Tres siglos de batallas reconstruidos con los botones perdidos por los soldados
La recuperación de 220 piezas permite recomponer los seculares enfrentamientos bélicos entre España, Portugal, Inglaterra y Francia en la provincia de Salamanca
Gallegos de Argañán es un pequeño municipio salmantino situado a 15 kilómetros de Ciudad Rodrigo y a 10 de la frontera portuguesa. Su estratégica ubicación junto a un camino real hizo que, entre los siglos XVII y XIX, su término fuera atravesado por numerosas unidades militares de las más variadas procedencias: tercios, batallones y regimientos españoles, caçadores portugueses, divisiones inglesas y cuerpos de ejército napoleónicos. Todos ellos formados por hombres que se agazapaban, arrastraban, descansaban, luchaban, morían... Como consecuencia de ello, perdían complementos de sus uniformes y de su impedimenta, que el arqueólogo Clemente González García, especializado en la investigación de campos de batalla, ha documentado y resumido en su informe Botones metálicos en los siglos XVIII y XIX en un itinerario militar fronterizo. Estudios Histórico y Tipológico, publicado por la Revista Numismática Hécate. Un rastro de miguitas de pan ―en tres años ha documentado 3.200 piezas de distinto tipo a lo largo de más de siete kilómetros de camino―, que permite reconstruir los lugares exactos donde se detenían a descansar los agotados soldados o donde se enfrentaron a muerte en combate.
Recuerda González García que el “el enorme tránsito de individuos y unidades militares recorriendo el camino dio lugar a numerosas pérdidas de objetos metálicos. Entre ellos, una gran variedad de botones cuya identificación y atribución cronológica es, todavía hoy, objeto de debate en muchos casos”; porque a veces es difícil distinguir si el elemento corresponde a un civil o a un soldado. Solo desde finales del XVII las tropas usaron botones metálicos y no fue hasta 1784 cuando se ordenó que en ellos luciera el nombre de la unidad.
La botonística es una rama de la numismática que estudia estos pequeños objetos y que ayuda a datar y reconstruir episodios históricos a partir de las piezas encontradas. De los 3.200 objetos recuperados, 1.100 corresponden a proyectiles esféricos empleados por las armas de avancarga (las que se cargan por el cañón), cerca de 700 monedas, casi un centenar de hebillas, además de medallas religiosas, dedales, adornos varios, restos de armamento y clavos de todo tipo y tamaño; unos elementos que demuestran “la intensa actividad humana desarrollada en este pequeño municipio de la Raya salmantina”. De entre todas las piezas detectadas, destacan 220 botones documentados, inventariados y depositados en el Museo de Salamanca.
El camino real probablemente tiene un origen vetón ―se han hallado diversos verracos de granito asociados a su recorrido―, pero también fue usado por los romanos, quizá bajo la denominación de calzada Colimbriana. Durante la Guerra de Restauración portuguesa (1640-1668), el fuerte militar Gallegos de Argañán ―construido como defensa avanzada de Ciudad Rodrigo― fue bombardeado en 1647 por los lusos. En la Guerra de Sucesión entre Austrias y Borbones (1704-1714) sufrió nuevos ataques de artillería por parte de los austracistas, que dominaron la zona durante casi año y medio. En 1736, en Aldea del Obispo, a solo 15 kilómetros de Gallegos, se construyó otra gran fortaleza, lo que requirió durante varias décadas el paso por el camino real de ingentes cantidades de materias primas, como cal, ladrillos, piedra, hierro, leña, herramientas, víveres, además de soldados y sus cabalgaduras.
En 1762, la monarquía española invadió Portugal ―con poco éxito y grandes pérdidas― en la denominada Guerra Fantástica. Por el camino transitaron los regimientos de caballería de Flandes, Milán, Granada y Borbón, junto con los de Dragones de Mérida y Sagunto, además de la división francesa del príncipe de Beauveau, de 8.000 hombres. En mayo de 1801, durante la denominada Guerra de las Naranjas, otro gran contingente francés cruzó la zona. En 1810, las tropas napoleónicas asediaron Ciudad Rodrigo, mientras la Light Division inglesa, desplegada en Gallegos de Argañán, cubría la retirada del ejército de Wellington. En 1811 se produjo la batalla de Fuentes de Oñoro, municipio lindante. En 1812, un nuevo asedio a Ciudad Rodrigo, esta vez por los ingleses, hizo que el general Wellington usase Gallegos como base logística y campamento de miles de hombres. Fue a mediados del siglo XX, al construirse la carretera N-620, cuando la localidad vio desaparecer el intenso tráfico de soldados y mercancías que había conocido durante siglos.
A diferencia de las monedas, los botones van cosidos o trabados, lo que reduce considerablemente su posibilidad de pérdida. Para que esto ocurra, la pieza debe sufrir una tracción intensa. Algo que se produce con frecuencia en los episodios de combate y pelea, pero también en los campamentos, al tumbarse los soldados para dormir o comer.
