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Natalia Huarte, actriz: “Romper el silencio es un acto de valentía”

La intérprete protagoniza ‘Natacha’, un retrato amargo y cruel de la mujer trabajadora escrito por Luisa Carnés poco antes de la Guerra Civil

La actriz Natalia Huarte, en el Teatro Español, en Madrid.Samuel Sánchez

Natalia Huarte conoció la obra de Luisa Carnés, una de las intelectuales españolas exiliadas tras la Guerra Civil a las que el presidente Lázaro Cárdenas le abrió las puertas de México, gracias a la adaptación teatral que hizo hace tres años Laila Ripoll de Tea rooms. Ahora, la actriz navarra de 35 año...

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Natalia Huarte conoció la obra de Luisa Carnés, una de las intelectuales españolas exiliadas tras la Guerra Civil a las que el presidente Lázaro Cárdenas le abrió las puertas de México, gracias a la adaptación teatral que hizo hace tres años Laila Ripoll de Tea rooms. Ahora, la actriz navarra de 35 años tiene la oportunidad y la “suerte” de entrar en el universo más personal de aquella escritora progresista y luchadora con Natacha, su primera novela y la más autobiográfica. Un retrato del ambiente social y familiar de las mujeres obreras en un taller de sombreros, en los años treinta del siglo pasado, dentro de un contexto amargo y cruel. De nuevo es Laila Ripoll quien dirige esta función que se representa en el Teatro Español hasta el 30 de marzo. Natalia Huarte, una de las grandes actrices teatrales de la actualidad, ha protagonizado Paris 1940, de Josep Maria Flotats, Psicosis 4.48, con la que ganó el premio Max a la mejor actriz, o La fortaleza, de Lucía Carballal. Huarte también ha intervenido en la exitosa serie Querer, de Alauda Ruiz de Azúa.

Pregunta. ¿Qué compromiso se desprende en esta obra sobre el trabajo de las mujeres?

Respuesta. Hay un compromiso social clarísimo y un compromiso con la mujer y el contexto que la rodea. Hay algo que estoy sintiendo mucho haciendo las funciones y es la imposibilidad de estar feliz cuando uno vive rodeado de miseria. Cuando no existe capacidad de crecer y de tener un futuro digno y en libertad, cuando uno no puede ni pagar el alquiler de su casa y siente una presión social que te empuja hacia abajo, es normal que estemos tristes. Esto se refleja a la perfección en Natacha.

P. ¿No hay entonces hueco para la esperanza?

R. Quiero pensar que sí, que al final hay un momento de esperanza al transformar ese dolor en rabia. Creo que Luisa Carnés sí que tira para arriba, pero arrastrando consigo un dolor y unas heridas muy fuertes.

P. Estamos ante un retrato del mundo laboral de las mujeres de aquella época. ¿Seguimos igual?

R. Me gusta siempre pensar que algo está cambiando. Creo que hemos empezado a comunicar mejor. Natacha, en la función, no puede comunicar con nadie de su alrededor lo que le pasa y creo que hoy sí es posible poner nombre a ciertos sentimientos, a ciertos estados depresivos para que las cosas salgan a la luz. Esas mujeres vivían en un estado de silencio y resignación que creo ahora las chicas más jóvenes lo han superado.

P. ¿Es importante romper el silencio?

R. Sí, en general en todos los aspectos de la vida. Yo soy del norte y allí se palpa un fuerte silencio que se convierte en un gran peso. Hablar y romper esos silencios es un acto de valentía. Hay que hablar, pero antes es necesario partir de un estado de escucha previo a uno mismo y a los demás. Hay que atreverse a nombrar las cosas. El silencio nos lleva a un estado de enquistamiento y de nula transformación.

P. “Qué asco de vida”, “qué asco de tíos”, dice Natacha en la obra. Afirmaciones que se escuchan hoy.

R. Así es, parece que he metido morcillas en el texto y no es así. Cada día me sorprende más la similitud que encuentro entre esta Natacha, una muchacha muy joven en aquellos años treinta y yo. Es una mujer que habla muy libre, muy abiertamente de muchas cosas, como que ella no quiere formar una familia, no quiere ser madre. Es sorprendente la modernidad y la contemporaneidad de Luisa Carnés.

