El Madrid encalla en Riazor
El conjunto de Mourinho juega con prisas y sin autoridad y se queda a siete puntos del Barça
Riazor festejó durante años goleadas y desastres del Real Madrid, y ayer conmemoró como una hazaña el empate de su equipo ante un rival que pudo e incluso mereció ganar, pero al que le faltó autoridad para imponerse a un rival que pelea por la pervivencia en la categoría. En esta Liga en la que lo cotidiano es que los dos grandes resuelvan con solvencia, y hasta con estrépito, incluso a domicilio, el Madrid tuvo un tropiezo de los que cuentan en la suma final. Ahora camina a siete puntos del Barcelona y la cuenta atrás no se detiene, sino que se ha descontado otra jornada.
El Madrid salió al campo en estado de excitación. Pudo ser por la victoria del Barcelona en Mallorca o por una cierta ansiedad por encarrilar el partido cuanto antes y asegurarse una noche plácida ahora que el calendario demanda esfuerzos tan continuados. El caso es que partió con prisa, pendiente de reclamar las pérdidas de tiempo del Deportivo, que siempre tuvo claro su papel, acelerado para que el balón se pusiera en juego con rapidez después de cada interrupción. El frenesí devino en un ritmo alto en el movimiento del balón, en el intercambio de posiciones. Mourinho, que tiene pendiente encontrar acomodo a Kaká en el once, se lo buscó en una triple mediapunta en la que debía evolucionar junto a Cristiano Ronaldo y Özil. Hubo libertad para los tres, pero también una querencia por buscar los territorios interiores. Y ahí les esperaba medio Deportivo.
DEPORTIVO 0 - REAL MADRID 0
0-Deportivo: Aranzubia; Laure, Lopo, Colotto, Morel; Rubén Pérez, Antonio Tomás; Guardado (Pablo Alvarez; min.56), Juan Rodríguez, Adrián (Lassad; min.72); y Sand (Riki; min.83).
0-Real Madrid: Casillas; Ramos, Carvalho, Pepe, Marcelo (Granero; min.76); Lass Diarra (Di María; min.60), Xabi Alonso; Kaká (Adebayor; min.60), Ozil, Cristiano Ronaldo; y Benzema.
Árbitro: Fernández Borbalán, del Colegio Andaluz. Mostró amarilla a Carvalho (min.49), a Pepe (min.60) y Granero (min.86), por parte del Real Madrid; y a Laure (min.71), Rubén Pérez (min.75), Sand (min.83) y Riki (min.91), por parte del Deportivo.
El equipo de Lotina decidió aguardar en la frontal, con su zaga de cuatro bien cerrada y los dos mediocentros en línea, nada de escalonamientos ni fruslerías, solo trabajo en la trinchera y coberturas. No tenía salida por ahí el Deportivo, pero tampoco pareció importarle. Era el plan. Tampoco hubiera estado de más que pusiera algo de fútbol. Pero jugaron con el reloj. Los minutos pasaron y donde el Madrid comenzó gustándose en el toque y la pared acabó con la sensación de toparse con un muro. Las grietas fueron mínimas, apenas una combinación de Kaká y Cristiano que este remató a la red en fuera de juego y algún disparo lejano; las alternativas también porque tanto talento ante la frontal fue incapaz de alzar la cabeza y otear hacia los flancos, donde Marcelo y Sergio Ramos pasaron inadvertidos.
Nada invitó a que el Depor se abriera. Cada vez que el balón le llevó a posiciones atacantes, sufrió para regresar, esclavo de la velocidad que imprime el Real Madrid a cada contra. Su heráldica, su superioridad y la disposición del rival orienta al equipo de Mourinho a afrontar este tipo de partidos a partir de un fútbol combinativo en espacios reducidos, pero donde realmente se encuentra cómodo, donde explota su potencial, es en la réplica, en el pase de Özil o Kaká y el galope de Cristiano Ronaldo. Sin campo abierto, Mourinho buscó galgos. Los tenía a su vera, que para eso entrena al Madrid y tiene de todo. Adebayor y Di María salieron para abrir el campo a lo largo y a lo ancho, también para resituar a Özil y escorar a Cristiano, que comenzó en posiciones más centradas, hacia la derecha. Pero el crono no paraba y el Deportivo, que había comenzado con las dudas propias de un equipo sometido, redobló esfuerzos y hasta encontró aliento para acercarse a Casillas, siempre con un objetivo mínimo: acabar las jugadas y al menos dar opción al repliegue.
Niveló el partido el Deportivo, pero semejaba evidente que le aguardaba un final en el alambre. Adebayor remató al palo y desató la carga final del Madrid. La lideró Cristiano, que encontró un filón en Morel, al que sacó las pegatinas en cada carrera. Era un filón previsible, pero Mourinho no lo explotó hasta la media hora final. Cristiano se fabricó un nuevo remate al poste apenas cuatro minutos después del de Adebayor. En la misma jugada Aranzubia sacó una mano prodigiosa para desviar a córner una volea de Di María y poco después resolvió ante Benzema, distraído en la boca de gol. Fue ahí, en ese arreón final, cuando el Madrid, necesitado y enrabietado, mostró todo el potencial que se le supone, esa fuerza y exuberancia que es seña de identidad. Lo hizo demasiado tarde.
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