El 91% de los botones localizados fueron fabricados con aleaciones de cobre, pero también se han documentado de peltre (plomo y estaño), tombac (latón y zinc) y aluminio (un 3%). Predominan los tipos planos, una cuarta parte tiene forma convexa mientras que esféricos y semiesféricos son los menos abundantes. En su gran mayoría presentan forma circular, salvo unos pocos que son ochavados. No se ha encontrado ni un solo ejemplar del típico botón charro, probablemente por emplearse en el traje festivo y no en la ropa de trabajo.
De la infantería española del siglo XIX se han hallado varios. Algunos, reglamentarios entre 1875 y 1931, presentan la corona alfonsina, pero también se han descubierto otros con la corona mural característica de la I República. Dentro de este grupo, destacan piezas del cuerpo de Carabineros, encargado de perseguir el contrabando fronterizo; de la Armada, de los Cazadores de Barbastro, del Regimiento de Savoya [sic], o de las Milicias Provinciales de Ciudad Rodrigo.
También se han documentado ejemplares de los llamados vendée y patrióticos. Los primeros, relacionados con la guerra civil ocurrida en la provincia francesa de La Vendée entre monárquicos y republicanos en 1793, pudieron ser introducidos por las tropas napoleónicas y se localizaron junto a los proyectiles esféricos, lo que indica actividad bélica. Los patrióticos, sin embargo, muestran los bustos de Fernando VII e Isabel II, imitando a los que se fabricaban en Francia con el rostro de Napoleón.
A finales de octubre de 1808, desembarcaron en A Coruña 12.000 soldados ingleses que atravesaron Salamanca en dirección a la frontera de Portugal, acompañados, muchos de ellos, por mujeres. Se mantuvieron en la zona hasta 1813, y durante ese periodo levantaron campamentos, establecieron puntos de vigilancia, mantuvieron fuertes combates con los franceses e, incluso, convirtieron la ermita local en un teatro donde actuaban los oficiales británicos disfrazados de mujeres. La legislación de su país era muy estricta con la calidad del baño de oro de los botones, lo cual dio lugar a que muchos soldados emplearan los brillantes botones de sus uniformes como moneda de pago en las tabernas españolas.
Entre los ejemplares ingleses documentados en Gallegos destaca uno que muestra una estrella con ocho rayos con una cruz en el centro y rodeada de la leyenda “Honi soit qui mal y pense”, el lema de la Orden de la Jarretera inglesa, la máxima distinción británica. Perteneció a un oficial de los Coldstream Guards que participó en la batalla de Fuentes de Oñoro, en mayo de 1811. Se han localizado otros del 1º de Royal Dragoons, integrado en la 1ª Brigada de la Light Division, así como del 43º regimiento de infantería ligera. Una de las piezas, en la que se distinguen las tres plumas del Príncipe de Gales, lleva el lema alemán “Ich dien” (yo sirvo).
En cuanto a las tropas francesas, se han encontrado 17 piezas de infantería y caballería, de los regimientos de línea 15, 24, 26, 39, 76, 82 y 86. Una de ellas es muy singular, ya que corresponde al 3º Régiment de Flotille, creado en 1807, y cuyos integrantes asumieron tareas de apoyo a los pontoneros e ingenieros.
También se han hallado abundantes botones decorados con motivos florales y con un aspa o cruz, que hasta la fecha se venían considerando como de uso civil. Sin embargo, la gran cantidad de hallazgos y su vinculación con otros elementos militares apuntan de forma indudable a su relación con las tropas españolas de la primera mitad del siglo XVIII, los tercios.
El investigador llama la atención en su informe sobre el mal empleo de los detectores por parte de los expoliadores. “Baste la siguiente reflexión. Durante las 600 horas que hemos empleado en nuestro trabajo de campo se han recuperado unos 3.200 objetos. Esa misma cantidad de horas es equivalente a que un solo aficionado salga durante un año las tardes de sábados y domingos a prospectar con su detector. Si multiplicamos esto por los cientos o miles de aficionados que existen en España, comprobaremos que el daño causado, sobre todo en los campos de batalla españoles, es inmenso”. El saqueo de estas piezas arqueológicas ―proyectiles, hebillas, monedas, botones...― “impide complementar de manera objetiva el relato histórico tradicional que, hasta el momento, se ha basado de manera exclusiva en las fuentes documentales”.
Así, el expolio impide estudiar con precisión y rigor científico muchos episodios históricos y, especialmente, grandes batallas, cuyo testimonio casi siempre se fundamenta en la autoridad de sus autores y protagonistas. Quizá la historia la escribieron los vencedores, pero, sin duda, sus vestigios los están borrando los expoliadores.
Babelia
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