Zaragoza, la ciudad más allá del Pilar
Marcada por el Ebro y su famosa plaza y basílica, la urbe rezuma encanto a través de museos poco convencionales, calles y tabernas que son un homenaje para el paladar y frondosos y artísticos parques. Un paseo entre la Zaragoza que todos conocen y la más cercana y creativa
Zaragoza es para muchos un lugar de paso. Se encuentra a apenas tres horas de otras grandes capitales como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao, por lo que quien la visita suele hacerlo como parada en un viaje más largo o como destino de un día, apreciando fugazmente solo algunos de sus encantos. Pero la gran capital del Ebro, la quinta más poblada de España, tiene suficientes atractivos como para perderse por sus calles durante más tiempo. Zaragoza como un tapiz tejido durante más de dos mil años por todas las culturas que la han habitado –romanos, visigodos, árabes y cristianos- en el que se entrecruzan los hilos de una gastronomía tradicional sin miedo a innovar, de la fuerza natural del río que la atraviesa y del arte con mayúsculas de sus mayores talentos, Francisco de Goya y Pablo Gargallo.
El Pilar, ese gran salón de la ciudad
Goya (pero no solo) y pasión por la papiroflexia
La plaza del Pilar es la plaza peatonal más grande de Europa, el lugar en el que se celebran todas las fiestas públicas de Zaragoza y tan concurrida que los zaragozanos la llaman el salón de la ciudad: por aquí pasan atareados trabajadores, jubilados más contemplativos y turistas curiosos, muchos asombrados de su magnitud. Esta explanada de medio kilómetro de largo es un escaparate de los encantos de la ciudad, testigo de su legado romano, musulmán y cristiano.
La basílica de Nuestra Señora del Pilar es el principal polo de atracción de la plaza. Se trata de una de las dos catedrales en activo de la ciudad, algo excepcional. Es un colosal edificio entre barroco y neoclásico cuyo interior está decorado con pinturas de tres aragoneses universales: Ramón Bayeu, su hermano Francisco Bayeu (pintor de corte de Carlos III) y su cuñado, el célebre Francisco de Goya. Pero su exterior, de ladrillo, al estilo aragonés que bebe de la tradición mudéjar, fue el primer protagonista del cine español: la primera película conservada (hay registro de otras previas, pero de estas no existen copias conocidas), titulada Salida de la misa de doce de la iglesia del Pilar de Zaragoza, muestra a los parroquianos frente a su fachada un día de 1898. La rodó Eduardo Jimeno, un administrativo aficionado que acabó convirtiéndose en realizador tras comprar su cámara en París a los hermanos Lumière.
A pocos pasos se alza la otra catedral, la Seo del Salvador (siglo XII), en el espacio que ocupó primero el foro de la romana Cesaraugusta y, más tarde, la mezquita principal (en su torre del campanario aún se conserva parte del minarete). A su lado, el Museo del Puerto Fluvial de Cesaraugusta, que relata la importancia de la urbe como puerto romano del Ebro.
Goya también está presente fuera de la catedral. En uno de los laterales de la plaza, se alza el conjunto escultórico que le rinde homenaje (que incluye a los majos y las majas que pintó en sus cartones para tapices). En el lado opuesto, la fuente de la Hispanidad, dedicada a la llegada a América de Cristóbal Colón, actualmente apagada y tapada por reformas. Justo detrás, junto a los restos de la muralla romana y al mercado central, despunta la escultura de César Augusto, primer emperador de Roma, bajo cuyo mandato se fundó Zaragoza y que regaló el dictador italiano Benito Mussolini a la ciudad en 1940.
Cerca de la plaza se concentran varios sorprendentes museos y tiendas centenarias que sirven para conocer mejor el carácter de sus habitantes. Se dice que los zaragozanos son tozudos y que aman la sencillez. Pero hay quien piensa que esa tozudez es en realidad perseverancia, como la que hace falta para convertirse en un virtuoso de la papiroflexia, u origami, como se conoce en Japón al arte de crear figuras de papel sin realizar cortes ni utilizar pegamento. En Zaragoza se encuentra la Escuela-Museo del Origami (Centro de Historias, plaza de San Agustín, 2), un lugar atípico que nació a partir de una tertulia en un café con más de 80 años de existencia. Su director, Jorge Pardo, explica que, desde su apertura en 2013, exponen en él los principales maestros mundiales, de Japón a EE UU, Francia o, por supuesto, España. Un arte que, como reconoce Pardo, lleva el modelaje a cotas creativas sorprendentes.
