_
_
_
_

Margarita León, politóloga: “No somos capaces de garantizar las necesidades más básicas a buena parte de la sociedad”

La profesora de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona explora en su libro ‘El arte de pactar’ (Catarata) las oportunidades de llegar a consensos para mantener el Estado de bienestar en un clima de polarización

La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023.
La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023.Albert Garcia
Sergio C. Fanjul

El Estado de bienestar fue una buena idea: después de la II Guerra Mundial logró tres décadas de crecimiento económico sostenido y aumento de la igualdad social. Educación, sanidad, vivienda, prestaciones, subsidios, servicios sociales. Desde la llegada del modelo neoliberal, el Estado de bienestar ha retrocedido a sus embestidas y se pone con frecuencia en solfa. Sufre otras amenazas: el envejecimiento, el cambio climático, la desigualdad, la revolución tecnológica. La politóloga Margarita León (Alicante, 51 años) ha publicado El arte de pactar. Estado de bienestar, desigualdad y acuerdo social (Catarata) donde reflexiona sobre los pactos que se tuvieron que dar para diseñar aquel modelo. Unos pactos que, debido a la creciente polarización, parecen difíciles de reproducir.

Pregunta. ¿Es el Estado de bienestar el mejor de los mundos posibles, lo mejor a lo que podemos aspirar?

Respuesta. Yo creo que sí. Ya es algo poco revolucionario, porque está bastante ensayado, pero es lo que más se aproxima a sociedades cohesionadas, en las que las necesidades básicas de un porcentaje amplio de la población están garantizadas. Otra cosa es que funcione mejor o peor, pero como invento, en sociedades capitalistas, es a lo que hay que aspirar.

P. Hay muchos tipos.

R. Sí, ni siquiera aumentando mucho el gasto social, que es lo que estamos haciendo todos los países avanzados, se tiene la misma concepción de cuál debe de ser el Estado de bienestar ideal. Pero hay que fortalecerlo al máximo posible, entendiendo que para eso hay que ir cambiándolo según los desafíos de cada época.

P. A veces se dice que la izquierda no debe de ser nostálgica del Estado de bienestar creado en la segunda mitad del siglo XX. ¿Cómo sería su porvenir?

R. Lo más relevante es que el trabajo ya no será central. Ahora mismo todo gira en torno al empleo: se supone que tienes un buen empleo y el empleo te permite una buena vida. Pero es que eso ya no es así. Hay mucha gente que trabaja y aun así ya no le da para vivir. Tenemos que ir hacia sistemas de protección que no pivoten en torno al empleo remunerado.

P. ¿Algo más?

R. La estructura demográfica ha cambiado muchísimo desde que diseñó el Estado de bienestar. Y esa idea de que somos muchos trabajando para sostener a los que se jubilan, que es una rueda que funciona, ahora tampoco es así. Se habla de “ocaso demográfico” y se oyen discursos muy tremendistas, pero de lo que se trata es de pensar las cosas desde otro lugar.

La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023.
La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023. Albert Garcia

P. Uno de los pilares fueron unos sindicatos muy poderosos. Ahora no es el caso. Llevan sufriendo descrédito desde hace algunas décadas y bajan las tasas de afiliación.

R. Las fuerzas conscientes de la creación del Estado de bienestar fueron los sindicatos y la socialdemocracia, que fue muy fuerte en Europa, en la reconstrucción de la posguerra. Los sindicatos ya no tienen esa centralidad, pero siguen siendo actores muy importantes. No creo que vayan desaparecer, pero tienen que reinventarse. Ahora, por ejemplo, se ha preocupado por defender a trabajadores superprecarios, como los riders.

P. Por debajo de todo lo que representa el Estado de bienestar, están los pactos que se hicieron para conseguirlo. ¿Quiénes pactaron?

R. El pacto es ese consenso que aparece después de la II Guerra Mundial: la necesidad de mantener la paz social. Tendemos a pensar que el Estado de bienestar le debe todo a las fuerzas progresistas, pero, por ejemplo, en Alemania o en Italia tuvo mucho peso la democracia cristiana. El centroderecha estuvo de acuerdo en la idea de crecer, pero crecer con cohesión social, manteniendo unos niveles de igualdad social aceptables.

P. ¿Por qué?

R. Esta postura también tenía razones instrumentales. Las sigue habiendo ahora. Muchos de los problemas que tenemos en España son muy estructurales, si entramos en lógica de la confrontación política, perdemos de vista que son asuntos de recorrido muy largo. La ideología orienta las reformas, pero temas como la pobreza, la precariedad laboral o el funcionamiento de los servicios públicos se podrían consensuar, sin caer en el cortoplacismo.

P. En el fondo: los más ricos decidieron repartir más parte de la tarta con los más pobres. Además, con la amenaza que suponía el contraste con la Unión Soviética.

