Amaya Villar Navascués: “La culpa es algo muy femenino. Los hombres son más prácticos”
La cineasta estrena ‘Contigo, contigo y sin mí', un documental en el que viaja al pasado y escribe una carta al futuro
Amaya Villar Navascués llega puntual a la entrevista, a pesar de que se define como impuntual en la película documental que acaba de estrenar en salas y en Filmin. En Contigo, contigo y sin mí se describe, se desnuda, se muestra, se da la vuelta cual calcetín y enseña sus costuras y estas no siempre están bien terminadas, pero ¿cuáles lo están? Ella lo exhibe, sin pudor; bueno, a veces con un poco. Lleva trabajando en el filme desde los 18, aunque entonces todavía no lo sabía. El relato recorre sus últimos 20 años ―tiene 40―, se centra en cuatro relaciones sentimentales. La quinta y más duradera sobrevuela todo el filme: su historia de amor con la cámara. Siempre la acompaña: lo graba todo. Esta granadina que a los cinco años llegó a Madrid estudió Comunicación Audiovisual. Es montadora y profesora de Montaje en Instituto del Cine de Madrid, y de Animación en U-tad (Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital), ha recibido becas para estudiar en la Escuela de Cine de Cuba y de la Academia de Cine para desarrollar este documental que ella considera un viaje al pasado, pero también una carta al futuro. Su mentor fue Fernando León de Aranoa.
La primera pregunta preparada: “¿Va a grabar la entrevista?” se frustró y se respondió a la vez, ya que nada más llegar la entrevistada dijo: “¿Te importa si…?”, mostrando una GoPro. Y todo quedó registrado.
Pregunta. ¿De verdad graba todo?
Respuesta. Antes sí, pero cuando empecé con el montaje de la película, dejé de grabar tanto. Me abrumaron esas 450 horas. Ahora pienso muy bien qué grabo, no quiero tener cosas que no me sirvan para nada. Lo excesivo resta importancia a todo. El montaje fue algo catártico.
P. ¿El montaje o la película?
R. Ambos, el montaje es la película. Durante una parte del montaje estaba viviendo con el último novio que aparece en el documental, y cuando me ponía a trabajar me decía: “¿Vas al pasado?”. Y sí, me iba al pasado. Por tanto, ha sido muy bueno acabar.
P. Si su vida fuera una película, ¿qué eliminaría en el montaje?
R. Haría desaparecer la inseguridad de épocas pasadas. Y no sé si algunas decisiones, porque todas las decisiones nos llevan a ser lo que somos hoy. Pero sí, restaría dolor y la manera en la que gestioné alguna cosa. Aunque todo nos hace ser como somos ahora. Entonces… no sé si quitaría algo.
P. Suele decir que la vida con montaje es más amable. Es más amable pero menos real, ¿no?
R. Ya, pero yo en ocasiones vivo en las nubes. O sea, floto un poco. De eso te das cuenta cuando vas al psicólogo y te dice: “Baja a tierra”.
P. ¿Y hay algo que haya grabado y ahora no grabaría?
R. Hace muchos años, en París, fotografié a un señor que pedía en la calle. Hoy no lo haría. Me planteo: ¿quién eres tú para hacer una foto a alguien solo porque te parece que la luz es bonita? Ahora tengo más pudor, por eso protejo a los demás en la película. Me expongo yo, pero no a ellos.
P. Al principio del documental aparece la idea de hacer eterno lo efímero, de que todo permanezca. ¿Graba para permanecer?
R. Que algo quede registrado sí me parece una manera de permanecer. Pero no es egocentrismo. Creo en el legado. Echar la vista atrás nos hace aprender y creo en la sabiduría de quien se ha dado cuenta de las cosas.
P. Eso suena bastante nostálgico.
R. Es verdad, revisito mucho el pasado, pero también me imagino mucho el futuro. Estoy intentando vivir más en el presente.
P. ¿Cómo sería la película y los episodios de su vida que cuenta si en vez de vividos por usted los hubiera vivido un hombre?
R. Si fuera un hombre no habría sentido esa culpa [el momento que vertebra gran parte del filme]. La culpa es algo muy femenino, por esa imposición de tener que ser perfectas, buenas, de querer complacer. Los hombres son más prácticos.
Todo el mundo daba por hecho que yo había sido la engañada, la víctima. Aún sorprende que sea al contrario.
P. En el filme comienza dándonos datos sobre su reserva ovárica, ¿cómo va?
R. Fatal. La Seguridad Social te desahucia si tienes la reserva ovárica baja. Te echa de los tratamientos de reproducción asistida. Este mes tengo el último intento. Es muy duro el trato. Congelé óvulos en 2021. He tenido dos abortos espontáneos desde septiembre de 2022. No ayuda que los médicos que te tratan no tengan empatía, están acostumbrados a los abortos. Y no quiero decir esto porque defiendo totalmente la sanidad pública, pero es lo que me estoy encontrando. Y así llegas a los 40 sin hijos porque la sociedad, el sistema económico y todo te ahogaba. Pero confío en que va a salir bien. Soy muy cabezota.
Babelia
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