Todo o nada para el Barça
Los azulgrana se aferran a ganar la Copa ante el máximo rival para enderezar la temporada
No hay vuelta de hoja: todo o nada para el Barça. Hace años, en aquel viejo Barça de Copas y Recopas, un Barça menor que a muchas generaciones les sonará a batallita, no había mejor terapia que algún torneo de este pelo. El Barça de hoy está como el de entonces, con la Copa como remedio y el club en la hoguera. No tiene otro sustento, dado su desliz en Europa y su dejadez en la Liga, donde le ha podido la pereza ya fuera en Pamplona, Valladolid o Granada. Los mismos síntomas de aquel equipo errático, vulnerable y victimista que antes de la llegada al banquillo de Johan Cruyff se despellejaba a sí mismo ante el paso de una mosca. Fue precisamente en una final de Copa ante el Real Madrid, y en Mestalla, donde Cruyff, ya entrenador, salvó el puesto; y también fue una final similar donde Pep Guardiola empezó su despegue hacia el infinito. Pero Martino no es Cruyff ni Guardiola, y en sus primeras prácticas por Europa asume la cita de hoy como el mayor reto de su carrera, nada que ver con Ñul o Paraguay. Enfrente, Carlo Ancelotti, un técnico con una mochila de finales a sus espaldas y un Real Madrid al que la Copa siempre le supuso una pedrea y que aún tiene red. Sobrevive en la Champions y en la Liga, pero otro petardazo ante los azulgrana le dejará una cicatriz.
Ni Barça ni Madrid han sido fiables en los grandes retos de la temporada. En sus duelos directos se han impuesto los azulgrana, pero ambos han decepcionado cada vez que han tenido un hueso por delante. Bien lo sabe Messi, del que no hay noticias desde su visita a Chamartín. Y no estará Cristiano, protagonista de la última final entre ambos. Con todo, su baja es más asumible para el Madrid que las de su rival en defensa secuela del infortunio y la mala política de planificación. Martino, el Barça, tendrán que improvisar.
El Madrid sobrevive en la Champions y en la Liga, pero si pierde otra vez le dejará una cicatriz
El pasado verano uno y otro quisieron defender tanto las jerarquías —“esperaré a Puyol”, dijo el Tata en un guiño a las falanges del vestuario— que finalmente se ha quedado sin defensa: Piqué está casi descartado y hay dudas sobre Bartra. A Martino lo mismo le da por maquillarse con Busquets, Song o Adriano que por apelar a la heroica de Puyol.
El Barça llega a la final con el gancho en la nuez, como ha ido toda la temporada. Lo del Madrid es otra cosa. Está vivo en todas las competiciones, pero debe a su gente unas serpentinas, ante un adversario de vuelo alto. Salvo en la semifinal copera con el Atlético, certificada en la ida de rebote en rebote, no se ha visto a un Madrid de tronío ante contrarios ilustres. Sin CR, habrá que ver los planes de Ancelotti: o se tapa con Illarra y adelanta a Di María o tira un órdago de inicio con Isco. Dicho de otra forma, será interesante comprobar si prevalece el cromosoma italiano de Carletto.
Hace tiempo que Barça y Madrid se toman en serio la Copa. Su competencia de estos años les impide ceder un milímetro. Antes, sobre todo los madridistas, la afrontaban con cierto desdén. Hoy, bien saben los dos que es un torneo que quita más que da. Una final entre ellos deja migas y, desafortunadamente, broncas perecederas. Desde aquel encuentro de hace 40 años en el que el Madrid vengó el 0-5 liguero ante Cruyff y los suyos, no ha habido una final en paz, sin cortes de manga, estacazos y grescas. Un tembleque para Del Bosque, que vive estas horas en alerta. Como los barcelonistas, que se ven ante el único analgésico que les queda, salvo milagro en la Liga. Pendiente de una profunda renovación si la FIFA le indulta, el Barça depende de la Copa para afrontar con temple la transición. No le queda otra. A rebufo de su grandeza en las últimas décadas, la Copa no le valdrá para enmascarar sus grietas, pero le será un alivio. El Madrid tiene otros frentes, pero su irregularidad le tiene en vilo y más le vale una Copa en mano que…
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