La revancha de Boston
La ciudad celebra el éxito de los Red Sox, su equipo de béisbol, impulsado hasta el título por el recuerdo del atentado del maratón y tras ser último la temporada pasada
Apenas medio año después del atentado del maratón de Boston, el 15 de abril, la ciudad vuelve a estar de fiesta con el deporte. La guinda del pastel victorioso, que ha devuelto la alegría a una urbe sacudida por la tragedia terrorista, será este sábado. El tradicional desfile del equipo de los Red Sox, ganador de la Series Mundiales de béisbol el miércoles se espera que reúna a millones de personas. Aficionados y no aficionados a este deporte, porque el triunfo sobre los Cardinals de San Luis ha sido mucho más que una victoria deportiva.
La nueva tradición incluirá el paseo en coches anfibios, que saldrán del mítico estadio de Fenway Park, recorrerán la calle Boylston y terminarán en el río Charles. Así lo confirmó el alcalde Tom Menino, que se despide el martes de su cargo al no presentarse por sexta vez a la reelección. Tras vivir en silla de ruedas los días del atentado, convaleciente de una operación, su marcha es lo más parecido a una revancha gloriosa.
Los jugadores caribeños y japoneses mandan muchas veces más que los estadounidenses en su propio país. El triunfo de los Red Sox es el último ejemplo. Los nipones Uehara y Tuezawa fueron claves de la victoria. Pero el dominicano David Ortiz, un veterano de 37 años, que fue declarado el jugador más valioso, ha sido el mayor ejemplo de superación tras la tragedia. Ya fue el elegido para representar al equipo en los actos donde se impuso a sangre y fuego el lema Boston, sé fuerte. Y sus palabras tras recoger el trofeo —“Esto es para ti, Boston, te lo mereces”— fueron elocuentes. Los Red Sox jugaron impulsados por mucho más que sus lanzamientos técnicos o sus bateos potentes y profundos.
Es el primer triunfo que celebran como locales después de 95 años
Los Red Sox hicieron historia casi centenaria en una de esas estadísticas que tanto gustan en Estados Unidos. Después de 95 años volvieron a festejar el título en su casa lo que también se llama el Clásico de Otoño. Entonces, en 1918, aún formaba parte del equipo Babe Ruth, una de las grandes leyendas del béisbol, que dos años después ficharía por los Yankees de Nueva York. Después, pasaron 86 años hasta un nuevo título en 2004, primera gran alegría, repetida en 2007.
Los Red Sox no parecían precisamente favoritos esta temporada tras haber quedado últimos la pasada. El espíritu de Boston, el ponerse de pie después de las bombas, también hizo su parte. Fue el empujón que faltaba, porque la rabia del desastre de 2012 convirtió al grupo en una máquina de ganar. Tras la temporada regular, eliminó a Tampa Bay por 3-1 en semifinales de la Liga Americana y por 4-2 a Detroit en la final. El comienzo de las Series Mundiales contra los Cardinals fue abrumador: 8-1. Dos derrotas posteriores, por 4-2 y 5-4, no impidieron que empataran la serie a domicilio, al vencer por 4-2. Ahí salió a relucir la figura de Ortiz. Fue también clave en una arenga casi militar. El equipo de San Luis, siempre peligroso, se fue quedando sin bateo y sin carreras. El 3-1 en el quinto partido, que puso el 3-2 global para Boston precedió al 6-1 rotundo para el éxtasis de toda una ciudad.
El dominicano Ortiz, de 37 años, fue declarado el jugador más valioso de la liga
Tercera gloria en 10 años de la nueva era de los Red Sox. Otro siglo para ganar un campeonato mundial oficioso en este deporte, porque como ocurre en los otros grandes de Estados Unidos, es un mundo aparte. Solo el baloncesto se ha permitido la comparación real desde los Juegos de Barcelona 92 con el Dream Team y ya se ha visto que alguna vez la NBA no es tan imbatible. Incluso España se ha acercado y la humillante medalla de bronce en Atenas 2004 demostró que no se puede despreciar al resto del mundo. En el hockey hielo también han seguido ese camino, aunque su dominio es muchísimo más contestado por los muchos extranjeros de gran nivel, y en el fútbol americano ni se lo plantean porque su universalidad es casi nula.
En el caso del béisbol, precisamente la reticencia de las Grandes Ligas a que sus jugadores participaran precipitó la expulsión del deporte del programa olímpico. El escándalo de dopaje que afectó a algunos de los mejores equipos y de sus estrellas revelan que este deporte es un nido de dopaje inmenso, algo imposible de compatibilizar con otros países. Pero esa es otra historia. Hay fiesta en Boston.
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