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CONCHA VELASCO
Columna
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Concha Velasco, la chica yeyé (que no lo era)

Una canción no destinada para ella marcó la trayectoria de la actriz

Concha Velasco, en 1967.
Concha Velasco, en 1967.CONTACTOPHOTO
Diego A. Manrique

Fue una carambola. Según la leyenda, Concha (entonces, Conchita) Velasco —fallecida este sábado 2 de diciembre— no iba a cantar La chica ye-yé, pero terminó interpretando un tema que determinaría hasta hoy su imagen pública. Hablamos de una creación del compositor Augusto Algueró y el letrista Antonio Guijarro, verdadera fábrica de éxitos durante los años sesenta. Se trataba de un encargo del realizador José Luis Sáenz de Heredia para su película de 1965, Historias de la televisión, que retomaba el concepto de uno de sus mayores éxitos, Historias de la radio (1955), con un reparto extenso y la presencia de locutores populares.

Curioso: mientras Hollywood, muy consciente de la competencia, evitaba en lo posible reflejar la penetración social de la televisión, aquí se contó con el apoyo del Ministerio de Información y Turismo, encabezado por Manuel Fraga. Historias de la televisión era un acercamiento propagandístico al nuevo medio audiovisual, concebido como símbolo de modernidad. Partía de las aventuras de Katy, una chica de provincias que frecuentaba los estudios de TVE en Prado del Rey y participaba finalmente en un festival tipo Eurovisión, donde iba a cantar Oh John, otra pieza de Guijarro-Algueró.

Durante el rodaje se evidenció que La chica ye-yé (inicialmente reservada para el vocalista argentino Luis Aguilé) era un verdadero caramelo para Conchita. Ella mantenía una secreta relación amorosa con Sáenz de Heredia y no hubo problema: se cambió el guion para, por ejemplo, insertar una escena donde Katy aparecía interpretándola en el jardín de un hotel, acompañada por miembros de Los Botines y Los Brincos.

La chica ye-yé fue grabada también por Gelu y Rosalía, dos artistas más acostumbradas a esos ritmos. Aunque el brío de Conchita Velasco disimuló la paradoja de la canción: la letra deploraba la frivolidad de las chicas modernas con sus “pelos alborotados” y apostaba por la lealtad tradicional de la mujer española. Editada por Belter, se convirtió en uno de los mayores impactos comerciales de 1965. Conchita publicaría media docena de discos en la compañía barcelonesa, incluyendo algún dueto con su estrella principal, Manolo Escobar.

La revelación de que la Velasco podía cantar la llevó a papeles inesperados: aparecería tocando el bajo eléctrico como parte del grupo Los Hippy-Loyas en un disparate titulado Una vez al año ser hippy no hace daño (1969). Más seriamente, facilitó que se integrara como protagonista en el género de la revista musical, con títulos como Carmen, Carmen o Mamá, quiero ser artista.

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