De ‘Las niñas’ a las niñas-madres: el dolor de la maternidad adolescente encuentra su consuelo en el cine
Tras triunfar en los Goya con su debut, Pilar Palomero entusiasma con ‘La Maternal’. Las reflexiones maternofiliales protagonizan cuatro películas españolas del festival
Hace dos años, Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) convirtió su ópera prima, Las niñas, en una de las películas más premiadas y aplaudidas del cine español reciente. La lógica losa de aquel prematuro éxito se desintegró ayer en el Festival de San Sebastián. Su segunda película, La Maternal, lleva mucho más lejos todos los logros de aquel primer filme a lomos de una indagación, llena de amor y verdad, de la maternidad adolescente.
Es difícil no enamorarse de esta película: tras su enorme tacto, hay una mirada sensible y profunda a una realidad que se presta a los tópicos fáciles. El enorme respeto de Palomero por el tema, su manera de evitar los aspectos más morbosos, se saldan con una certeza: a Palomero le importa mucho más el material humano de su película, y eso incluye a una protagonista muy joven y a un coro de actrices secundarias naturales que han pasado por experiencias traumáticas, que embelesarse consigo misma. La Maternal no necesita ser perfecta para ser redonda y eso solo habla bien de la mujer y del equipo que ha llevado la batuta de un filme que aborda un asunto tan crudo como ser madre cuando aún no has dejado de jugar a la pelota.
La maternidad es algo mucho más complejo que ese sentimiento pleno que venden tantas películas y anuncios. Lo es para la madre de 22 años que interpreta Anna Castillo en Los girasoles silvestres, de Jaime Rosales, y lo es para aquella fuera de toda norma que da vida Emma Suárez en La consagración de la primavera, de Fernando Franco, dos películas a concurso este año. También, para esa idealizada madre ausente a la que Carla Simón le ha dedicado la pieza de 24 minutos Carta a mi madre para mi hijo, que se proyecta desde ayer en el Zinemaldia y que es una bella demostración de lo que el cine es capaz de hacer con los fantasmas de la memoria. En ese vínculo roto por la prematura muerte de su madre, Simón echa mano, ahora que ella también ha sido madre, de sus sueños y de una canción de Lole y Manuel para reconstruir y dar luz a una sombra.
La música también es central en la película de Pilar Palomero. Concretamente, la canción de Estopa que la madre interpretada por la magnífica actriz Ángela Cervantes le ponía a la protagonista cuando era un bebé. Ese bebé es el que ahora, con 14 años, tiene que crecer a la fuerza por un embarazo precoz. Aunque la rutina alrededor del centro de acogida de menores embarazadas es lo más sensible del filme, también entra dentro de lo más previsible.
Pero donde La Maternal se dispara es en la relación entre Cervantes y su hija, interpretada por una extraordinaria Carla Quílez. Es esa dificultosa historia de amor entre una madre-niña (Cervantes) y una niña-madre (Quílez) la que corta la respiración. Tiene ecos al Jamón, jamón de Bigas Lunas (no es casual que el personaje de Cervantes se llame Penélope y que vivan en un pobre restaurante de la carretera de los Monegros), pero también a The Florida Project, de Sean Baker, una de las películas que mejor ha contado ese extraño juego roto que se establece entre una madre joven y perdida y su niña.
La presentación del personaje de Clara es formidable, viendo porno en el móvil con su “mejor amigo”, jugando al fútbol, más dura y rápida que cualquier chico. Es una “punki”, como lo era Linda Manz en Out of the Blue, la obra maestra de Dennis Hopper. Una pequeña punki que baila reggaeton y trap y tiene celos del novio de su madre, porque como todas las chicas duras en el fondo solo quiere que su madre sea para ella sola.
La Maternal es una película tan dolorosa como emocionante. Y tiene muchas papeletas para estar en el palmarés del próximo sábado. Lo esté o no, su contagiosa verdad ya está en marcha.
Babelia
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