Para leer con calor: el Afrika Korps vuelve a combatir con sus ‘panzers’ en un desierto de viñetas
Un espléndido álbum de cómic del belga Olivier Speltens, que ya dibujó la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este en ‘El ejército de la sombra’, resucita la gran aventura de las tropas de Rommel
El espléndido álbum de cómic Afrikakorps (Norma Editorial, 2023), del autor belga Olivier Speltens, de cuyas vívidas páginas parece brotar envuelta en el ruido de disparos la arena empujada por el khamsin, el ardiente viento de las dunas, me ha recordado la querencia absurda e injustificable que tengo por ese contingente militar alemán enviado al Norte de África en la Segunda Guerra Mundial y cuya cabeza visible fue el famoso Erwin Rommel, el zorro del desierto. De joven me atraían con pasión digna de mejor causa las historias de la unidad, caracterizada por el pantalón corto, las gafas para el polvo, la movilidad hiperactiva de sus panzers y la obsesión con Tobruk. De hecho, he de confesar que mi libido de adolescente se mezcló de manera inextricable con el Afrika Korps (es más habitual entre nosotros escribirlo así) de una manera extraña. Y me temo que algunos flecos psicológicos de aquello siguen enturbiando mi subconsciente, porque es ver un oficial de tanques de Rommel como el teniente Von Richter, el protagonista de las viñetas de Speltens, con los shorts tropicales y la gorra clásica feldmütze, y me entra un raro entusiasmo. Afortunadamente hoy no te encuentras muchos por la calle, aunque una vez me topé con uno, un antiguo oficial de un batallón de reconocimiento del Afrika Korps (Panzer-Aufklärungs-Abteilung), Herr Gottstein, visitando el contundente cementerio militar alemán de El Alamein, pero estaba muy viejecito el hombre. En ese viaje al campo de batalla, cerca de Alejandría, incluso me vestí yo mismo de miembro del Afrika Korps al dejarme un uniforme unos italianos que estaban haciendo unas jornadas de reconstrucción histórica: en el museo me hicieron pagar igual.
En fin, lo de la libido. Resulta que justo cuando descubría de jovencito la historia del Deutsches Afrikakorps (DAK) con un libro de la famosa colección militar de la editorial San Martín (Afrika Korps, del comandante K. J. Macksey, 1971, con introducción de Sir Basil Liddell Hart), un amigo, Elías García Camps, algo mayor que yo, que contaba 14 años, se dedicó a hacerme confidencias sobre su vida erótica, que debía ser muy de estar por casa pero a mí me pareció digna del marqués de Sade (si hubiera sabido entonces quién era el marqués de Sade).
Un fin de semana en el apartamento de veraneo de su familia en Vilassar y cuando a la sazón yo estaba en el capítulo de mi libro titulado Contragolpe hacia Gazala y con la cabeza llena de tanques, semiorugas, defensas en profundidad y los letales cañones de 88 mm (y por encima Stukas, Marseille y las Cigüeñas), Elías, que debía pensar que era mejor que me corrompiera él que Rommel (y no iba descaminado), me contó una de sus tórridas historias. Poco antes había salido con una chica de abundantes formas (destacó este extremo) a la que ya había besado (como se apresuró también a puntualizar), y cuando circulaban en moto por un solitario camino de tierra habían derrapado y se habían caído. Al tratar de ayudarla, Elías observó estupefacto que debajo de la camisa de ella brotaban bolas y bolas de algodón de farmacia que se había puesto dentro del sujetador para conseguir volumen. A mi amigo aquello le pareció muy gracioso, pero para mí supuso un atisbo perturbador e inesperado del mundo íntimo del otro sexo y me provocó un torbellino de emociones digno de descubrirte en medio de un campo de minas en Marsa Matruh: o sea la vida, sus aventuras y peligros.
Azorado y sin nada que aportar, me abismé en mi libro y sus estampas de guerra en el desierto. Y desde entonces tengo esa rara sensibilidad hacia el Afrika Korps, sobre todo a las recurrentes imágenes de motos en la arena (el DAK las usaba extensivamente), como la tan icónica de dos soldados derrapando en una BMW R75 con sidecar, o la de la película El baile de los malditos (The young lions, 1958) en que atraviesan el campo de batalla incendiado el teniente Diestl (Marlon Brando) y el capitán Hardenberg (Maximilian Schell) del Afrika Korps, subidos en la misma motocicleta.