Cócteles con 'foie' o sangre de cerdo
El mundo de la coctelería tiene sus ojos puestos en un bar del centro de Zaragoza por sus recetas de vanguardia: Moonlight Experimental Bar (Santiago, 30). El responsable del revuelo es Borja Insa, coctelero zaragozano de 34 años que no para de recibir reconocimientos. El último, el de mejor bartender de España en el prestigioso congreso de gastronomía Madrid Fusión. Sus creaciones destacan por la libertad con la que utiliza ingredientes poco habituales (como el foie), fruto de su aprendizaje autodidacta, libre de convencionalismos. Otro ejemplo: “Ofrecemos un cóctel inspirado en la sobremesa, con helado de trenza de Almudévar, postre típico de aquí, café, licores y una infusión con puros de Nicaragua, que evoca aquello de café, copa y puro”. También despunta por el uso de ingredientes locales, como vinos o sangre de cerdo: “Cocemos un caldo de la tierra con especias, té de roca y sangre que le aporta un toque a hierro”, revela.
A 10 minutos del Museo del Origami, en la parte trasera de la plaza del Pilar, se encuentra el Museo de Goya Colección Ibercaja Museo Camón Aznar (Espoz y Mina, 23). Ubicado en un bello palacio renacentista, busca difundir la figura del pintor y grabador nacido en Fuendetodos (Zaragoza). Lo hace a través de 500 obras que comprenden la colección completa de sus grabados y varias de sus pinturas, entre ellas, su primer autorretrato. Cerca de allí, otro museo rinde homenaje al escultor zaragozano Pablo Gargallo (plaza de San Felipe, 3), con una gran colección de esculturas, cartones, grabados y joyas que creó a lo largo de su carrera a medio camino entre el clasicismo y la vanguardia, incluida su máxima expresión artística: la figura del profeta.
En esta ruta de museos singulares, merece la pena añadir el Museo del Fuego y de los Bomberos (Santiago Ramón y Cajal, 32), abierto hace 12 años en un antiguo convento, que reúne una colección de objetos, como cascos y extintores, desde principios del siglo XX hasta hoy, así como vehículos de todas las épocas, desde la edad media hasta el presente, como los carros con bombas manuales, los accionados por bombas de vapor o los primeros autoescala, camiones con escalera extensible.
Los amantes de lo tradicional disfrutarán con una visita a las tiendas más antiguas de Zaragoza, dedicadas a las prendas tradicionales aragonesas. Bellostas (Alfonso I, 25), fundada en 1875, vende topo tipo de complementos y bisutería, además de recuerdos para los turistas. En el 27 de la misma calle también se puede visitar Le Parisien, de 1911, para adquirir (o echar un ojo) a las prendas que componen el traje completo tradicional baturro, además de mantillas, encajes y pasamanería.
No muy lejos de ellas se puede saber cómo eran las pastelerías a finales del siglo XIX en Fantoba (Don Jaime I, 21). Fundada en 1856, aún conserva la decoración con motivos egipcios, de moda en aquella época, resultado de los deslumbrantes descubrimientos arqueológicos en Egipto. En 1995 la compró Alejandro Molina, pintor y escultor que mantuvo el recetario. Hoy lleva el negocio su hija, Ivana, que continúa preparando los dulces tradicionales como la fruta de Aragón, trozos de fruta escarchada bañada en chocolate y el guirlache, con caramelo y almendras, a la antigua usanza: sobre una mesa de piedra de Calatorao, municipio cercano, cuya porosidad y rugosidad agrega el punto perfecto a la mezcla.
Una tapita de dulce de anchoas
El Tubo es el lugar de tapeo por excelencia, un entramado de calles estrechas (que parecen tubos) lleno de bares y restaurantes a cinco minutos del Pilar. Allí está Casa Lac (Mártires, 12), dedicada a la cocina española, que proclama orgullosamente contar con la licencia de restaurante más antigua de España, de 1825. También Bodegas Almau (Estébanes, 10), nacida en 1870, regentada por la cuarta generación. Están especializados en pinchos con anchoa y, pese a su larga historia, Miguel Ángel y Noé, los herederos, ofrecen uno de los platos más innovadores del Tubo: el dulce de anchoa. Es una pequeña tosta untada con queso crema sobre la que se dispone la loncha de pescado y se adereza con confitura de tomate y virutas de chocolate. La mezcla, reconocen, sorprendió a parroquianos y turistas: “En un solo bocado se dan el salado, el amargo y el dulce”, destaca Miguel Ángel Almau.
