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Fernando Baptista, el mago de la infografía

La revista ‘National Geographic’ selecciona el trabajo del artista español para el Museo de la Exploración que abrirá en Washington en 2026

Fernando Baptista trabajando en el proyecto de 'Londres en papel', de National Geographic, en un fotografía cedida.
Fernando Baptista trabajando en el proyecto de 'Londres en papel', de National Geographic, en un fotografía cedida.National Geographic

El mago de la infografía existe y es vasco. Se podría dejar de leer el artículo en este punto, porque ya se ha dicho lo principal, pero es difícil resistirse a saber cómo hace su magia. Así que comencemos por el principio, como en los cuentos. El mago de la infografía se llama Fernando G. Baptista y nació en Bilbao hace 59 años. En el barrio de Begoña vivía con sus abuelos, sus padres y su hermana. Y enseguida descubrió que la magia estaba en los tebeos que su madre le compraba todos los viernes, en El Jabato, El capitán Trueno, Tarzán, Conan. Los leía compulsivamente dos o tres veces durante el fin de semana y después copiaba las viñetas que le gustaban. Así aprendió a utilizar su varita mágica, la misma que sigue usando ahora que su obra ha sido seleccionada para el Museo de la Exploración, que National Geographic abrirá en Washington en 2026: un lápiz.

El joven mago Fernando Baptista podía pasarse semanas sin salir a jugar a la calle si estaba enredado en alguno de sus proyectos: dibujar un cómic, hacer el decorado de una película de animación stop motion que iba a rodar con un amigo, construir la maqueta de un barco vikingo. También modelar la cara de un elfo inspirado en la película Cristal oscuro, de Jim Henson, y que creó con una pasta para sellar tuberías, un trozo de cuero de un zapato de su madre y un poco de pelo que una novia de entonces le cortó a su perro y le entregó en un sobre. “Cuando vi Star Wars aluciné y me propuse crear un Yoda. Lo hice bastante grande, con barro, y para que no se secara, lo metí en la nevera. Mi madre se llevó un buen susto cuando la abrió”, recuerda, en conversación por videollamada.

Llegó el momento de decidir qué iba a estudiar y se produjo una brecha familiar. “Mi profesor de inglés, Javier Gómez, que también nos daba plástica, le dijo a mi madre que yo era bueno dibujando. Así que ella apoyó que estudiara Bellas Artes, pero mi padre quería que hiciera una carrera técnica, porque decía que a lo mejor iba a ser un muerto de hambre”. Rosamari, la madre de Fernando Baptista, fallecida hace unos años, había trabajado en la conocida librería bilbaína El Carmen y tal vez por ello comprendía las aspiraciones artísticas del hijo; pero el padre, Fernando, ingeniero, aspiraba a que siguiera sus pasos como delineante. Al final, ganaron la madre, el profesor y el talento incontestable de aquel chaval que se pasaba horas y horas dibujando sin parar.

Fernando Baptista, en una fotografía cedida por el artista.
Fernando Baptista, en una fotografía cedida por el artista.National Geographic

Al terminar la carrera, vinieron los años de hacer de todo y casi al mismo tiempo: diseñaba estands para la Feria de Muestras de Bilbao, hacía guiones ilustrados para la televisión, decorados para obras de teatro, murales, ilustraciones para empresas de diseño. A la vez, estudiaba el doctorado, porque planeaba ser profesor de universidad. Pero el destino se le cruzó como suelen ocurrir las cosas importantes en la vida: por azar. En un periódico vio un anuncio para una empresa de comunicación que buscaba un infografista y envió el currículum. Era el diario El Correo. Y el mago empezó a hacer su magia. “A mí me gustaba dibujar, pero no tenía ni idea de periodismo. Aprendí mucho. Empecé haciendo los gráficos del tiempo, de la Bolsa, y después pasé a cosas más complicadas, incluyendo en las infografías ilustraciones hechas a mano y cosas que modelaba y después fotografiaba, como un calamar gigante que había aparecido en Gijón y que hice con plastilina”, recuerda.

Trabajó 14 años en El Correo hasta que un día llegó una propuesta inesperada. “Me llamaron de Estados Unidos. Era un chico que hablaba castellano y decía que llamaba de National Geographic. ‘¿La National Geographic del marco amarillo?’, le pregunté. Habían visto mi trabajo y querían encontrarse conmigo. Me pagaron un billete a Washington y pasé cuatro días con ellos. Como no hablaba inglés, sonreía mucho, porque no me enteraba de nada. Quedé muy impresionado y me parecía imposible que pudiera trabajar allí”. Baptista regresó a Bilbao creyendo que no le iban a volver a llamar, pero a los pocos días le hicieron una oferta. Dijo que sí y desde entonces han pasado 17 años. Ahora es artista senior en National Geographic y ha ganado galardones internacionales como los Premios Malofiej; un Premio de Arqueología Británica por una recreación de la historia de Londres en la que solo se usaron recortes de papel, y dos nominaciones a los Emmy por dos documentales en stop motion sobre cómo se pusieron en pie y se movieron los moáis de la Isla de Pascua y sobre la construcción de la columna de Trajano.

Infografía de la Isla de Pascua, de Fernando Baptista.
Infografía de la Isla de Pascua, de Fernando Baptista. National Geographic

“Es muy interesante trabajar con científicos, aunque a veces les tienes que convencer de que lo que haces va a quedar bien y va a ser fiel a sus estudios. Después les suele encantar. En ocasiones tenemos que decidir entre dos opiniones. En una infografía que hicimos sobre los gladiadores, trabajábamos con dos expertos, uno inglés y otro francés, que tenían una opinión distinta sobre cómo los gladiadores cogían el escudo con la mano. Al final nos decidimos por el inglés, porque había investigado más las armas romanas”, dice. Preguntado por el uso de la Inteligencia Artificial para el arte, es contundente: “Me parece una aberración. Te apropias de algo que no es tuyo. Yo llevo toda la vida trabajando unas habilidades, creando un estilo, y ahora parece que eso, que el trabajo de los artistas, se puede coger y hacer con ello lo que se quiera”.

Los resultados de ese trabajo de toda una vida se almacenan, como pueden, en su despacho en la sede de National Geographic en Washington. Los muestra en una especie de visita virtual, paseando con el portátil. Sobre las mesas y en las estanterías se ve la columna de Trajano, un William Shakespeare de papel, la recreación en arcilla del templo más antiguo del mundo, el Göbekli Tepe, que vio en Turquía, adonde viajó para hablar con su descubridor, el arqueólogo alemán Klaus Schmidt; también el elfo que hizo de adolescente y que todavía conserva; además de figuras de un tigre dientes de sable, un mamut, un neandertal, un monje medieval, y varias infografías que se utilizan ya en clases de universidad y en museos, como la de la cúpula del Duomo de Florencia o la de la reconstrucción de Nôtre Dame, que estuvo durante un año en los paneles que rodeaban las obras de la catedral.

Cuando acabe el encuentro con la periodista, Fernando Baptista tiene otra reunión. Es con los responsables del Museo de la Exploración. Ahí estarán sus infografías, sus maquetas y figuras, que ayudarán a mostrar cómo ha evolucionado la labor de esta organización, creada en 1888 para divulgar las maravillas del mundo. “Al final, mi madre le decía a mi padre: ‘¿Ves?, al chiquillo no le ha ido tan mal”, sonríe.


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