Heroicos, vistosos, magullados…
Muy digna actuación de la terna ante una muy bien presentada y dificultosa corrida de Fuente Ymbro
El mexicano Leo Valadez soñó en algún momento con abrir la Puerta Grande, pero la sosería final del sexto toro devolvió el cerrojo a su sitio; dejó, no obstante, un buen sabor de boca, dibujó vistosos quites y mostró una encomiable decisión.
Adrián de Torres se llevó al hotel el cuerpo magullado -un traumatismo en el tobillo derecho y la rodilla izquierda, según el parte médico-, a causa de dos tremendas volteretas, pero también el orgullo y la satisfacción de recibir el reconocimiento de la plaza en una corrida en la que entró en sustitución de El Fandi, convaleciente de una intervención de hernia discal, y en la que ha justificado plenamente su inclusión tras la oreja que cortó el pasado Domingo de Ramos.
Y Juan Leal, con el lote menos propicio, hizo acopio de valentía para superar las escasas posibilidades que le ofrecieron sus toros.
Ya en los lances de recibo al primero de la tarde, el toro se coló un par de veces por el pitón derecho en el capote de De Torres. Avisado quedaba. Instantes después, el animal se salía con la suya. Lo citó el torero en un quite por ceñidas chicuelinas y por ese lado lo empaló por el vientre, lo volteó por los aires, y lo que parecía una cornada cierta, se quedó en un golpetazo que solo aguantan los que se visten de luces. Se sacudió el polvo de la taleguilla y siguió en la brecha como si tal cosa.
Al momento, Curro Javier dibujó un par de templados capotazos que olieron a torería pura. Y su jefe de filas tomó la muleta, atornilló las zapatillas en el tercio y citó por estatuarios. Dos tandas seguidas con la mano derecha, y el toro vuelve a avisarlo, pero el tal Adrián, haciendo gala de una apabullante seguridad, mantuvo el tipo a pesar del peligro que se cernía sobre su cuerpo serrano. Por el lado izquierdo, el animal salía con la cara alta de cada encuentro y deslucía cada muletazo. Fue entonces, cuando el torero volvió a mostrar el engaño con la mano derecha, y el toro vio el cielo abierto: lo arrolló sin contemplaciones y le sacudió una paliza de padre y muy señor mío; pero ahí siguió Adrián de Torres, y firmó una actuación épica, heroica y desbordante de vergüenza. No pudo repetir la hazaña ante el cuarto, de embestida descompuesta y muy deslucido.
La verdad es que toda la corrida, con cuajo y astifina, tuvo una virtud y un problema común. Todos embistieron con prontitud a los caballos y empujaron con mayor o menor brío, y entre todos destacó el quinto, al que picó Tito Sandoval. Y el defecto fue que todos embestían con la cara alta al final de cada muletazo, lo que dificultaba sobremanera el lucimiento de los espadas.
A pesar de ello, Leo Valadez paseó la oreja del segundo de la tarde, al que recibió por delantales, brindó al público e inició su labor de muleta con elegantes y largos muletazos por bajo. Bien plantado, fue capaz de superar el corto viaje de su oponente y esa cara por las nubes, y mantuvo la atención de los tendidos con una actitud muy comprometida, con derechazos estimables y adornos muy vistosos antes de unas manoletinas finales, algunas de ellas de rodillas, que fueron la guinda a una actitud valerosa y medida. Tampoco se libró de una voltereta sin consecuencias a la hora de matar.
Como buen torero mexicano, Valadez es variado y atractivo con el capote. En su primero ya se lució en un quite por zapopinas, y lo repitió ante el sexto, en un quite espléndido, que le salió redondo y puso la plaza en pie. Ahí es donde Valadez pudo soñar con salir a hombros, pero el toro se desfondó, se apagó como una vela, y los intentos del matador fueron baldíos.
Y Juan Leal solo tuvo opciones para mostrar su valor. De muy corto viaje y deslucidos fueron sus dos toros, lo que no impidió que lo intentara con sus mejores armas. Brindó los dos al público, y a ambos los recibió de rodillas en la faena de muleta. Menos embarullado que en otras ocasiones, intentó sin conseguirlo trazar atisbos del toreo fundamental. Como vio que ese camino estaba vedado, volvió a las andadas de los circulares y manoletinas. Al matar al quinto sufrió una aparatosa voltereta de la que, milagrosamente, salió ileso.
En fin, que la corrida de Fuente Ymbro no fue fácil; no solo lucían astifinas defensas, sino que su comportamiento no fue el más adecuado para alcanzar el triunfo. La terna, sin embargo, no perdió los papeles y se comportó con la dignidad exigida a un matador de toros. Y junto a los matadores, tres toreros de plata de categoría: Curro Javier y Rafael González, con capote y banderillas, y Marc Leal, en el segundo tercio.
Fuente Ymbro/ De Torres, Leal, Valadez
Toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados y astifinos, cumplidores en varas, sosos y dificultosos en el tercio final.
Adrián de Torres: _aviso_ estocada baja (fuerte petición y vuelta al ruedo); pinchazo _aviso_ y estocada (silencio).
Juan Leal: casi entera baja y atravesada y un descabello (silencio); _aviso_ media tendida (palmas).
Leo Valadez: estocada trasera (oreja); estocada (ovación).
Plaza de Las Ventas. 21 de mayo. Undécimo festejo de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (18.067 espectadores, según la empresa).
Babelia
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