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Tomasito: “A mí Rosalía cantando por bulerías me alucinó. Pero Alejandro Sanz, el pobre…”

El cantaor y bailaor regresó a principios de año con un disco que es una declaración de intenciones: ‘Agustisimísimo’.

El cantante Tomasito, en el barrio de las Letras, en Madrid.
El cantante Tomasito, en el barrio de las Letras, en Madrid.Samuel Sánchez
Raquel Peláez

Aprendió a cantar y bailar bajo el ala de la mismísima Lola Flores y, aún así, Tomasito (Jerez de la Frontera, 1969), indescriptible cantaor capaz de fusionar cualquier género con el flamenco y emocionante bailaor de cuerpo elástico, se describe a sí mismo como “un friki”. Se podría esperar de alguien que lleva desde los 14 años subido a los escenarios y otros tantos lidiando con los tejemanejes de la industria (tiene ocho discos en su haber), un cierto hartazgo de las servidumbres promocionales. Y, sin embargo, con una caña delante en una barra de Malasaña hace honor al título de su último disco, Agustisimísimo (El Volcán), que presenta hoy en el Teatro Barceló. Y tan a gusto, charla sobre su impresionante trayectoria y sobre cómo mantiene viva su llama creativa. “Últimamente bajo mucho a cuidar de mi madre en Jerez y de camino me alimento del compás y de las bodegas de mi barrio”.

Pregunta. ¿Siempre se ha llevado así de bien con su madre?

Respuesta. Sí, porque además de madre e hijo, hemos sido compañeros de actuaciones cuando íbamos juntos con Lola Flores. Hemos estado en Alemania, o ensayando un espectáculo 15 días en Barcelona, durmiendo en un apartamento con tres gitanas mayores que yo. Cuando compartía escenario con mi madre, pues, también compartía hoteles y fiestas.

P. ¿Nunca fue controladora?

R. Desde pequeño a mí me han dado mucha libertad mis padres. Mira que eran los dos gitanos y venían de un barrio muy ortodoxo con el flamenco porque lo han escuchado en toda su pureza con la Paquera de Jerez y el Terremoto. Yo empecé con 14 años en Los Canasteros, el tablao de Manolo Caracol en Madrid, y tuve profesores muy buenos: Manolete, Güito, Cristóbal Reyes. Todos me decían: vente que tú tienes el cuerpo de baile. Pero la verdad es que yo no me veía horas y horas mirándome en un espejo: me veía de chufla, meneándome como yo quiero, con mi sentido del humor.

P. ¿Y por qué cree que eran tan abiertos sus padres?

R. Tenían una carnicería en el centro de Jerez especializada en cordero y mi madre, que es flamenca de toda la vida, aprendió la carnicería gracias a mi padre en un puesto de despojo, también en el centro. Yo creo que estar en la ciudad, no en un barrio, te hace más sociable, te abre la mente. Luego yo he tenido amigos guardia civiles, payos, en el barrio de Santiago… Yo fui un perro callejero que recogía todas las influencias.

P. Cuando no está en Jerez vive con su mujer y sus hijos en Moratalaz. ¿Siente orgullo de barrio?

R. Mis primeros años fueron en el centro de Madrid y soltero, imagínate tú, todos los días acostándome a las cuatro de la mañana: me iba al Candela también para buscar trabajo. Y ya ahí alguien me decía: “Quillo, vente mañana a cantar”. También he vivido en Carabanchel. Pero ahora soy morataleño [imita el acento cheli]. Te vienen con una jergas…

P. Tiene tres hijos adolescentes. ¿Les va su rollo?

R. Les gusta y van a Jerez a tocar palmas pero dicen que lo que yo hago es muy difícil… Ahí están los cajones y la guitarra abierta sin funda. Si quieren tocar, que toquen, pero no soy nada de perseguirlos.

El cantante Tomasito, en el barrio de las Letras, en Madrid.
El cantante Tomasito, en el barrio de las Letras, en Madrid.Samuel Sánchez

P. Porque tampoco a usted le persiguió nadie…

R. Al revés. Yo salí del colegio porque la profesora le dijo a mis padres que no podía conmigo. Yo no quería estar todo el día con Pitágoras y con el tres por cuatro.

