Queens of the Stone Age y Sam Smith en Mad Cool: la gran colisión
El festival madrileño cumple la segunda jornada con 67.000 personas y grandes conciertos
Lo vivieron 67.000 personas en la segunda jornada del festival madrileño Mad Cool, más gente que la fecha inaugural, la de ayer (60.000), y menos que el cierre de hoy sábado, donde se esperan 70.000. Josh Homme (50 años) es un tipo que se escupe en la palma de la mano antes de empezar el concierto con su grupo, Queens of the Stone Age. Lo hizo anoche, justo después de colgarse su instrumento. Un pacto entre caballeros con su guitarra, para que no haya traiciones durante el espectáculo. Mientras se establecía este trato sonaba por los altavoces Smile en la delicada y herida voz de Peggy Lee. “Sonríe, aunque duela el corazón; sonríe, aunque te estés rompiendo por dentro”, dice la canción y el mensaje se adapta al relato de los complicados últimos tiempos del músico estadounidense: la muerte de su amigo y músico Mark Lanegan, una ruptura sentimental de esas que dejan el terreno desolado y el padecimiento de un cáncer, afortunadamente ya superado. En este ambiente de alto voltaje emocional se desarrolló un concierto de rock duro de primera.
Construyó el grupo originario de Seattle un granítico muro de sonido sin grietas para las frivolidades. Todo fue brusco, pero con un punto de vulnerabilidad, como el que contienen las canciones de su último disco, In Times New Roman…, del que tocaron varias piezas (tremenda Paper Machete) y que está condicionado por las agitaciones anímicas de los últimos tiempos de Homme.
Los Queens de anoche carecieron de interés por ofrecer un espectáculo, digamos, extramusical, circense. Y tómese esto como un cumplido. Son cinco tipos unidos férreamente con un objetivo: si hay que caer al abismo hagámoslo juntos y con elegancia. No fue necesario, ya que entusiasmaron al público. Ofrecieron un rock duro nada complaciente, intrincado y apasionante. Extraen de sus guitarras unos sonidos tan cortantes que si pasas cerca te cercenan el brazo. Homme es un tipo que emana una autoridad natural. Domina a la audiencia desde su imperial presencia, sin aspavientos, confiado de que su voz intimidante y el sólido andamiaje del grupo son suficientes. Lo único que se rebela a su alrededor es un mechón de su cabellera rubia, que se empeña en balancearse sobre su frente cada cierto tiempo.
Interpretaron temas de la mayoría de sus discos: No One Knows, Smooth Sailing, If I Had a Tail o Carnavoyeur, de su último trabajo y donde Homme juega a ser David Bowie. También proponen momentos desenfadados, que no todo van a ser gestos hoscos. Por ejemplo, en Make It Wit Chu se pusieron bailongos y añadieron la melodía de Miss You, el tema más disco de The Rolling Stones. Finalizaron con una frenética A Song for the Dead seguida de un chirriante acople de guitarra que amenazó con perforar el tímpano de todo el que estuviera a un kilómetro a la redonda.
Contaban anoche que los cinco miembros de Queens of the Stone Age se movieron en pandilla por el backstage. Todos vestidos de oscuro y con una altura considerable: el aire se helaba cuando pasaban a tu lado. Y eso que el calor era considerable ayer en Madrid.
Y en el otro extremo, Sam Smith (31 años). El británico salió con una camisa blanca y corbata y un aparatoso corpiño dorado, además de pantalones. ¿Hombre o mujer? Nada, en realidad. Smith se declaró no binario (que no se identifica enteramente como hombre ni mujer) en 2019 y desde entonces ha iniciado un viaje donde se le nota liberado. Anoche no dejó la sonrisa en ningún momento. Eso sí: a casi 40 grados y con alguno de sus abigarrados estilismos (exhibió varios) no provocaba mucha envidia. ”Hace mucho calor aquí. Voy a arder”, reconoció.
El concierto se desarrolló encima y a los pies de una figura dorada y gigante de Afrodita. En posición de juguetona horizontalidad, la diosa del amor ocupó todo el escenario de un extremo a otro. Tal cual. Los músicos se colocaron encima de la voluptuosa figura: unos en los pies, otros en la espalda… Smith prefirió empezar en los glúteos. Los bailarines se deslizaron por donde quisieron, masajeando (o lamiendo) las carnes femeninas de la diosa. El mensaje era que todos somos criaturas que revoloteamos alrededor del amor. O que estamos entregados a sus designios. “Este concierto trata de libertad, amor y diversión”, anunció Smith después del arranque, una gospeliana y conmovedora Stay With Me. Estuvo primoroso de voz el inglés y más cuando empastó con un espléndido coro integrado por dos voces femeninas y una masculina.
Después de una primera parte dedicada al concepto del amor en la que sobró algún tema lento, se pasó al sexo. Y aquello se convirtió en un Studio 54 queer donde los bailarines y los músicos se lamían y agitaban llevados por una música contagiosamente bailable. Hasta sonó el setentero I Feel Love, de Donna Summer. Lo dicho: el Studio 54. Con el clásico de la diosa del disco de fondo, Smith se desprendió de la camiseta para mostrar su lozano cuerpo con un tatuaje por encima del ombligo donde se leía: “Romance”. Media docena de bailarines, a sus pies, le sobaban. Faltaba el broche y Smith no lo desaprovechó. Salió con un velo blanco que le caía por todo el cuerpo y una corona de espinas. Se quitó el velo y se quedó en tanga, medias de rejilla y botas altas. Acabó el concierto con un sombrero de cuernos y un tridente. Una especie de Belcebú burlesco encaramado a Afrodita. La bomba.
Tras estos dos grandes conciertos dio un poco de bajón enfrentarse al pop campestre saturado de “oes” de los ingleses Mumford & Sons. Que la banda de Marcus Mumford actuase en horario de estrella de la noche (23.00) solo se entiende como una concesión de la organización al numeroso público británico del festival (un 40%). Comenzó su actuación con fuegos artificiales y en ese tono festivo se desarrolló. Sin más. The Black Keys, ya cuando entraba la madrugada, ofrecieron su habitual ración de ceñudo blues-rock. Estuvieron contundentes.
Para finalizar, unos apuntes sobre la convivencia en el recinto. Vayamos primero con los aplausos: buen sonido de los escenarios grandes y fluidez a la hora de hacerse con comida o bebida. Y los pitos van para la operatividad de los aseos, queja ya recurrente de los espectadores. No parece que sean pocos, pero están mal organizados. Los han situado todos en el centro, con lo que se concentran miles de personas en la misma zona y se crean mareas humanas desagradables. Otro asunto a mejorar es la iluminación, ya que brilla por su ausencia en muchos sectores del recinto. Ningún problema cuando luce el sol, pero de noche corres el riesgo de arrollar a alguien o ser arrollado. Percances en este sentido se daban varios anoche. Por lo demás, parece que los problemas de acceso de la primera jornada no aparecieron ayer.
Hoy sábado se cumple la jornada final con platos fuertes como Red Hot Chili Peppers, The Prodigy o Liam Gallagher. Buena pinta.
Babelia
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