El Mallorca amarga a Manzano

Con un ejercicio de pragmatismo y orden, gracias a futbolistas conocedores de su oficio y con la suerte justa en los momentos decisivos, el Mallorca acabó con el romance que mantenía el Sevilla de Gregorio Manzano con su estadio, donde solo sabía acumular victorias. El triunfo isleño, de indudable valor, priva al conjunto andaluz de ocupar una plaza de Liga de Campeones y, al mismo tiempo, descose la herida abierta en el club sevillano en torno a una planificación más que discreta ante una temporada muy exigente.

Ganó el Mallorca porque fue mejor que su rival en el centro del campo, donde De Guzmán y Martí impusieron su ritmo ante un Sevilla sin patrón, incapaz de jugar al son de futbolistas de poco fuste y escasa jerarquía, casos del veterano Renato o el recién llegado Cigarini. Tan evidente fue la superioridad del Mallorca, traducida en el excelente gol de Pereira, que Manzano apostó por el fútbol directo y la acumulación de delanteros para saltarse cientos de metros en la búsqueda de la meta de Aouate. Al intento de abordaje, el Mallorca respondió con orden, aunque acusó la pelea sin intermediarios que le propusieron Luis Fabiano, Kanouté y Negredo. Como resultado del atropello, el propio Luis Fabiano gozó de dos claras ocasiones antes de empatar el encuentro después de recibir un gran pase de Renato, más entonado cerca del área rival.

Ensimismado en su desorden, al Sevilla le faltó cabeza. Una absurda falta de Alexis en la banda provocó un lanzamiento envenenado de De Guzmán que Webó remató con acierto mientras Negredo, un delantero, deshacía el fuera de juego. El fútbol, un deporte para listos, acabó premiando al que actuó con más cordura.

Sevilla 1 - Mallorca 2