Las escritoras latinoamericanas reafirman su espacio con historias sórdidas, feroces e impúdicas
Una nueva generación de autoras alcanza mercados internacionales con un relato crudo que no siempre se basa en historias de mujeres
Hay quien lo llama el boom de latinoamericanas, una especie de espejo o revancha décadas después del boom protagonizado por hombres como García Márquez, Vargas Llosa y otros autores de la ...
Hay quien lo llama el boom de latinoamericanas, una especie de espejo o revancha décadas después del boom protagonizado por hombres como García Márquez, Vargas Llosa y otros autores de la agencia de Carmen Balcells. La mayoría de sus integrantes rechaza llamarlo boom, sin embargo, precisamente para no seguir caminos ya trazados y de imitación. Pero, más allá de etiquetas, la eclosión de autoras latinoamericanas que ahora son buscadas y bien recibidas en todo el mundo marca ya a nuevas generaciones de mujeres que no solo están unidas por la lengua (el español) y el origen (América Latina), sino por temáticas que han roto los clichés que las limitaban.
El festival Centroamérica Cuenta, nacido hace 10 años en Nicaragua de la mano de Sergio Ramírez y que celebra esta edición de exilio en Santo Domingo (República Dominicana), ha alimentado debates sobre la eclosión de las autoras. Tres de ellas son estos días finalistas del premio de la Bienal Vargas Llosa, que generó protestas en el pasado por su mayoría de hombres. La colombiana Piedad Bonnett y las mexicanas Cristina Rivera Garza y Brenda Navarro son aspirantes después de cuatro ediciones en las que nunca se galardonó a una mujer. La mexicana Guadalupe Nettel es finalista a su vez del premio Booker, que se falla este martes.
Y estas son solo algunas de las que componen este boom, contraboom o dream team que ha dado el salto a los mercados internacionales y en el que conviven con Mariana Enriquez, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor, Dolores Reyes, Lina Meruane, Valeria Luiselli y muchas voces más.
Veamos qué opinan las veteranas: “La palabra boom no me gusta demasiado porque tiene que ver con lo mercantil. En los tiempos del boom tradicional existían mujeres como Elena Garro o Poniatowska que estaban ahí pero no se las veía”, cuenta la argentina Claudia Piñeiro en Santo Domingo. “Hoy, el movimiento feminista ha dado visibilidad a autoras que están escribiendo cosas muy potentes en América Latina. Se ha juntado la cuestión de ser mujeres con la cuestión de vivir en los márgenes de la sociedad y, como dice Deleuze, desde los márgenes se escribe como un perro cavando una fosa. Las mujeres latinoamericanas estamos escribiendo con esa potencia de un animal que tiene que cavar una fosa para salir de un lugar y que te vean”.
La chilena Lina Meruane también huye de la palabra boom por su connotación mercantil y prefiere hablar de “emergencia de un grupo numeroso de escritoras que, en todos los géneros y con muy diversas estrategias literarias, están remeciendo el campo literario actual”. Ella empezó a ser traducida en 2012 (Sangre en el ojo), pero ha sido en los últimos cinco años cuando ha sentido un interés “volcado en las historias duras, feroces e impúdicas” que las mujeres están contando, contesta por correo.
Esa temática es precisamente la que arroja mayores novedades. Y riesgos. Lo sórdido en el universo de Fernanda Melchor o Dolores Reyes; el desgarro del cuerpo y la dificultad para elegir en autoras como la propia Meruane, Sylvia Aguilar o Dahlia de la Cerda; el cuestionamiento de la maternidad que ha abordado Guadalupe Nettel o antes Schweblin. O la violencia que recorre a muchas de ellas. Todo ello ha colocado esta oferta desde los márgenes en un territorio que, según analiza Gioconda Belli, tiene sus riesgos. La veterana nicaragüense describe el momento en que empezó lo que llama el boomcito (Laura Esquivel, Marcela Serrano, Ángeles Mastretta o ella misma). “Aunque éramos leídas, recibimos el menosprecio de los hombres que nos consideraban literatura light. Ahora es interesante ver cómo estas mujeres jóvenes no tienen nada light. Están haciendo literatura de lo sórdido, del miedo, de aspectos que no tienen nada que ver con la experiencia femenina y eso les ha permitido romper el prejuicio con el que nos topamos nosotras”, cuenta Belli. “Nosotras sí queríamos hablar de esa mirada femenina que no se había tocado porque la imagen de la mujer había sido construida por la literatura masculina”. El riesgo, asegura la autora nicaragüense, es que “esa necesidad de romper las saque de su propia realidad, que cubran algo más lejano de lo que ellas mismas están viviendo”. Ella aplaude especialmente voces como Mónica Ojeda, Fernanda Trías, Pilar Quintana, Margarita Robayo, Fernanda Melchor, María Fernanda Ampuero o Guadalupe Nettel.
