Servando Rocha, el editor que criticó la gestión de Díaz Ayuso en un acto oficial: “Madrid es una ciudad poblada de fantasmas”
El escritor y fundador de La Felguera, sello especializado en asuntos marginales y subversivos, dio un discurso poético y reivindicativo ante cargos de la Comunidad de Madrid en la presentación de La Noche de los Libros
“Hoy en Madrid el único género literario posible es el relato de terror”, dijo el escritor y editor Servando Rocha (Santa Cruz de La Palma, 49 años). Lo dijo en un lugar donde este tipo de discursos no se espera: la presentación de La Noche de los Libros de Madrid, que tendrá lugar el próximo 19 de abril. Estaban presentes algunos cargos, como Mariano de Paco, consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, que preside Isabel Díaz Ayuso, o Bartolomé González, director general de Patrimonio Cultural y Oficina del Español. El discurso de Rocha cosechó un silencio sepulcral, miradas al suelo, piernas inquietas, algún que otro aspaviento sordo por el fondo.
Una de las cosas que indignaron al escritor fue el lema del evento en el que participará : “Una casa para siempre”. Se lo pusieron fácil: “¿Para qué tenemos libros si no tenemos casa, sin una habitación propia como decía Virginia Woolf? Madrid es hoy una ciudad poblada de fantasmas, porque, ¿qué son los fantasmas, sino presencias que ya no están, pero que sin embargo siguen estando ahí?”. Se refería a las personas desahuciadas, a los vecinos expulsados, y también a los más 7.291 muertos en las residencias en durante la aplicación de los llamados “protocolos de la vergüenza”. Habló del “terrorismo inmobiliario, bendecido y tolerado por quienes gobiernan esta ciudad”. La respuesta fue fría. El calor le llegó de las redes, donde su discurso se viralizó a través de eldiario.es, y también se hizo patente en cientos de mensajes de agradecimiento. Rocha, en vista del panorama, no se quedó al canapé.
“No lo medité mucho, simplemente sentí que era lo que tenía que decir”, dice ahora Servando Rocha, que habla con su pasión característica y ese acento canario que no se le acaba de quitar, aunque lleve muchos años en Madrid. Recibe en el Snake Pit (foso de serpientes), es decir, las oficinas de su editorial en Carabanchel. “Es muy grave lo que ha pasado y lo que está pasando”, añade, y defiende que ni siquiera fue una cuestión de opinión, sino de mostrar hechos comprobados, como son los desahucios y las muertes en las residencias. “Tampoco creo que los escritores estemos obligados moralmente a hacer crítica política, pero la cultura no puede ser un lugar donde no se digan las cosas por miedo a represalias”.
‘Rara avis’ editorial
Rocha, un hombre abierto al continuo asombro, es editor, junto con Beatriz Egea, de La Felguera, una rara avis en el mundo editorial que mezcla cuidados diseños con asuntos rarísimos. Por ejemplo, la política radical y contracultural, como se ve en sus libros sobre grupos como la Angry Brigade o los Motherfuckers. La psicogeografía, en la obra del británico Ian Sinclair o, sin irnos tan lejos, en la del paseante de los barrios bajos Pío Baroja. “La figura del flâneur en Madrid ha sido casi inexistente, pero Baroja fue un verdadero psicogeógrafo, un gran explorador de los extrarradios”, dice Rocha.
También la historia subterránea de España, en el volumen coral de próxima aparición Una, grande y rara que tiene como portada la foto de José María Aznar disfrazado del Cid, obra de Luis Magán para este periódico. O la criminología y los bajos fondos, como en la serie Fuera de la Ley, que escarba en las historias olvidadas de anarquistas, bandoleros, quinquis, guerrilleros o apaches. Muchos de sus libros más originales no son de un autor, sino proyectos editoriales con varios. Sin olvidar un curioso interés antropológico por las partes más poéticas del ocultismo: Alan Moore, William Blake o Aleister Crowley. “No es que nos interesen las ciencias ocultas por sí mismas, no somos una editorial ocultista: lo que nos interesa es la potencia del misterio y los personajes contradictorios”, dice el editor.
Sobre todo, han conseguido construir una personalidad propia y congregar a su alrededor una nutrida comunidad a la que le gusta pensar que forma parte de una “sociedad secreta”. Unos 400 secuaces con carnet de esta sociedad esperando a ser llamados a cualquier conspiración poética. “Así recuperamos la idea del juego, la idea del secreto, muy importante en el mundo de la cultura, de la literatura”, dice. Buena parte de la vinculación con la comunidad sucede a través de su revista Agente provocador o de diferentes eventos que suelen convocar con no poco público. “Trabajamos temas para grandes minorías: hay una comunidad que nos mantiene. Cuando llegó la pandemia hubo gente que nos mandó donaciones, sin nosotros haberlas pedido”, explica Rocha.
Escribiendo de camino a la cárcel
Rocha estudió la carrera de Derecho, algo no tan común en alguien con sus intereses y criado en el caldo de cultivo del punk. “Era por una visión idealista, entré con ganas de cambiar las cosas”, dice. Y, de hecho, su ejercicio de la profesión siempre tuvo una vertiente social: defendió a presos, a okupas, estuvo en el turno de oficio. Su número del teléfono era el que los manifestantes se pintaban en la mano por si acababan en el calabozo. Su posterior especialización en propiedad intelectual y derechos de autor le fue muy útil en el mundo editorial.
Ejerció durante 18 años, mientras tanto iba escribiendo sus primeros libros y poniendo en pie, desde 1996, el Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera. Fanzines, distribuidora de material, diferentes acciones, muy vinculado a la subcultura punk. Rocha también tocó en algunas bandas, como Muletrain, donde estaba al cargo de las baquetas. El nombre lo tomó de La Felguera, el pueblo de la cuenca minera asturiana de fuerte raigambre anarquista, que, por cierto, nunca había visitado. “Buena parte de mis primeros libros los escribí mientras viajaba a los juzgados o a la cárcel”, recuerda.
La propia obra de Rocha como escritor es muy amplia y transita entre las líneas de los temas que aborda su sello editorial. Comenzó estudiando subculturas y tribus urbanas, practicando ensayos llenos de digresiones inopinadas y extrañas conexiones: en La facción caníbal. Historia del vandalismo ilustrado estudiaba las relaciones entre crimen, arte y radicalismo; mientras que en Nada es verdad, todo está permitido encontraba los hilos ocultos que unían a Kurt Cobain y a William Burroughs. Más recientemente, en Todo el odio que tenía dentro recuperaba la figura del boxeador Dum Dum Pacheco y la banda de los Ojos Negros, o en La horda. Una revolución mágica fluía entre la novela y el ensayo para contar la historia de una comunidad secreta ficticia. Tiene muchos otros títulos, casi todos publicados en su sello.
Su actividad en La Noche de los Libros será guiar a los asistentes en una ruta por el Madrid reencantado atravesando un lugar hoy en día tan impersonal como la Gran Vía. Aquí ya ni siquiera hablamos de la gentrificación o el turismo, hablamos del puro olvido: “Se trata de poner otro foco en lo que permanece oculto y que el espacio urbano adquiera otras connotaciones. Una idea que se repite en todo lo que hago: que el pasado no es pasado, que es presente y sigue estando ahí. Cuando eso sucede se convierte en algo revolucionario”, cuenta.
Babelia
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