La nueva vida del Ebro en el Parque del Agua
Un homenaje a la naturaleza fluvial y un inédito museo futurista
El Parque del Agua Luis Buñuel se extiende hacia el oeste por el meandro de las Ranillas, el único recodo que el Ebro dibuja a su paso por la ciudad. También es su parque más joven, pues nació para la Expo del Agua de 2008. Lo que antes eran campos de cultivo se transformó en un espacio verde con lagunitas por donde pasear o practicar deporte. También para descubrir algunos de los lugares más curiosos de la urbe.
En el parque se encuentra el acuario de Zaragoza (José Atarés, s/n), diferente a los convencionales porque está dedicado a cinco ecosistemas fluviales, en homenaje a su entorno. Sus tanques permiten zambullirse en los ríos más largos del mundo, el Amazonas y el Nilo; pero también en el Mekong, que recorre parte del sudeste asiático; el Murray-Darling, el segundo río más importante de Australia, que transcurre por el sur, y el Ebro, la estrella local y el más largo de España. En conjunto permite contemplar más de 5.000 ejemplares entre peces, galápagos, reptiles y pequeños mamíferos.
El oscense que llena Zaragoza de esculturas
Las esculturas y frisos de Ángel Orensanz, nacido en Laurés (Huesca) hace 84 años y afincado en Nueva York, están muy presentes en la vida cotidiana de los zaragozanos. Cerca del Parque del Agua, en el World Trade Center Zaragoza (WTZC), se puede ver una de sus obras abstractas: Agua y cosmología, una gran esfera de más de tres metros de diámetro que refleja la complejidad del mundo y la desesperación humana. En el Parque Grande está su obra más popular, el Niño y la estrella, homenaje al poeta Rubén Darío de marcado carácter lírico, mientras que en el parque del Tío Jorge se encuentra una de este personaje, un robusto campesino del Arrabal cuyo carisma le convirtió en líder de quienes lucharon en Zaragoza contra el sitio al que sometieron a la ciudad los franceses en 1808.
A 800 metros del acuario se sitúa el que quizá sea por su aspecto el museo más distinto de la ciudad. Sorprende por su arquitectura y su ubicación: suspendido sobre el Ebro. El Mobility City (avenida de Ranillas, s/n) es un museo-puente proyectado por la arquitecta anglo-iraquí Zaha Hadid, la primera mujer en conseguir el prestigioso premio Pritzker. De estilo neofuturista y con forma de tallos lanceolados de gladiolo si se observa desde arriba, acoge desde 2018 exposiciones que repasan el pasado y el futuro de la movilidad, desde coches de carreras a las motocicletas pioneras en cuanto a seguridad y sostenibilidad.
Justo en la entrada del Mobility City se alza la escultura del catalán Jaume Plensa, El Alma del Ebro, una enorme figura de un hombre sentado que abraza sus piernas, elaborada a partir de letras. Su cuerpo está abierto, hueco, para que el espectador pueda entrar en ella y explorarla, e invita a que comparta ese recogimiento y mire dentro de él mismo. A la salida se localiza el memorial al físico alemán Albert Einstein, compuesto por una escultura del científico y la cifra 50, por las 50 horas que pasó en la ciudad del Ebro, de las que el año pasado se cumplió el centenario. Entre febrero y marzo de 1923, Einstein visitó España. Estaba planeado que solo viajara a Barcelona y Madrid, pero varios profesores y catedráticos de la Universidad de Zaragoza se subieron al tren cuando viajaba de una ciudad a otra para invitarle a apearse en la capital aragonesa, según relata el historiador estadounidense Thomas F. Glick en su libro Einstein y los españoles. Así lo hizo entre el 12 y el 14 de marzo, día de su cumpleaños. El físico gozó de una visita turística, tocó el violín en una fiesta en el consulado alemán y parece que su detalle de pasar por Zaragoza quedó grabado en la memoria colectiva de sus habitantes.
El mejor ternasco de Aragón
Suave, tierna y agradable al paladar gracias a la grasa depositada entre los músculos. Esta es la clave del éxito del ternasco, una de las carnes más representativas de la cocina aragonesa, que goza de Indicación Geográfica Protegida (IGP) desde 1989 (fue la primera carne fresca reconocida en España con una denominación específica). Proviene del cordero cuando tiene en torno a 50 días (un poco más que el lechal) y forma parte de la carta de decenas de restaurantes por toda la ciudad. En abril, el Consejo Regulador entregó los Premios Ternasco Asado 2024, en los que el restaurante Celebris (paseo de los Puentes, 2), en el Parque del Agua, se llevó una mención especial, al igual que El Foro (Eduardo Ibarra, 4) y El Chalet (Santa Teresa de Jesús, 25). Además, la distinción a mejor ternasco asado tradicional fue para otro restaurante de Zaragoza, El Fuelle, que lo ganó por tercera vez consecutiva.
