Gianandrea Noseda y la National Symphony, menos política y más poesía en Shostakóvich
La orquesta de Washington inicia en España su gira europea con la violinista Hilary Hahn, el pianista Seong-Jin Cho y el compositor Carlos Simon
“Es como si te estuvieran retorciendo el brazo por detrás, tuvieras un cuchillo en la espalda y el atacante te dijera: ‘Sonríe”. Parece una película de terror, pero es la elocuente descripción que hizo Mstislav Rostropóvich de la coda que cierra la Quinta sinfonía, de Dmitri Shostakóvich. Unas palabras publicadas en The Times, el 4 de febrero de 1982, al inicio de una gira europea de tres semanas con la National Symphony Orchestra de Washington (NSO). Una tournée que terminó en España, con sendas actuaciones organizadas por Ibermúsica en el Palau de la Música de Barcelona y en el Teatro Real de Madrid.
Cuarenta y dos años después la historia se repite, pero ahora con Gianandrea Noseda en el podio. El director italiano emprendió su primera gira internacional como titular de la NSO en Barcelona, el pasado 16 de febrero, con un programa centrado en la Quinta de Shostakóvich. Y, tras su presentación en Zaragoza, este sábado 17, proseguirá con dos actuaciones en el Auditorio Nacional de Madrid, el 18 y 19 de febrero. Después pondrá rumbo hacia Alemania y culminará, los días 26 y 28, haciendo su presentación en La Scala de Milán y la Elbphilharmonie de Hamburgo.
La NSO regresa a España, tras ocho años de ausencia. Es su quinta gira por nuestro país, desde 1967, en que se presentó dentro del II Festival de Música de América y España. En los atriles, la sinfonía de Shostakóvich alternará con la Grande en Do de Schubert, que tan solo sonará en Madrid. Y la orquesta viaja con dos solistas, la violinista Hilary Hahn y el pianista Seong-Jin Cho, que tocan conciertos de Korngold y Beethoven, pero también con el compositor Carlos Simon, cuyo concierto para orquesta Wake up! se podrá escuchar en casi todas las actuaciones.
Rostropovich dirigió, en febrero de 1982, una versión de la Quinta de Shostakóvich “más cargada de belleza y de tensión que nunca”. Podemos hacernos una idea escuchando la grabación que realizó con la NSO para Deutsche Grammophon, pocos meses después de la gira. Una excelente interpretación abiertamente influenciada por el fraudulento libro de memorias de Solomon Volkov, Testimony, publicado en 1979, y donde el compositor reconoce supuestamente que el regocijo final de su Quinta sinfonía fue forzado y creado bajo amenazas.
El gran violonchelista y director ruso representó esa falsa euforia final dirigiendo una coda mucho más lenta y machacona. De hecho, así es como la indicó el compositor en la primera edición de la partitura y esa tradición se remonta a Yevgueni Mravinski, el director que estrenó la sinfonía en 1938, e incluso sigue hoy con directores como Vasili Petrenko. Pero hubo otros, como Leonard Bernstein, que apostaron por dirigir ese final mucho más rápido y esa opción también agradó a Shostakóvich.
En su concierto en el Auditorio de Zaragoza, del pasado sábado 17, Noseda optó por una lectura menos política y mucho más lírica. Y ese glorioso final, en re mayor, sonó más conectado estructuralmente con el inicio del movimiento final, pero también con menor mordiente e intensidad. Sorprendió ver al director italiano, que ya ha grabado la obra con la London Symphony, tan dependiente de una minúscula edición de bolsillo Eulenburg. Quizá por ello, el moderato inicial no se activó hasta el desarrollo donde la NSO lució poderosos metales, aunque los violines primeros llegasen un poco tarde al segundo tema. El allegretto sonó algo moroso y poco danzable, si bien fue exquisita la canción callejera con el solo de violín que tocó Nurit Bar-Josef.