P. Ahora le hubiesen dado una pastilla para el trastorno de hiperactividad y arreglado.

R. Pues la verdad que sí. Y yo me he encontrado a profesores después que han estado muy orgullosos de mí. Tengo el graduado, porque yo me fui a los 14 años del colegio, pero antes de nacer mis hijos estuve dos años estudiando aquí en Madrid. Era muy gracioso porque venía mi mujer con el carro y el niño a recogerme al colegio. En vez de ir a recoger al niño me venía a recoger a mí.

P. ¿Es verdad que fue monaguillo?

R. Sí, porque así en vez de entrar a las nueve al colegio entraba a las 10. Era un buen gamberro. Una vez me mandaron a por hostias a otra iglesia y de vuelta me las comí. Luego a mí me sirvió la iglesia porque empezó el rap en ese momento y yo imitaba los responsos del cura rapeando. Y además me daban buenas propinas, que aquella parroquia era de señoritos de Jerez.

P. ¿Recuerda el primer avión que cogió?

R. Pues fue con 18 años para actuar en el Barbican de Londres con Paco Peña. Me ha gustado mucho a mí salir: he estado en Australia, en Nueva Zelanda, en Johannesburgo, en Uruguay, en Canadá. Ya con 40 me empezó a costar más, pero a los 18 cogía un pájaro y me daba igual todo.

P. ¿Y cuál es el sitio en el que se ha sentido más extraño actuando?

R. En Nueva Zelanda. Me acuerdo de que llegué al hotel y me compré unos calcetines de lana de kiwi, del frío que hacía. Donde mejor me lo he pasado ha sido en Brasil cuando fui con Gilberto Gil y con Rita Marley. Los flamencos nativos éramos nosotros, pero había santeros cubanos, músicos marroquíes, del centro de África… fue muy bonito.

P. ¿Cómo sabe uno cuándo tiene que parar la fiesta?

R. Hombre, con 54 años que tengo yo, pues uno ya sabe cuándo es demasiado. Lo que pasa es que luego te aburres. Llevas dos semanas sin hacer algo y dices: bueno, ya no viajas, pero por lo menos tocar la guitarra, cantar y bailar… De pronto te entran muchas ganas de entrar en contacto con el público, lo que pasa cuando llegas a una edad solo lo quieres hacer cuando tú quieres. Y claro, eso no puede ser…

P. ¿Le costó entenderse con Joe Crepúsculo?

R. Es un tío encantador y le he hecho cantar por bulerías. Es un muñeco diabólico malo, que cuando se pone a tomar cuatro me mata de risa. Y además es que a mí me gusta mucho la electrónica.

P. Pero el indie no casa mucho con el anarquismo de Tomasito, ¿no?

R. Yo es que no entiendo el indie, perdóname. Sus letras tampoco. Ya se lo dije a Jota, de Los Planetas: “No sé qué es lo que dices ahí, pero me da una tristeza…”. Se descojonaba.

P. ¿Le molesta la apropiación cultural del flamenco?

R. Eso qué es.

P. Bueno, por ejemplo, eso de que pongan verde a Rosalía el otro día la pusieron verde por intentar imitar a Rocío Jurado…

R. A mí me encantó. Y además cantó al compás por bulerías, que es el palo más difícil del flamenco, con esa jarca que llevaba detrás... A mí me alucinó, de verdad. Sin embargo, Alejandro [Sanz], el pobre, quiso meter flamenco y la cagó. Yo pensaba: “Háblale a la canción como tú la grabaste”. Yo hice una versión de Rosendo, ¿sabes? Y la hice por bulerías. Yo viví en Carabanchel cuatro años, y allí en todos los bares, todos los días era “Déjame que pose para ti…”. Yo la hice mía, con mi lenguaje, y a él le encantó. Me lo dijo en un Espárrago Rock.

P. ¿La industria está pagando muy mal?

R. La industria se aprovecha del colegueo con los músicos. Yo entiendo que la venta de discos ya no deja dinero pero se pasan…

P. Cuando Lola Flores llamaba a su madre para que le dejase ir con ella, ¿se daba por sentado que le iba a pagar?

R. ¡Hombre, claro! Estaba claro. Si no nos metíamos, sobre todo los flamencos. Ahora te dicen: vente, quillo, que hay un regalito. ¡Venga hombre! Si regalaras un jamón Joselito que vale 300 euros, pues eso es un regalito guapo. Pero cuando Lola llamaba era en condiciones…


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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.

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