Un parque inmerso en la historia de la ciudad
Entre la nueva Romareda y un buen plato de migas
Al sur del centro se extiende el Parque Grande José Antonio Labordeta, el pulmón de la ciudad, un conjunto de jardines, pequeños bosques y paseos que aún no cumple un siglo, ya se inauguró en 1929 con motivo de la Exposición Hispanoamericana, y que habla sobre la ciudad. Desde 2010 recibe el nombre del cantautor y escritor José Antonio Labordeta, fallecido aquel mismo año, una de las figuras más queridas y reconocidas. Aunque la urbe está llena de parques, los zaragozanos eligen este para pasear, practicar deporte y recordar su historia.
Por él transcurre el Canal Imperial de Aragón, una de las obras hidráulicas más importantes en la Península en el siglo XVII. Se trata de una canal de riego de 110 kilómetros entre Fontellas (Navarra) y Fuentes de Ebro (Zaragoza) que también se podía navegar, de manera que se estableció un servicio de transportes y mercancías. Hoy ya no se puede recorrer en embarcación, pero existen rutas para caminar junto a él y observar la fauna y la flora que se ha desarrollado en su entorno.
Cerca del canal está el jardín botánico del parque, área que se está reformando para ampliar el lago e incorporar una colección de plantas medicinales y aromáticas en colaboración con el Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza. El recinto también alberga el parque de atracciones de la ciudad, un lugar dedicado especialmente a los niños, apto para todos los públicos, con un sabor a los de toda la vida, con noria y tres montañas rusas tradicionales.
Las grandes voces mañas descansan en Torrero
Los cementerios guardan la vida y la historia de sus ciudades: las últimas muestras de amor, reales o fingidas, de sus ciudadanos hacia sus familiares, y el recuerdo de gloriosas personalidades en tumbas monumentales. En el cementerio de Torrero (Fray Julián Garcés, s/n), a un paso del Parque Grande, yacen algunas de fama internacional. Allí descansa el cantante de ópera más importante del siglo XX, Miguel Fleta, oscense cuya meteórica carrera -estrenó Turandot de Puccini en Milán en 1926- se truncó a los 40 años; o la mayor estrella de la jota aragonesa, José Oto Royo, el Ruiseñor del Ebro. También reposan los restos de políticos, como Joaquín Costa, figura relevante del regeneracionismo, y protagonistas de historias de película como Ángel Sanz Briz, diplomático destinado en Hungría durante la Segunda Guerra Mundial que salvó a más de 5.000 judíos de caer en manos de los nazis y al que una cinta española de 2005 le rinde homenaje.
Al otro lado del parque Grande se encuentra La Romareda (Isabel la Católica, 4), el estadio del Real Zaragoza, inaugurado en 1957. El 2 de junio de este año se celebró el último partido en él antes de la profunda reforma a la que se va a someter el campo de cara al Mundial 2030 (que se celebrará en España, Portugal y Marruecos). Hasta el 28 de junio podrá visitarse antes de su despedida definitiva de los aficionados con un concierto del zaragozano Enrique Bunbury el 6 de julio.
Hay un lugar que hay que visitar antes de marcharse del parque y es quizá el más fotografiado. Se encuentra en la colina presidida por la estatua de Alfonso I, el Batallador, el monarca responsable de la expansión del Reino de Aragón tras conquistar Zaragoza en 1118, obra de José Bueno, uno de los escultores aragoneses más interesantes del primer tercio de siglo XX. Subir las escaleras entrelazadas es un esfuerzo que tiene su recompensa en las vistas que regala una vez arriba. Una de las maneras más bellas de poner el broche a una visita a la capital del Ebro.
Oda a las migas de Aragón
Si hay un plato tradicional que ha conquistado todos los rincones de España es el de las migas. Se preparan en La Mancha, Extremadura, Zamora, Murcia o Andalucía, pero también en Aragón, donde se hacen con chorizo y uvas. Esa es “la manera tradicional” como suelen decir en La Rinconada de Lorenzo (La Salle, 3), un restaurante a 10 minutos a pie del parque Grande. Pero este manjar tradicional a base de pan duro, cebolla, ajos, panceta, tomate y pimentón cuenta con un templo consagrado a él en Zaragoza: La Miguería (Santiago Sas, 6), donde las preparan de todas las maneras y con todos los aderezos, ya sea con foie, ternasco o langostinos.