P. El acoso laboral y sexual aparece claro en la obra. Natacha lo sufrió en silencio. ¿Qué ha cambiado hoy con el feminismo?

R. De repente se nos ha empezado a ver. Siento que formamos parte activa, que estamos en el camino para ser parte activa de la sociedad. En la obra, Natacha asume que su jefe la va a tocar cuando se presenta en su despacho a pedirle un adelanto del sueldo y, además, se lo tiene que callar. Siento que estamos empezando a ser vistas y eso es todo un avance. Espero que sigamos por ese camino. Es un trabajo colectivo, pero también muy personal, de cada una de nosotras.

Huarte, en el Teatro Español, en Madrid. Samuel Sánchez

P. Se ha estrenado también una función sobre Carmen Conde, primera mujer académica y también algo olvidada, al igual que Luisa Carnés. ¿Les ha llegado la hora?

R. Afortunadamente sí. Con Luisa estoy fascinada. Es una mujer que me apela directamente, además de la coincidencia de que el personaje se llame Natalia como yo y que la fábrica de sombreros donde trabajaba está a lado de la casa donde vivo ahora en Madrid, cerca del Matadero. A Luisa Carnes y Carmen Conde les ha llegado la hora, pero hay tantas todavía por descubrir y adaptar en teatros.

P. En Natacha se aborda y se habla a las claras de la idea de suicidio. ¿Es esta una de las cosas que es necesario nombrar?

R. Por supuesto. Es otra de las cosas sorprendetes de la obra. Natacha dice directamente que no quiere vivir, que ha pensado en matarse. Hemos hablado mucho Laila [Ripoll] y yo sobre este tema. No me gusta mucho la palabra normalizar, pero creo que por supuesto hay que hablar de suicidio, de la depresión, de las rachas malas que uno tiene en la vida. Cuando uno habla y cuenta aparece una complicidad que te puede ayudar a salir de un mal momento.

P. ¿Es usted una persona callada?

R. Es curioso, hablo mucho y a veces me callo lo importante.

P. Ya se acercó al mundo de las mujeres republicanas en el documental Las cartas perdidas. ¿No hay que dejar de mirar atrás y más ahora con este panorama internacional?

R. Nunca debemos olvidar los ejemplos atroces vividos en el pasado. El mundo de la cultura puede contribuir mucho contra el momento aterrador que vivimos. No tiene nada que ver con las alfombras rojas y la pompa, tiene que ver con contar historias para entender el mundo.

P. En los últimos años no ha parado de trabajar, el año pasado ganó el premio Max de interpretación. ¿Qué busca y qué encuentra en el teatro?

R. Busco todas esas grietas que, a veces, en la vida me resultan difíciles, como el silencio del que hablábamos. En el teatro encuentro los sitios para conocerme mejor, saber de mis debilidades y para entender un poco mejor el mundo. Es como un pozo en el que quiero meterme hasta el fondo. En el teatro encuentro respuestas y claves para resolver problemas. Es una profesión que te invade mucho y de la que pretendo que me sirva para la vida. Yo no soy solo actriz, soy más cosas.

P. ¿Qué más cosas?

R. De momento, soy una mujer de 35 años que tiene muchos miedos, pero también mucha fortaleza. Soy amiga, soy hermana, hija, soy compañera.

P. ¿De dónde le viene la vena artística?

R. Cuando era pequeña en mi casa pasaron unas cosas un poco complicadas y creo que eso hizo que se despertara en mí una sensibilidad bastante grande. Siempre quise venir a Madrid a estudiar y cuando hice teatro en el instituto supe que yo quería meterme en la piel de otras personas. La interpretación me salva, no sé de qué, pero de algo.

P. Es una profesión tan expuesta que incita a cuestionarse el trabajo. ¿Se cuestiona usted mucho?

R. Mucho. La autocrítica exagerada es uno de mis campos de batalla más personales. Mi misión ahora es castigarme menos. Me he castigado mucho. Se me vienen fantasmas de que siempre podría haberlo hecho mejor. Ser tan autoexigente no es muy bueno.

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