Pero todo cambió en el largo que Noseda convirtió en el núcleo emocional de la obra y en lo mejor de todo el concierto. La cuerda dividida de la NSO mostró un cuerpo ideal para el coral del inicio, pero también disfrutamos de la exquisitez de los solistas de flauta y oboe, respectivamente, Aaron Goldman y Nicholas Stoval. Con un clímax bien construido que, una vez disipado, encontró el camino hacia una coda idealmente fantasmal. El director italiano conectó con el movimiento final, donde elevó el lírico y pacífico desarrollo central por encima del aire marcial y belicista que lo rodea.
No faltaron las propinas, tras las ovaciones del público zaragozano. Empezaron con un ideal Nimrod, de las Variaciones Enigma, de Elgar. Prosiguieron con una convencional obertura de Las bodas de Fígaro, de Mozart. E incluso hubo demostraciones de afecto con el público, pues Noseda lleva casi treinta años actuando en la Sala Mozart del auditorio zaragozano.
En la primera parte, destacó la intervención como solista de Hilary Hahn en el Concierto para violín y orquesta, de Erich Wolfgang Korngold. Una partitura posromántica elaborada, en 1945, a partir de retazos de bandas sonoras que había escrito en los años treinta. El propio compositor explicó que el solista de esta composición, tan lírica como virtuosística, debería combinar las dotes de un Caruso y un Paganini. La violinista estadounidense, que es también una gran estrella mediática, no fue ni uno ni el otro, pero su interpretación fue excepcional.
Le costó encontrar el volumen ideal en el arranque del moderato nobile, con ese tema elocuente y glorioso del filme Otro amanecer, que la NSO hizo sonar en technicolor. Pero Hahn elevó, a continuación, el romanze, que procede de Anthony Adverse, con un exquisito fraseo e imaginación. Y aportó, en el allegro assai vivace, ese aire juguetón pleno de destellos virtuosísticos, que Korngold extrajo de El príncipe y el mendigo.
La violinista fue muy generosa con un público que la adora y tocó dos propinas. Terminó con una brillante jiga de la Partita núm. 3, pero antes se dirigió al público para explicar su primera propina. Se trataba de Shards of Light (Fragmentos de luz), una composición para violín solo de Carlos Simon especialmente escrita para esta gira, y que había estrenado el día anterior en Barcelona. Una sencilla reflexión sonora acerca de los estímulos que rodean e inspiran a los artistas y que Hahn supo narrar con un admirable fraseo.
Este compositor afroamericano, de 37 años, es actualmente residente en el Kennedy Center, sede de la NSO. Su concierto para orquesta titulado Wake up! (¡Despierta!), estrenado el pasado octubre, es un muestrario de las posibilidades tímbricas y musicales de una orquesta sinfónica. Se inspira en el poema Awake, Asleep, del indio Rajendra Bhandari, donde propone que si la sociedad se mantiene despierta será más difícil para los déspotas adormecerlos en una falsa sensación de seguridad.
La composición combina brutales acordes metálicos, en fortísimo, que parecen evocar el sonido de la orden que da título a la obra, con el ambiente atractivo de la música de cine. De hecho, este concierto para orquesta de unos veinte minutos funcionó bien como pórtico del programa, al combinar muchos sonidos cercanos a Korngold con la capacidad de manejar un doble lenguaje de la sinfonía de Shostakóvich.
Sobre esto último, recomiendo al lector una magnífica monografía que acaba de publicar Oxford University Press acerca de la Quinta de Shostakóvich. En ella la pareja formada por Marina Frolova-Walker y Jonathan Walker muestran las bondades de conocer las asociaciones de una obra musical tan rica, pero también el problema de las narraciones simplificadoras que leemos tan a menudo en las notas al programa. Y terminan con una frase ideal: “La Quinta sinfonía sigue siendo un libro abierto”.
Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio
Obras de Carlos Simon, Erich Korngold & Dmitri Shostakóvich. Hilary Hahn (violín). National Symphony Orchestra (Washington, D.C.). Gianandrea Noseda (dirección). Auditorio de Zaragoza, 17 de febrero.
Babelia
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