En las tripas de la Galería de las Colecciones Reales: así se restaura el olvidado altar de Semana Santa de Ventura Rodríguez
El futuro museo albergará un monumento proyectado por el considerado mejor arquitecto español del siglo XVIII y que ha permanecido medio siglo almacenado en el monasterio de la Encarnación de Madrid
¿A qué ángel pertenecen estos trozos de alas? ¿Y los dedos que hay en esa caja de qué figura serán? ¿Cuándo se añadieron estas pequeñas cabezas de ángeles al conjunto? Preguntas como estas, algunas sin respuesta, han surgido en las últimas semanas en la gran sala dedicada a labores de restauración en el subsuelo de la futura Galería de las Colecciones Reales, el nuevo museo con obras de Patrimonio Nacional que abrirá en Madrid en el segundo semestre de este año. Unas cuestiones que se dirigen a un gran monumento de madera de tonos verdes y rojizos, de unos nueve metros de alto por seis de ancho y unos 1.500 kilogramos de peso. Se trata de una obra efímera, que solo tenía uso durante la Semana Santa, en concreto se montaba para el Jueves Santo. Después, volvía a despiezarse y se guardaba hasta el año siguiente en el Real Monasterio de la Encarnación, que se encuentra a unos metros del Palacio Real. El monumento llevaba ahora más de medio siglo sin uso ni destino, hasta que unos meses atrás las propias monjas del monasterio se dirigieron a los responsables de Colecciones Reales: “¿Por qué no se llevan para allá esto que lleva aquí tanto tiempo?”.
Para entender este puzle al completo, hay que volver la vista al siglo XVIII, cuando se decoró espléndidamente la iglesia del monasterio, fundado por Felipe III. En el proceso de investigación de este olvidado gran altar eucarístico, el historiador de Patrimonio Nacional José Luis Sancho Gaspar ha identificado el dibujo del proyecto original para este monumento, firmado pero no fechado: “Lo diseñó el arquitecto Ventura Rodríguez, que se había encargado de toda la decoración de la iglesia a partir de 1755. Respecto al proyecto, se introdujeron pocas variaciones en la realización original, pero sí hubo otras en los dos siglos siguientes”, afirmaba el 15 de diciembre, mientras inspecciona las piezas en restauración, desmontadas del conjunto y numeradas, como si se tratasen de un gigantesco juego de Lego.
El que Ventura Rodríguez (1717-1785) sea el autor es un sorprendente hallazgo. “Se trata del mejor arquitecto español del siglo XVIII, que trabajó como segundo de Juan Bautista Sacchetti en la ejecución del Palacio Real”. Cuando Rodríguez diseñó el monumento ahora rescatado, “se encontraba profesionalmente en un momento estupendo; hasta que llegó a Madrid el rey Carlos III [su reinado comienza en 1759] y les echa a él y a su jefe, Sacchetti, poniendo a Sabatini en su lugar”, añade. “Rodríguez trabajará entonces por toda España, incluida la capital, pero ya no hace nada por encargo del rey”.
“Este monumento es de una calidad excelente y se ha conservado prácticamente completo”, señala por teléfono la conservadora del monasterio, Leticia Sánchez, de una obra que probablemente se realizó “entre 1765 a 1775 por las manos de estuquistas, talladores… todos pertenecientes a los Talleres Reales”.
Esta obra cobraba vida solo el Jueves Santo, el día de la celebración de la Cena del Señor, cuando el oficiante se encargaba de la liturgia del sacramento de la eucaristía. “El sacerdote subía por una escalera y colocaba el santo sacramento en el arca del monumento”, apunta Sancho. “Es raro que se conserven monumentos escenográficos de este tipo y más anómalo aún que fuese obra de un arquitecto tan importante”. Las obras de este tipo tuvieron su esplendor en el Barroco. En el caso de la iglesia de la Encarnación, se usó durante dos siglos, hasta finales de los años sesenta del siglo XX, cuando debido a la reforma aprobada por el Concilio Vaticano II (1962-1965) “estos monumentos cayeron en desuso”, añade el historiador.
También se ha averiguado que al proyecto original de Ventura Rodríguez se le “fueron añadiendo piezas, como las pequeñas cabezas de ángeles”, sujetas con unos toscos clavos y que no parecen casar mucho con el resto de la obra por dónde están colocadas. Las investigaciones apuntan a que probablemente procedían de otros montajes y que se decidió reutilizarlas en el de la Encarnación. ¿Se agregaron durante la ejecución del proyecto de Rodríguez? ¿Lo hicieron las monjas por su cuenta en algún momento? “Era algo habitual, se trata de monumentos que nunca se montaban igual, algo así como lo que sucede con los belenes y sus figuras”, subraya la conservadora del monasterio.
Durante el último medio siglo ha estado almacenado en el monasterio. “Quedó adecuadamente instalado en un sótano, sin humedad, pero lo que no se usa, se degrada”, apunta Sánchez, que destaca la calidad artística de las figuras de las dos sibilas (mujeres sabias): “Su plateado es una maravilla”, así como los ángeles de la parte superior. Se sabe más o menos cómo se montaba el conjunto por el dibujo del diseño original y por una fotografía de 1964 conservada por las religiosas, aunque la imagen es en blanco y negro y de escasa calidad. “El monumento se disponía en cuatro gradas, flanqueadas por las dos sibilas y dos ángeles mancebos. Sobre las gradas, la urna destinada a albergar el santísimo sacramento, rodeada esta de más ángeles y de un resplandor de madera dorada, y todo esto coronado por una gran cruz que sostenían otros dos ángeles”, explica Sánchez. Las esculturas son de madera maciza pintadas de color plateado.
“El estado de conservación, en lo que se refiere a la estructura, era malo debido a las manipulaciones al montarlo y desmontarlo cada año”, apunta el ebanista Miguel Ángel Ortega, que remarca las calidades de los materiales, así como la policromía. “El ataque por xilófagos ha obligado a una desinfección del conjunto en una cámara especial, y el que la obra estuviera en su enclave original probablemente encajada en una zona con escaleras había provocado que no tuviera estabilidad. Así que hemos tenido que hacer una labor de consolidación, un trabajo de casi medio año. Hay que tener en cuenta que para moverlo se ha llegado a necesitar a 14 personas”.
Las restauradoras Marta Fernández de los Ríos y Beatriz Burreros han desarrollado por su parte “más una tarea de conservación que una restauración integral”, dice la primera. “Hemos procedido a la limpieza de las figuras y al encolado de todo lo que estaba agrietado o suelto, como dedos, trozos de alas de los ángeles o piernas, que venían en cajas, casi como si fuera un puzle. También se ha fijado la policromía”, agrega. Por suerte, el plateado de las figuras “venía con un barniz amarillo que ha evitado que el paso de los años le diera el característico color negro de la plata oxidada”.
Cuando todas las piezas estén sanadas y colocadas en su lugar, llegará el momento de trasladar el monumento a la zona de la Galería de las Colecciones Reales dedicada al arte promovido por los Borbones. Su sitio será bajo un gran tragaluz del edificio diseñado por los arquitectos Tuñón y Mansilla. Para Leticia Sánchez, “supondrá una manera de recuperar la memoria de algo que sucedía en aquella época”.
Babelia
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