Después del libro de la editorial San Martín leí la bibliografía básica de la unidad, los clásicos Rommel, de Desmond Young; El mariscal Rommel, de Lutz Koch (que fue corresponsal de guerra con el Afrika Korps), o Con Rommel en el desierto, de Heinz Werner Schmidt (ayuda de campo del mariscal y curiosamente nacido en Sudáfrica). Con el tiempo vi pelis que me acercaron a los británicos, al Octavo ejército y las Ratas del desierto, por ejemplo Tobruk, con Rock Hudson y George Peppard, y sobre todo Amarga victoria, de Nicholas Ray. El libro del tanquista poeta inglés Keith Douglas, De El Alamein a Zam Zam; el Montgomery y la Trilogía africana de Alan Moorehead... Y biografías que no dejaban tan bien a Rommel, como la de Ralf Georg Reuth (Rommel, fin de una leyenda, 2004), que lo muestra como un personaje ambiguo (aunque finalmente Hitler lo obligara a cometer suicidio) y ambicioso. Acabé entendiendo que el Afrika Korps no dejaba de ser un ejército del Tercer Reich nazi; que había plantado la palmera sobre la esvástica, vamos, y que, de haber conquistado Egipto y luego Palestina (con lo que habría supuesto para los judíos), Rommel podría haber seguido hasta el Cáucaso y las cosas quizá habrían sido distintas en Rusia, aparte de que Zahi Hawass hablaría hoy alemán y la máscara de Tutankamón le haría compañía a Nefertiti en Berlín. Por suerte nunca tuvo Rommel los medios necesarios.
He leído algunas cosas perturbadoras sobre el comportamiento de miembros del Afrika Korps en relación con los judíos del Norte de África (por no hablar de lo que le hacen en los dedos a Willem Dafoe en El paciente inglés). Y aunque en ese frente se acuñó la expresión “guerra sin odio”, “Krieg ohne hass”, título de las memorias de Rommel, en alusión al pretendido carácter caballeresco del trato a vencidos y prisioneros, y es cierto que nunca se acusó al Afrika Korps de crímenes de guerra, los combates en sí fueron tan espantosos como en cualquier otro lugar: abrasarte en un tanque da lo mismo en El Alamein que en Kursk, y las viñetas de Afrikakorps lo muestran de manera espeluznante.
“No hay guerra limpia”, recalca el propio Speltens al hablar de su nuevo álbum, “aunque es verdad que en África los adversarios se respetaban, y, hasta donde se me alcanza, no hubo abusos cometidos por el Afrika Korps ni por los británicos. Un prisionero de guerra tenía el derecho de evadirse, y si era capturado, no lo ejecutaban. Además, los prisioneros eran relativamente bien tratados en los dos bandos. ¿Era cosa de Rommel?, ¿o dependía de que los alemanes consideraban a los británicos como sus primos? En todo caso, después de la contienda Rommel no fue acusado de crímenes de guerra”. Es verdad que ya estaba muerto, pero sus enemigos, sobre todo los militares de Gran Bretaña, siempre le profesaron una curiosa admiración casi deportiva. El general Auchinleck llegó a ordenar que se dejara de alabarlo tanto y añadió “y que conste que no estoy celoso”.
Afrikakorps, el álbum de Speltens, sigue la historia del contingente desde su llegada a Libia a principios de 1941 a través del ficticio Von Richter, y recoge, con un dibujo muy realista y un gran trabajo de documentación, episodios históricos como la captura de Tobruk, la batalla de Bir Hakeim o la derrota de Rommel en El Alamein. También cosas como las dificultades de mantenimiento de los panzers en el desierto, por culpa de la arena; los peligrosos viajes de reconocimiento del propio Rommel en su avioneta Fiesler Storch Cigüeña, a la cabeza de sus tropas mecanizadas, o la ocasión en que un vehículo alemán —aquí un Kubelwagen— circuló sin darse cuenta en medio de una columna enemiga durante una tormenta de arena. Speltens dibuja la guerra en el desierto con toda su espectacularidad e intensidad (alguna escena recuerda el combate de tanques de Fury-Corazones de acero) y toda su crudeza infernal. En unas viñetas antológicas, los carros del Afrika Korps se encuentran en medio del desierto con un fortín abandonado igualito que Zinderneuf, el de Beau Geste.
