Cuttlas… eso, señoras y señores, eso es otro cantar. Porque aquí entramos en otra dimensión completamente diferente, la de la historieta. Y resulta que, en ese juego, Calpurnio es un genio que lleva décadas haciendo una obra maestra con los recursos más limitados del mundo: el espacio cerrado de una página y unos personajes esbozados de la forma más sintética posible, con unos palotes. Minimalismo puro y duro en el dibujo para lanzarse a la exploración del lenguaje de la narrativa gráfica con una imaginación desbordante y una ausencia de prejuicios total”. Con pocos elementos construyó todo un universo titulado El bueno de Cuttlas. El vaquero vivía en la actualidad y alternaba los duelos a muerte y las historietas de aventuras y acción con sus reflexiones acerca de la existencia, las relaciones humanas, la ciencia y el arte.
A mediados de los años ochenta, Calpurnio ya estaba dibujando a Cuttlas en fanzines zaragozanos, en concreto apareció en El japo, y saltó a las páginas de Heraldo de Aragón en 1988, donde además trabajó en el departamento de infografía, donde además tuvo acceso a ordenadores, con los que se convirtió en uno de los primeros ilustradores que usaron la informática. De 1995 hasta el 2001, Cuttlas pasó a EL PAÍS y de 2004 a 2015 el vaquero apareció en 20 minutos. Actualmente, ya residiendo en Valencia, sus cómics se publicaban en papel en la Revista Plaza y en su versión digital en valenciaplaza.com. Cuttlas también paseó por revistas como El Víbora o Makoki, y acabó en publicaciones internacionales como Morning (Japón) y Animal (Brasil).
El ilustrador era autor, además, de numerosos trabajos audiovisuales y en artes gráficas, que incluyen carteles, portadas de discos, cómics, exposiciones, y películas de animación. Porque Calpurnio fue un creador muy inquieto, abierto a todo tipo de experiencias artísticas. Tras dos cortometrajes con sus personajes, entre 1994 y 1997 dirigió una serie de 13 episodios de 25 minutos cada entregada para televisión llamada Cuttlas Microfilms. En 2008 Cuttlas, en forma de marioneta, se convirtió en protagonista de una obra de teatro.
No solo hubo Cuttlas en su vida. En 1997 comenzó su labor como videoartista con el seudónimo de ERRORvideo. Así, produjo piezas basadas en imágenes generalmente abstractas, con una clara influencia de su trabajo en la animación tradicional. Esos vídeos le llevaron a varios festivales de música electrónica, y a colaborar con músicos como Mad Professor, o el grupo de rock electrónico Neotokyo. Además de Ilíada, para la editorial Blackie Books ya había ilustrado anteriormente la Odisea y ahora encaraba dibujos para acompañar los textos del filósofo chino Lao Tsé. Entre sus otros libros están El hombre del Oeste, El pistolero molecular, El signo de los tiempos, Esto no es un cómic, Solo somos monigotes, El vaquero samurái y Mundo Plasma. “A mí me parece que lo que tengo que decir lo digo en los cómics”, dijo Calpurnio. “No soy un opinador personal”, comentaba en una entrevista. “Tengo una facilidad pasmosa para dibujar, pero no para expresarme”.
Babelia
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