Diego Ventura, decimonovena Puerta Grande
El rejoneador cortó las dos orejas al sexto tras una brillante actuación; Sergio Galán paseó un trofeo, y Rui Fernandes lo perdió al fallar en la suerte suprema. La corrida de Los Espartales, mal presentada y muy noble
Merecida, sin duda, la salida por la Puerta Grande de Diego Ventura, la decimonovena de su carrera, que se dice pronto. Su actuación ante el sexto toro de la tarde, que había brindado a Florito, el mayoral de la plaza, fue redonda de principio a fin, brillantísima, tan imperfecta como emocionante.
Esperó al toro en los medios y desde allí lo atacó cuando el animal buscaba la luz desde la puerta de toriles para clavar un primer rejón de castigo que levantó al público de sus asientos. Y tras el primer destello, un capotazo largo, sentido y hondo desde lo alto del caballo Guadalquivir.
A continuación, salió un torero cuadrúpedo, de 12 años, tordo claro, adornado con lazos rojos y azules, llamado Lío, experto en el quiebro con el que el caballero elevó la tensión hasta las banderas al clavar tres banderillas en encuentros ajustados y torerísimos. Con Fabuloso templó a dos pistas, dejándose llegar los despuntados pitones hasta la piel, tres banderillas cortas al violín a lomos de Guadiana, y, cuando la plaza entera vibraba con el caballero y su cuadra, un rejón en lo alto y la muerte fulminante del toro desplegaron el delirio y las dos orejas para el triunfador absoluto de la tarde.
No desmejoró su actuación ante el tercero, solo que falló en la suerte suprema y ese error, ya se sabe, enfría los ánimos más encendidos. Era un animal más reservón, al que Ventura templó con maestría junto a Nómada, y con Bronce alcanzó el punto culminante al quitarle la cabezada y clavar un par de banderillas a dos manos que rozó la perfección por su ejecución y colocación. Cuando el caballo abandonó el ruedo de espaldas al público, la cerrada ovación sonó a un justo homenaje.
Sergio Galán paseó un trofeo del segundo toro porque mató a la primera de un rejón contrario tras una actuación decorosa, clásica, limpia, sin momentos espectaculares, como es habitual en este caballero. Templó bien y clavó banderillas con facilidad y poco ajuste. Y como pinchó en el quinto, se quedó a las puertas de abrir el soñado cerrojo que da paso a la calle Alcalá. Volvió a estar lucido en ese toro, y quiso culminar con un par de banderillas cortas a dos manos que no tuvieron una acertada colocación.
El fallo del puntillero hizo que el cuarto toro se levantara cuando parecía vencido y el rato que tardó en caer y las dudas de Rui Fernandes con el descabello esfumaron la oreja que parecía ganada.
Muy bien estuvo el rejoneador portugués con ese oponente, ceñido, certero y torero, sobre todo montando a H-Quiebro, que, como su nombre indica, hace esa suerte con valor y ajuste. Las piruetas de Mistral —todas las piruetas que hubo en la tarde— encandilaron a los espectadores, pero el trofeo voló para decepción del caballero, que ya se veía, con razón, dando la vuelta al ruedo.
Y lo primero que hizo el toro que abrió plaza fue saltar al callejón con limpieza, con aires atléticos, y lo intentó un par de veces más. Barbeó después las tablas, desentendido del caballo, pero Fernandes consiguió encelarlo, y, con la sobriedad que le caracteriza, tuvo una actuación correcta y sin entusiasmo.
Dicho lo que antecede sobre los tres toreros a caballo, no hay que olvidar dos cuestiones importantes. La primera, el público que acude a los espectáculos de rejoneo va a divertirse, sin exigencia alguna y todo le parece bien. Incluso hay espectadores que van a la plaza con un pollo en un canasto (uno a cada uno le tiraron a Galán y a Ventura), prueba evidente de la actitud festiva de quien los porta.
Y la segunda: los toros de Los Espartales son benditas criaturas que salen al ruedo para que los caballos y los jinetes jueguen con ellos. Ni un mal gesto, todo por favor, usted primero, señor caballo, gracias, amigo, y claro, los triunfos son legítimos, pero saben a poco. Pero este, para bien o para mal, es el momento del rejoneo actual.
Los Espartales/Fernandes, Galán, Ventura
Toros despuntados para rejoneo de Los Espartales, mal presentados, nobles, reservones y colaboradores con los caballos.
Rui Fernandes: cinco pinchazos, bajonazo y un descabello (silencio); rejón en lo alto —aviso— (ovación).
Sergio Galán: rejón contrario (oreja); pinchazo y rejonazo (ovación).
Diego Ventura: tres pinchazos, rejonazo y un descabello (silencio); rejón contrario fulminante (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de Las Ventas. 1 de junio. Vigésima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno (22.117 espectadores, según la empresa).
Babelia
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