¿Tiene un interés especial por el Afrika Korps, no sé, como el mío? “No es solo el Afrika Korps sino la Segunda Guerra Mundial en general. Intento siempre encontrar temas que no hayan sido muy explotados en cómic. Y trabajar desde el lado alemán, como hice antes en El ejército de la sombra, me pareció una buena idea para hacer descubrir otro punto de vista a los lectores”. De Von Richter dice que no se ha basado en un personaje real, aunque su poca sintonía con los nazis (no le gusta nada como manipulan a su hijo en las Juventudes Hitlerianas) y el que lo hieran y condecoren recuerda un poco a Stauffenberg. “Todos mis personajes son inventados, pero las situaciones con las que se confrontan son reales. Hago un gran trabajo de investigación para que el cómic sea lo más creíble posible”.
En cuanto a lo de relatar desde dentro la historia del Afrika Korps (o de la campaña de Rusia a partir de 1943 en el álbum precedente) dice que ha leído muchas memorias de soldados alemanes y que lo que le ha sorprendido es que si cambias los nombres de las ciudades en los mapas y los apellidos de los soldados “no hay ninguna diferencia entre el testimonio de un soldado alemán, americano, británico o ruso… No tenían más que una misma idea en la cabeza: que la guerra acabara pronto y volver a casa. Desgraciadamente, sabemos lo que hicieron los soldados de las SS (y en menor medida de la Wehrmacht) en el frente del Este, y por eso he escogido cuidadosamente mis personajes. Tendría verdadera dificultad de contar la historia de un nazi convencido porque no sentiría ninguna empatía con él”. Speltens muestra el miedo antes de la batalla y el progresivo desencanto de los combatientes alemanes con su lucha.
Destaca en Afrikakorps la extraordinaria reproducción de tanques, aviones y todo el equipo militar en general. De los Panzer III y IV y los tractores de artillería Sdkfz 8 a los M13/ 40 italianos de la Ariete pasando por los Matildas, Grants y Crusaders británicos. “Como decía, hago una investigación muy seria antes de embarcarme en un proyecto así. Y me gusta mucho dibujar los vehículos, ¡aunque no es siempre fácil! Afortunadamente hoy encuentras mucha documentación. Lo más difícil para mí es dibujar el mecanismo de locomoción de un carro de combate, sobre todo las cadenas, ¡una verdadera pesadilla! Entre las seis ruedas del Pzkw III y los engarces de las cadenas hace falta mucha paciencia. ¿Mi tanque preferido? No tengo uno verdaderamente, por supuesto me gusta el Tiger I, que aparece en El ejército de la sombra pero no en este álbum porque a este teatro no llegaron hasta más tarde, en Túnez, y esa última etapa del Afrika Korps no la cubro”.
Hay un cambio radical de escenario entre El ejército de la sombra (el gran éxito anterior de Speltens, publicado también por Norma, en 2021), con tantas escenas de nieve y frío, y Afrikakorps. ¿Cuál prefiere? “Los dos temas me gustan mucho. Fue realmente un reto dibujar el frío de las estepas de Rusia. Naturalmente, utilicé mucho de azul y de blanco en las atmósferas. Para las del Afrika Korps son en tonos ocre y amarillo. Hay una diferencia de cien grados centígrados entre los dos frentes y dibujar las dificultades que se encontraban los soldados, de un lado la niebla y la nieve, y del otro la arena era complicado, pero muy interesante de trabajar. Lo más difícil era hacer sentir el frío o el calor a los lectores. Creo que lo he conseguido mejor en El ejército de la sombra porque algunos lectores me han dicho que si lees el álbum delante de la nevera abierta te crees que estás ahí”.
Speltens trabaja ya en un nuevo frente. “¡Oh, sí! En la guerra del Pacífico. Cuento una historia sobre los pilotos japoneses. Habrá pues otro cambio de atmósfera: mucho azul cielo y mar esta vez”. ¡Pilotos japoneses!, ¡fantástico!; alguna historia personal también tengo con ellos...
Babelia
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