R. Algo así, pero depende. Por ejemplo, en los países nórdicos no se conceptualiza así, cuando se decide universalizar la educación no es porque los ricos estén ayudando a los pobres, se entiende que un sistema público universal gratuito de educación les va a beneficiar a todos. Es un eje del proyecto nacional. No es solo solidaridad entre clases.

P. El modelo nórdico se pinta habitualmente como el epítome de bienestar, las sociedades más avanzadas.

R. Sí, el modelo nórdico es el ejemplo de Estado de bienestar generoso e igualitario. El modelo anglosajón es más bien un modelo de mínimos. Se universaliza la salud y la educación, pero poco más. Hay diferencias entre países que se deben a la capacidad de forjar alianzas políticas.

P. Si el modelo nórdico es tan modélico, valga la redundancia, ¿por qué no es el modelo a seguir para los demás países?

R. Los países nórdicos son muy particulares: tienen una población pequeña y son muy homogéneos. Países como Noruega o Finlandia han tenido la oportunidad de tomar decisiones de cambio de rumbo muy importantes. Ahora que se dan cuenta de que están envejeciendo, que hay problemas con las pensiones, etc, tiene la capacidad de hacer cambios para solucionarlo. Pero cuando, en vez de siete millones, hablamos de 50, la cosa se complica. No es un modelo fácil de exportar. Además, su homogeneidad está resultando problemática: ahora la extrema derecha es la que proclama la necesidad de defender el Estado de bienestar frente a las migraciones.

La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023.
La politóloga Margarita León posa en Barcelona el 19 de julio de 2023. Albert Garcia

P. ¿Cómo ha sido su desarrollo en España?

R. Hemos empezado tarde y hemos ido muy rápido, como en todos nuestros procesos de transformación social. El Estado de bienestar español sufre mucho por esto: tiene cimientos débiles. Por ejemplo, estamos muy expuestos a las crisis, el gasto social es muy dependiente de las épocas de bonanza y recesión. Ese vaivén hace que el país parezca muy dinámico, pero también es muy frágil. A veces se destruye mucho empleo, a veces se crea mucho, pero muy precario. Es difícil que el sistema aguante: en épocas de crisis se gasta todo en pensiones y desempleo. Y así se cronifican problemas como la emancipación de los jóvenes.

P. ¿En qué estado se encuentra ahora el Estado de bienestar en España?

R. Retrocedió mucho con los recortes provocados por la crisis de 2008. En los últimos tiempos se ha expandido bastante, pero también es cierto que los organismos internacionales han dado una respuesta muy distinta a esta crisis, no la austeridad, sino lo que llaman keynesianismo de emergencia.

P. El individualismo rampante influye en el descrédito del Estado de bienestar.

R. Uno de los grandes triunfos del neoliberalismo ha sido convencer a la gente de que hay una dicotomía entre libertad e igualdad. La izquierda no ha sabido enfocar esto, ha regalado la idea de libertad a la derecha. El neoliberalismo ha triunfado no solo porque sea una doctrina económica, sino porque propugna unos valores individuales que han resultado atractivos. Sabemos que la educación pública universal pagada con los impuestos es lo que nos conviene colectivamente, pero luego individualmente queremos elegir, y nos dicen que somos más libres eligiendo.

P. ¿Cómo se concilia entre esas visiones?

R. Hay que conseguir que los servicios públicos universales se hagan cargo de la heterogeneidad de la sociedad, que también den a elegir, que no se burocratice en la homogeneidad. En una sociedad cambiante quien aparentemente puede dar respuestas ágiles es el mercado, y eso ha estado detrás de parte de las privatizaciones. Hay que conciliar el poder elegir, y protestar cuando el servicio no es de calidad, con la universalidad del acceso.

P. ¿Deben los más ricos beneficiarse de los servicios públicos?

R. Si las capas con más renta no usan los servicios públicos, si se van a lo privado, es difícil justificar esos servicios. No querrán colaborar, no los sentirán como suyos, no tendrán incentivo para pagar impuestos. Así es difícil mantener la cohesión social. Es un equilibro delicado.

P. Habla usted de la importancia de los consensos, pero ahora parecen saltar por los aires. ¿Qué hacemos?

R. Suena conservador, pero insisto en que no hay que exponerlo todo a la política. El Estado de bienestar no ha desaparecido, ni va a desaparecer, pero hay que ver cómo lo hacemos funcionar. Con los estragos del cambio climático, va a cobrar mucha importancia. En este país no somos capaces de garantizar las necesidades más básicas a buena parte de la sociedad. Hay una capa de precariedad que no se ve, no se discute, no se habla. Y eso tiene que ser una prioridad, el bienestar del todo el mundo. Y no está en la agenda política.

Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_