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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Earl Young, el hombre que puso el mundo a bailar

El baterista de Filadelfia no necesitaba claqueta para clavar los ritmos adecuados para la ‘disco music’

Earl Young, en el centro, cuando formaba parte del grupo The Trammps, en 1977.
Earl Young, en el centro, cuando formaba parte del grupo The Trammps, en 1977.Michael Ochs Archives (Getty Images)
Diego A. Manrique

Ocurrió durante una entrevista con Charlie Watts, ya saben, baterista de unos tales Rolling Stones. Promocionaba la reedición del álbum Some girls, cuyo tema principal fue Miss you, aproximación a la disco music. ¿No le suponía una claudicación tocar un ritmo tan cuadriculado? Impaciente con las simplezas, interrumpió para explicar que todo lo contrario, que consideraba una experiencia estimulante el seguir las enseñanzas de los pioneros del género, que eran verdaderos innovadores.

Podía estar hablando de Earl Young (Filadelfia, 1940). ¿Quién? Exactamente: no figura en la nómina de los grandes bateristas. Algo que se puede empezar a enmendar con la publicación de Groove Machine: The Earl Young Drum Sessions, una de esas deslumbrantes recopilaciones de la discográfica londinense Ace Records. A Young se le atribuye la creación del ritmo esencial del llamado Sonido Filadelfia, explotado luego por prácticamente toda la música de discoteca de los años setenta, antes de que se implantaran las máquinas. Conviene ser precavido ante las afirmaciones de que equis músico inventó tal cosa: inevitablemente surgen predecesores, pioneros desconocidos o aquella sesión en la que —podríamos decir— sonó la flauta por casualidad.

Lo de Young era consistente. Debía mantener el pulso en medio de lustrosas composiciones y/o orquestaciones de Thom Bell y la pareja Kenny Gamble-Leon Huff. Lo hacía con el patrón cuatro en el suelo, en referencia al uso insistente del bombo, achispado por el repiqueteo de los platillos del charles. Era música sofisticada, con el énfasis en letras maduras, a veces con contenidos sociales (For The Love of Money, Backstabbers, Love Train). Young no paraba: aparte de las sesiones en el estudio Sigma Sound, formaba parte de MFSB, el dream team de músicos que materializó el triunfal TSOP (The Sound Of Philadelphia).

Los mensajes buenistas de Gamble-Huff no se aplicaban a sus músicos, que —hartos de su cicatería— en buena parte desertaron para integrar la Salsoul Orchestra, bajo la dirección de Vincent Montana Jr., vibrafonista y arreglista. Young, junto con el bajista Ronnie Baker y el guitarrista Norman Harris, funcionaron como el principal motor a imitar en miles de grabaciones de disco music, quizás con la única competencia de la factoría Chic a partir de 1977. También destacaron con el grupo The Trammps, que facturó éxitos como Disco Inferno, que cerraba la banda sonora de Fiebre del sábado noche.

Groove Machine: The Earl Young Drum Sessions sigue la pauta del sello Ace, obviando mayormente los grandes pelotazos en favor de deep cuts, rarezas como las protagonizadas por B. B. King, Dusty Springfield o históricos soulmen de los sesenta, como Eddie Holman o Clyde McPhatter. Mandan las cadencias galopantes pero también se muestra su dominio de las baladas con la edición larga del sublime Be Thankful for What You Got (1972), obra de un funcionario de Washington llamado William DeVaughn, popularizada veinte años después en la versión comprimida de Massive Attack.

Buena parte del recopilatorio está copado por los O’Jays, los Whispers, los Spinners, los Delfonics, Harold Melvin and the Blue Notes y otros grupos vocales, un subgénero del soul nunca demasiado valorado en España. Ahora se puede paladear a partir de la base común de Earl Young, un tipo modesto que incluso comparte sus secretos en vídeos gratuitos.


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