Claudia Neira, directora de Centroamérica Cuenta, observa que esta emergencia o boom acompaña un movimiento que está teniendo lugar en múltiples disciplinas, “desde la ciencia a la medicina y otros rubros donde las mujeres antes no eran visibles”. “Viene de la mano de la cotidianidad de la mujer que finalmente está siendo contada y de una superación de roles. Ya no somos las hijas de o mujeres de sino las protagonistas de la historia, las que estamos haciendo las cosas y eso se traslada a la literatura”.
Nettel aguarda el veredicto del Booker, el premio al que aspira con su novela La hija única, y analiza el nuevo fenómeno que salta las fronteras de América: “Esto no es una moda, sino un cambio en la forma de ver la literatura. Por fin la crítica entiende que una mujer que escribe y es talentosa no es una excepción, como antes se pensaba”, asegura desde Londres. “Y está pasando en un momento en el que los roles de género y sus estereotipos también se están poniendo en cuestión. Hay una rebeldía contra los géneros y contra muchas etiquetas en las que ya no creemos. La sociedad está cambiando en ese sentido y es normal que la literatura lo haga también”. Tampoco Nettel quiere llamarlo boom.
Laura Niembro, directora de Contenidos de la Feria del Libro de Guadalajara, sí habla de boom: “Por supuesto es un boom y es justo que las autoras, excluidas del boom original, estén tomando la revancha. Están mostrando la fuerza de la visión que debe conocerse desde América Latina y es justo que desde Europa se conozca el retrato de una realidad muy cruda, incómoda, ya muy lejos del realismo mágico”. Niembro cita a gente como Melchor, Navarro o Ampuero. “Son ellas las que tienen ahora la batuta sobre qué es Latinoamérica, qué significa, cómo estamos viviendo”. Si tuviera que leer 10 libros en lo que le restara de vida, dice, elegiría a diez autoras latinoamericanas jóvenes. “Es una generación fortísima”. Además de las ya citadas en este reportaje, Niembro añade a Paulina Flores, Gabriela Cabezón Cámara, Nona Fernández, Fernanda Trías o Clyo Mendoza.
Piedad Bonnett también apoya la idea: “Por supuesto que hay un boom de mujeres latinoamericanas”, asegura la finalista del premio de la Bienal de Vargas Llosa. Ahora bien, se pregunta: “¿Qué tanto nos leen los hombres? Me temo que, como en otros momentos, nuestras principales lectoras son mujeres”.
La Casa de América celebra un ciclo sobre estas nuevas autoras llamado Big Bang. Páginas de Espuma publica con la UNAM la colección Vindictas, en la misma línea. La editorial Tránsito solo publica mujeres, al igual que el festival Letraheridas se centra en las mujeres.
Cristina Rivera Garza cree que las autoras latinoamericanas “siempre han estado ahí, desde una larga tradición en el pasado que se proyectará en el futuro. Esto no es pasajero o inesperado”. La mexicana defiende una mayor circulación horizontal a partir de preocupaciones globales. Lydia Cacho, perseguida en México por sus investigaciones sobre la situación de las mujeres, defiende a “aquellas que se han salido de los cánones”. “Me interesa más la escritura que se atreve a ser incorrecta, la que reivindica sin abrevar de lo que supuestamente ocupa a las mujeres feministas. El valor radica en la calidad de la escritura, en la complejidad del pensamiento, en descubrir aquello que estaba oculto en el canon patriarcal”, asegura Cacho, exiliada hoy en España.
Una novedad respecto al pasado, cuenta Brenda Navarro, es el papel de la traducción al inglés. “Antes, para los escritores latinoamericanos, era importante publicar en España. Ahora es importante estar traducidas al inglés para entrar en los mercados europeos”. Esta mexicana afincada en España también concede un gran papel a las lectoras que están exigiendo otros libros.
Sea boom o emergencia, no hay parricidio por parte de estas autoras hacia los hombres que constituyeron el anterior boom, dice Meruane. No hay críticas más allá del machismo que acompañó ese movimiento que —sigue Meruane— dejó fuera a las citadas Garro o Poniatowska (México), a Bombal y Brunet (Chile), Silvina Ocampo (Argentina), Armonía Somers y Cristina Peri Rossi (Uruguay) o Marvel Moreno (Colombia). “Nuestras antecesoras intentaron agrietar el canon y lo consiguieron”, afirma Brenda Navarro. “Por eso hoy es más fácil para algunas de nosotras”.