El nuevo renacimiento de la ciudad de Cervantes
Alcalá de Henares, localidad en la que nació el autor de ‘El Quijote’, transita de zona industrial a polo cultural y turístico de Madrid tras ser nombrada Patrimonio Mundial, la apertura de su parador y los descubrimientos en el yacimiento romano de Complutum
A Alcalá de Henares (Madrid) le resultaba escasa la inmensidad de Miguel de Cervantes para atraer visitantes. Tampoco eran suficientes la fachada plateresca y los claustros de la universidad en la que estudiaron Quevedo y Lope de Vega, fundada en 1499 por el cardenal Cisneros. Ni siquiera el corral de comedias de 1601, que todavía acoge representaciones teatrales. Hubo que esperar a que la Unesco nombrara Patrimonio de la Humanidad en 1998 a esta localidad de 195.982 habitantes para que se iniciara la transición de ciudad dormitorio a destino en el que dormir el fin de semana, de zona industrial bien conectada a lugar de visita y recreo. Hubo también que esperar a la inauguración en 2009 del parador, que recibe turismo de congresos entre semana y acoge a visitantes nacionales los días festivos, un gran hotel que ha impulsado la creación de otros alojamientos y un refinamiento de la gastronomía. Y hubo que esperar a la apertura en 2012 del yacimiento romano Complutum, que descubre el pasado más lejano y desconocido de Alcalá para construir el futuro más inmediato y comentado.
El parador y su comarca
Alcalá de Henares se despoja de su carácter industrial a la fuerza debido a la deslocalización de las fábricas y abraza el turismo por convicción y por mérito. Ubicada a 20 minutos del aeropuerto y a 30 de Madrid, ya se sienta a la misma mesa de Chinchón, Aranjuez y El Escorial y pide sitio en la que comen Toledo, Segovia y Ávila, lugares todos visitados por los madrileños cuando la playa les queda demasiado lejos para una excursión y sitios escogidos por los de fuera cuando su estancia en la capital se prolonga por más de una semana.
Los atractivos monumentales de Alcalá llevan siglos en su sitio, pero ni los alcalaínos los glorificaban ni los de fuera los conocían. Julio García-Abad, guía turístico local con 25 años de experiencia, recuerda que en los noventa no existía concejalía de Turismo en la ciudad. Los únicos clientes que tenía entonces eran los padres que visitaban a sus hijos, militares que formaban parte de la Brigada Paracaidista. García-Abad se acercaba a las inmediaciones de esta sede militar, que dejó de serlo en 1997 y hoy conocida como el Edificio Cisneros (perteneciente ahora a la universidad), y les ofrecía sus servicios. Antes de los free tours existía la puerta fría en las visitas guiadas.
“No había casi hoteles”, asegura el fundador de Turismo Alcalá, empresa pionera local del sector. “La apertura del parador no hizo mucha gracia al principio a la gente de aquí. Pensaban que lo iba a acaparar todo. Con el tiempo se ha visto que ha servido como un imán para atraer negocio. Todo el mundo se beneficia”, explica desde lo alto de la torre de la desaparecida iglesia de Santa María la Mayor, destruida en la Guerra Civil, en la plaza de Cervantes. Incluso propietarios de restaurantes como José Leiva, que regenta El Hidalgo desde 1995, pensaban que iba a fracasar: “¿Quién se va a quedar a dormir en Alcalá?”, se preguntaba. “La ciudad estaba antes más apagada. La apertura del parador fue buena para el comercio”, cuenta Leiva en su local recubierto de azulejos de cerámica de Talavera donde sirven “embutidos y laterío”. Hoy existen mil plazas hoteleras de alojamientos de tres o cuatro estrellas en Alcalá. Puede que la ciudad se vea en un día, pero se disfruta más en dos.
Dentro del parador
Pedro Soria es el director del parador desde que se iniciaron las obras en 2007. Este jienense de 66 años a punto de cumplir la mitad de siglo en la compañía resume el cambio que ha experimentado la ciudad en las últimas dos décadas: “Antes estaba un poco deteriorada, resultaba poco atractiva”. Soria abunda en el trasvase de renta y empleo del sector secundario al terciario, la tónica en España: el sector servicios acaparaba uno de cada tres empleos en 1960, según el Banco de España; hoy, el ratio es tres de cada cuatro.
“Existían grandes fábricas de sanitarios, de tejidos, de electrodomésticos… Pero no se hablaba del Alcalá turístico. Somos un dinamizador”, asegura en La Hostería del Estudiante, un parador sin habitaciones –antes también se los conocía como tal aunque solo dieran comidas– que está en funcionamiento desde 1930. Cuando nace Paradores en 1928 con su apertura en Gredos, se crea una red de establecimientos donde dormir y comer y otros que solo ejercían como restaurantes. De estos últimos, La Hostería del Estudiante es el único que se mantiene abierto. Se encuentra en la calle Colegios, enfrente del parador, en el antiguo colegio menor de San Jerónimo. Comparte el patio Trilingüe con el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, donde cada 23 de abril se entregan los premios Cervantes. La ceremonia de este año es el viernes 22 por caer en sábado la conmemoración de la muerte del escritor.
