El “milagro” de Michael Barenboim y el Ensemble Nasmé
La formación de cámara integrada por cinco músicos palestinos y liderada por el violinista -e hijo del mítico pianista y director de orquesta Daniel Barenboim- debuta el 11 de enero en una gira que les llevará por cinco islas del archipiélago canario
Fadwa Qamhia toca el contrabajo, se gana así la vida, reside a caballo entre Montpellier y Berlín… y es palestina. Esto último, su origen, es lo que convierte en “un milagro” —son palabras suyas— la gira que la va a llevar a ella y a otros cuatro músicos palestinos por escenarios de todo el archipiélago canario, liderados por el violinista Michael Barenboim (París, 1985): “Sin él, esto no habría sido posible o habría tardado años en concretarse”, afirma, y continúa razonando: “Con el trauma, con las dificultades que afrontamos, ver un músico palestino que alcance la excelencia y el éxito ¿qué otro nombre merece? Milagro”.
Esta formación de cámara, el Ensemble Nasmé, abrirá el 11 de enero en La Palma la 41ª edición del Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) y viajará luego a Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, con un repertorio que conjuga nombres de compositores clásicos occidentales como Rossini, Mozart o Dvořák con otros como el del contemporáneo Kareem Roustom (Damasco, 1971), estadounidense de origen sirio cuya obra conecta con la tradición cultural de Oriente Próximo y que ha compuesto los Cantos y danzas palestinos que interpretará el Ensemble Nasmé.
Una brisa de aire
Nasmé significa brisa en árabe. Fue a Qamhia a quien se le ocurrió bautizar así a la formación musical, según indica Barenboim, que confiesa que querría haber llamado al grupo simplemente Ensamble Palestina, como es costumbre cuando giran representando musicalmente a un territorio, “pero ya ese primer paso para constituirnos supuso algunos problemas”, cuenta. ¿Por qué brisa? Qamhia lo explica con vehemencia: “Nasmé no pretende reclamar aires de esperanza, los palestinos estamos hartos de la palabra esperanza, es un eufemismo que solo tiene sentido entre los occidentales. Nasmé lo empleamos en el sentido de nuestro propio hálito, la prueba que demuestra que respiramos, que existimos y que nos esforzamos”.
Ese era uno de los propósitos de Michael, hijo del legendario pianista y director Daniel Barenboim, darles la oportunidad de que se expresasen con voz propia, desde el sonido de sus instrumentos. “Apenas permitimos que hablen por sí mismos, los constreñimos a los estereotipos, o terroristas o víctimas. Pues aquí vamos a ver otra foto, a cinco músicos talentosísimos que muestran orgullo por su identidad desde lo que saben hacer mejor”, explica.
Ver a cinco músicos palestinos tocando sobre el escenario es una prueba de que existimos, de nuestra humanidad
Fadwa Qamhia, contrabajista
Qamhia es de Nablus y estudió cerca de Ramala, pero pronto debió marcharse a Europa para formarse en su disciplina: “En toda Palestina debemos ser máximo 20 las personas las que tocamos el contrabajo”, cuenta, como si de veras hiciera el cálculo mientras lo relata. Los cinco instrumentistas del Ensemble Nasmé proceden de la Barenboim-Said Akademie de Berlín, una escuela musical célebre por su excelencia artística. La Fundación Barenboim-Said, que crearon a medias el gran intelectual Edward Said y Barenboim padre, abrió hace años una escuela de música en Ramala a la que pudieron asistir dos de los integrantes del Ensemble Nasmé de niños.
Sin embargo, el camino hacia el profesionalismo pasó por marcharse, dadas las dificultades que afronta el que se queda. Las resume Fadwa Qamhia con un ejemplo ilustrativo: “Ensayar juntos los miembros de una orquesta o una banda en Palestina es casi imposible: algunos no pueden poner un pie en Jerusalén, otros no pueden pasar a Cisjordania… Para encontrarse todos los músicos han de cruzar a Jordania. Pero eso implica superar tres fronteras, un viaje que, dependiendo del día, puede suponer una jornada completa de trayecto y pagos de tasas de entrada y salida que pueden ascender a más de 250 euros por cabeza… Con este panorama, no ya un músico, sino cualquier palestino que alcance la excelencia en su campo merece todo el crédito. Insisto: es un milagro”.
La música, una plataforma
Para Qamhia, la música clásica nunca ha tenido esa pátina de presunción que hoy algunos le ven, no puede entenderla como manifestación propia de las élites, cuando encuentra pertenencia en ella: “Es belleza, es expresión de humanidad, sentimientos puros”, dice, y cree que justo eso es lo que podrán percibir quienes se asomen a verlos en concierto. El deseo ferviente que comparten los miembros del Ensemble y Barenboim es que esto sea el comienzo de algo mayor; que lo que va estrenarse en el FIMC, en Canarias, adquiera un recorrido trascendente: que los programadores quieran contar con ellos y puedan tocar en muchos más escenarios, viajar por toda Europa. Inspirar desde la música reflexión y acción.
Lanzan un mensaje: “Estamos aquí y os necesitamos, no somos titulares abstractos de periódico”, dice Qamhia, que opina que su música comparte energía con los que componen poemas o se manifiestan en la calle. “Es nuestra responsabilidad hacer lo que podemos”, sentencia Barenboim, “y nosotros lo que podemos hacer es música”.
1. Katia Abdel Kader (viola). 2. Ibrahim Alshaikh (clarinete). 3. Hisham Khoury (violín). 4. Soheil Kanaan (violonchelo).