Una arquitecta que solo construye conciencia
La investigadora y divulgadora (y cantante y guitarrista) Nuria Moliner no soñaba con dejar su huella en el horizonte de su Barcelona natal. Enamorada de la cultura, entiende la arquitectura como una disciplina humanista, que debe contribuir a la consecución de un mundo más sostenible
NURIA MOLINER
Arquitecta y música
Una arquitecta que, por razones éticas, eligió no construir. Así es como se define ella. Nuria Moliner (Barcelona, 1991) sufrió un choque de realidad tras licenciarse: ¿cómo podía ser que después de un aprendizaje tan exigente y largo su papel en la sociedad fuera el de contribuir al problema? El sector de la construcción, explica Moliner, es responsable de hasta el 40% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Es más: “Si el hormigón fuese un territorio, sería el país más contaminante del mundo, solo tras EE UU y China”, cuenta la investigadora. No. El sueño de Moliner no podía ser el de tantos, levantar un rascacielos, diseñar y erigir una obra monumental que la trascendiera y que siguiera en pie por los siglos de los siglos. No a cualquier precio. Ella quería ser parte de la solución.
Por eso, la protagonista de este nuevo episodio de Talento a bordo, el proyecto de Iberia para dar voz y destacar el talento español y en español que brilla en tantas disciplinas, decidió que se dedicaría al estudio y a la divulgación. A abrirnos los ojos. Porque “la arquitectura es la escenografía de nuestras vidas y nos interpela a todos”. Cómo está diseñada una calle, vivir en una vivienda térmicamente eficiente o no, confortable, construida con materiales poco contaminantes... De eso va realmente la arquitectura. Y, opina Moliner, en un contexto de crisis climática, ese es el único camino de futuro posible: el de una arquitectura y un urbanismo sostenibles.
Ese era su propósito, el mensaje que quería lanzar, cuando durante cinco temporadas presentó en TVE Escala humana. Todo un hito: un programa en la televisión pública hablando, de pronto, sobre cooperativas de vivienda, las ciudades del futuro... Tras la experiencia, en 2022 Moliner decidió montar su propia productora, especializada en comunicación cultural. La llamó Prestalgia, vocablo que da título también a uno de los temas de su banda Intana, y que viene a significar algo así como nostalgia preventiva, morriña de lo que ni siquiera se ha perdido todavía.
Para esta enamorada de la cultura, una caja de sorpresas a rebosar de talento, su gran pasión, “la original”, según confiesa, es la música. Además de arquitecta, investigadora y comunicadora, Moliner es la guitarrista del grupo Delafé y las Flores Azules y la cantante y líder de Intana: “Tal vez la música sea más visceral, más subjetiva; un impulso más pasional. Expresividad y creación puras. Pero la arquitectura tiene algo de eso también”, compara. “Yo siempre digo que arquitectura y música son un equilibrio entre técnica y creatividad, entre un lado y otro del cerebro. Y me gustaría pensar que parten del mismo lugar”. En esa exigente búsqueda de la armonía se mueve una Moliner que, a veces, tiene que soportar el menosprecio de quienes creen que sus incursiones en los escenarios o su labor como divulgadora hacen de ella una peor arquitectecta. No está de acuerdo, claro: “Todo lo que uno aprende suma”, dice, antes de revelar cuánta pena le daría tener que renunciar a alguna de las mitades. “Arquitectura y música forman parte de quien soy”.