_
_
_
_
ANALFABECEDARIA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Puto Halloween

Les desearía un feliz día porque me gustan las películas de Tim Burton, pero aquí celebramos el día de difuntos yendo al cementerio a limpiar lápidas

Un hombre ante una lápida en el cementerio de Boisaca, en Santiago de Compostela, el Día de Todos los Santos de 2023.
Un hombre ante una lápida en el cementerio de Boisaca, en Santiago de Compostela, el Día de Todos los Santos de 2023.ÓSCAR CORRAL
Marta Sanz

Esta columna va sobre la muerte y sus cosas. Sé qué mires por donde mires están la luz, las energías positivas y los valores ensalzados en los anuncios de los seguros de decesos —no paran de llegar a mi bandeja de correo no deseado—, pero quizá deberíamos acostumbrarnos a la idea de que nos vamos a morir. Decía mi abuela Rufi: “No nos vamos a quedar aquí para simiente de rábanos”. Por si las moscas —necrófagas—, he donado mi cuerpo a la ciencia. Tengo un carné de “Donante de cuerpo”. El mío irá a parar a una universidad madrileña, pero si mi fallecimiento no se produce en esta mi querida comunidad, se advierte: “Avisen a la facultad de medicina más próxima”.

Mi decisión se basa en el sentido práctico, el optimismo cognoscitivo, la filantropía y el ahorro. Te quitas el lío de las pompas fúnebres, te ahorras un pico —morirse se ha puesto por las nubes— y además confías en que lo que queda de ti sirva para que futuros profesionales de la medicina entiendan lo que es un tendón sin recurrir a la IA; corporeidad y temperatura son fundamentales por mucho que ahora existan modelos de negocio centrados en el alivio del duelo gracias a la huella que nuestros muertos amados han ido imprimiendo en redes y nubes: un mensaje de voz, un emoticono, la posibilidad de prever algorítmicamente y reproducir en un mensaje la reacción de una persona difunta. Luego ese mensaje llega al móvil de una madre doliente que, en lugar de volverse loca, se tranquiliza. Los cuentos de Jeanette Winterson, los capítulos de Black Mirror o de Shatter Belt apuntan en esa dirección. Yo soy analógica y recuerdo Berenice de Poe, La pata de mono de W.W. Jacobs y El ladrón de cadáveres de Robert Louis Stevenson en la versión cinematográfica de Robert Wise. La serie A dos metros bajo tierra.

Al final, se trata del cuerpo que, como creo que escribió Katherine Anne Porter, no es un buen lugar para vivir. Pero es el lugar en que vivimos y en el que nos morimos también. Necesitamos el cuerpo, por eso las IA en las mejores novelas de ciencia-ficción no solo animan réplicas antropomórficas, sino que buscan generar una membrana. Membrana es una excelente novela de Jorge Carrión. Necesitamos un cuerpo y, por eso, me sobrecoge Descanse en paz, película de Thea Hvistendahl basada en una novela de John Ajvide Lindqvist: con qué mimo se lava el cuerpo de un muertito viviente —hijo, nieto— al que se le echan gotas en los ojos para devolverles la humedad perdida en la tierra. Con qué sumisión una mujer se somete a ser devorada por la persona que amó. El viudo y los huérfanos no reconocen a la madre perdida. Duelo, olvido, culpa, con una caligrafía cinematográfica intachable e imágenes que no te quitas de la cabeza cuando te vas a dormir. Aviso a navegantes, embalsamadoras, tanatopractores protagonistas de La muerte os sienta tan bien y científicos locos que ponen inyecciones resucitadoras como en Re-animator, película de Stuart Gordon, basada en un relato de Lovecraft: no es la ausencia del cuerpo la que causa horror, es su presencia.

Les desearía feliz Halloween porque me gustan las películas de Tim Burton, pero me permito recordarles que aquí celebramos el día de difuntos yendo al cementerio a limpiar lápidas, renovar las flores de poliéster y echarnos una lágrima o una conversación como en el arranque de Volver de Pedro Almodóvar. En cosas así me sale el colmillito patriótico, aunque, para evitar radicalizarme, haya donado mi cuerpo a la universidad. Espero no padecer catalepsia.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_