La conveniencia del turismo de congresos
Los turistas extranjeros que acuden a congresos y convenciones no intuyen desde Alemania o el Reino Unido que van a alojarse en el centro de una ciudad hermosa, con historia, poblada de cada vez mejores restaurantes, que se recorre a pie de maravilla y con ambiente para que, cuando termina la jornada en el hotel, empiece un nuevo día en las calles, donde se mezclan, queriendo o sin querer, con algunos de los 28.705 alumnos (59% mujeres) y 2.218 docentes (56% hombres) de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH). Esta institución se creó en 1977 y cuenta con un campus en el casco histórico que alberga las facultades de Letras, otro a las afueras (Ciencias) y un tercero a 25 kilómetros, en Guadalajara (Ciencias también). La Universidad primigenia, fundada por el cardenal Cisneros en 1499, se trasladó a Madrid en 1836 por orden de Isabel II (la actual Complutense). A diferencia de Granada, Salamanca o Santiago, hay estudiantes que no viven en Alcalá. No es óbice para que los bares sirvan tapas contundentes que apañan una cena.
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Aunque lo que tiene interés gastronómico son los postres. Tres y bien diferentes: las rosquillas de hojaldre y yema; la costrada, que se elabora con crema y merengue, y las almendras garrapiñadas. Ignacio García regenta junto con su hermana María Isabel el negocio familiar MAIIG (acrónimo de sus nombres), uno de los pocos comercios tradicionales que aguantan en la calle Mayor. Por él pasan jóvenes extranjeros que vienen a estudiar español a la universidad, jubilados que llegan en autobús y residentes en la Comunidad de Madrid que se desplazan en Cercanías o en sus coches particulares para visitar la ciudad. La Administración local se lo pone cada vez más fácil a todos. En los últimos años se ha ido peatonalizando el casco antiguo, una medida que siempre sigue el mismo proceso en las grandes ciudades: se cuestiona, se acepta, se celebra y se pide su ampliación.
Tres salidas de ida y vuelta en un día
García, nacido en Alcalá, reconoce que el parador es un sitio emblemático a pesar de su corta historia. “Hay quien va a tomar un café o incluso al spa”, afirma este confitero, que recuerda el tipo de visitante que predominaba antes y que aún existe: “Gente de los pueblos de alrededor que venían al cine, a pasear. Es una capital de comarca grande”. Alcalá se encuentra en una eje industrial y empresarial conocido como el Corredor del Henares, una zona muy poblada del noreste de la Comunidad donde se encuentran otros municipios como Torrejón de Ardoz, San Fernando de Henares o Coslada, ubicados en la vega del río Henares, en torno a la A2, cerca del aeropuerto y de Ifema. Una situación extraordinaria que propicia la llegada de turismo de congresos y un hotel, el parador, con 1.000 m² repartidos en 11 salas para albergar convenciones de hasta 480 asistentes. “Este tipo de clientes supone el 40% de nuestra ocupación y existe una gran infraestructura hotelera para este turismo a precios más económicos que en Madrid”, afirma el director. La ocupación total en Alcalá de Henares era de entre el 70% y el 80% gracias a este turismo en 2019, cifras que esperan recuperar poco a poco.
MUCHO QUE VER Y NO MENOS QUE HACER
El futuro se encuentra en unas ruinas del siglo III
El crecimiento del turismo no se detiene. García-Abad señala la ciudad romana de Complutum, ubicada a un kilómetro y medio de la catedral magistral de los Santos Justo y Pastor, como el gran elemento de atracción para los próximos años. “Es el futuro. Queda mucho por saber. No vamos a descubrir más edificios de la universidad u otros monumentos en el centro”, afirma el guía. Un equipo de arqueólogos lleva tres décadas reconstruyendo las pinturas murales de la casa de los grifos, una mansión romana próxima al foro en el asentamiento de Complutum.
Por primera vez han logrado juntar miles de trozos y alumbrar el rostro del dios Dioniso Sardanápalo y una mujer, esta última la propietaria según las investigaciones de esta casa en la que se organizaban reuniones de corte intelectual. La entrada a Complutum es gratuita y en una garita espera Eduardo Cuadra, un vecino de Carabanchel que lleva 11 años contando con pasión lo que allí sucedía hace dos milenios.
“Al público se le muestra una hectárea de este asentamiento. Quedan otras 15 por excavar en los próximos 100 años”, afirma Cuadra mientras camina al lado de unas termas, muy próximas al espacio que ocupaba la basílica. “Los romanos viajaban mucho. Pero no como se viaja ahora. No visitaban el patrimonio de las ciudades”. Y añade este técnico en Turismo y estudiante de Historia: “Pero sí paraban y descansaban y comían en asentamientos como Complutum, una ciudad que ejercía como un pequeño parador entonces”. Hoy llegan visitantes de fin de semana y alumnos de colegios de toda la región, sabedores desde el principio de que a Cervantes, cuatro siglos después, le queda mucha vida y a Complutum, desde ahora, también.