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Argentina se queda sin ‘cancheros’

La falta de centrocampistas y centrales con oficio acentúan la dependencia de Messi

Diego Torres
Sabella da instrucciones a Mascherano y Messi
Sabella da instrucciones a Mascherano y MessiAFP

Leo Messi disimula la crisis del fútbol argentino. La selección posee a la mejor delantera del planeta pero por detrás escasean los centrocampistas y los zagueros de otros tiempos. El problema es acuciante para el seleccionador, Alejandro Sabella, obligado a construir el equipo sobre la base del solitario Mascherano, que parece el último de una especie. “Últimamente en Argentina surgen muchos jugadores capaces de resolver los problemas más inmediatos”, observa Sabella, “gambeteadores, improvisadores. Pero cada vez son más raros los estrategas, aquellos futbolistas que antiguamente se anticipaban a los problemas y sabían cómo sería la jugada antes de actuar”.

Durante un siglo los futbolistas argentinos se distinguieron por la locuacidad y el oficio. Hombres como Moreno, Di Stéfano, Ardiles, Maradona o Redondo eran ejemplos, en jerga rioplatense, de cancheros con chamullo. No solo eran hábiles. Comprendían el juego en toda su complejidad y empleaban el lenguaje como una herramienta para comunicarse. Esa tradición se interrumpió hace años. Hoy los jugadores seleccionables son, mayoritariamente, gente de pocas palabras y de pocas ideas sobre su profesión.

“Es un cambio cultural”, dice Jorge Valdano, campeón del Mundo en 1986. “Antes el fútbol estaba en todos lados, en la esquina del barrio, en el café y en el potrero. Era un proceso a través del cual los grandes enseñaban a los más pequeños. Recuerdo un día que siendo entrenador del Madrid llegué a mi pueblo y me fui a jugar un partido con los veteranos. Alguien desbordó por la izquierda y yo estaba mirando a la pelota y uno de los viejos que estaba ahí me dijo: '¡Entrenador del Madrid, el que centra no mete el gol! ¡Marca al delantero centro que te agarró la espalda!'. Era una permanente locución de mensajes que te ayudaban a entender el juego. Eso que de una manera un poco pretenciosa llamamos conceptos, pero que son principios básicos que sirven para cualquier sistema”.

Oscar Garré, que fue compañero de Valdano en 1986 y luego dirigió a las inferiores, señala que el origen de la crisis está en la distorsión mercantil. “No es fácil encontrar zagueros y volantes con categoría y temperamento”, admite. “Los chicos buscan tener condiciones para ser delanteros porque es lo que está pidiendo el mercado. Se privilegia económicamente al que juega en esa zona”.

El fútbol argentino carece ahora de futbolistas con jerarquía en la defensa y el centro del campo

“No hay una mentalidad en los dirigentes que permita proyectos a largo plazo, salvo en Vélez, Lanús o Estudiantes", apunta Garré. "La mayoría de los clubes están devastados económicamente y quieren vender los chicos con seis meses de experiencia en Primera, como Correa, el nuevo fichaje del Atlético. La presión baja de los directivos a los técnicos, y de los técnicos a los jugadores. Provoca un fútbol mezquino. Hoy sería impensable un entrenador como Griguol en Ferro, que estuvo 14 año”.

“Se terminaron los maestros”, coincide Valdano, “los Duchini, los herederos de Peucelle, de Renato Cesarini, que hablaban solo de lo conceptual. Gente como Griffa y Pékerman. El entrenador de divisiones inferiores no es un entrenador, es un profesor, y no te enseña a ganar, te enseña a jugar. Pero, claro, ganar se ha convertido en un imperativo también para los entrenadores de inferiores. Porque no quieren morir en un equipo de juveniles, quieren prosperar y todo el mundo sabe que no se prospera perdiendo. Entonces para ganar lo mismo te sirve un grandote más que un talentoso”.

Es un cambio cultural, antes, el fútbol estaba en el café o en el potrero”, dice Valdano

Valdano señala la obsesión por la corpulencia como factor destructivo. “El talentoso pequeño y sin oportunidades", explica, "va perdiendo confianza, ritmo de juego, seguridad. Eso es terrible para la evolución. España cambió. Hace 20 años echaban a los menores de 1,75 desde la misma prueba. Y los dos últimos mejores jugadores de la historia apenas llegan a 1,70. Los balones de Plata y Bronce se llaman Xavi e Iniesta. El arte de jugar no tiene que ver con el tamaño. Pero el fútbol se llenó de intrusos, de gente que vino de otros ámbitos para desarrollar teorías que cada vez se alejan más del juego. La obsesión física y táctica hace que el conocimiento sea una facultad que solo tiene el entrenador”.

Sabella destaca el perjuicio que causa la emigración masiva de jóvenes. “Antes”, dice, “era más difícil llegar a Primera; y mantenerse era más complicado aún. Había más competencia interna porque casi todos los mercados exteriores permanecían cerrados. Hoy es más sencillo jugar en Primera y cuando el futbolista alcanza el máximo nivel tiene menos preparación. Porque hay una enorme cantidad de argentinos en el extranjero y porque los clubes tienen la necesidad de vender para mantener sus finanzas”.

“Nos alejamos del menottismo y así nos va”, sentencia Valdano. “Uno ve un partido de Argentina y tiene la sensación de que le pegamos una patada a un hormiguero. Salen todos, corren, saltan, pelean. Eso se ha ido infiltrando. Incluido al aficionado, que pasó de gritar ‘¡ole-ole-ole!’ a gritar ‘¡huevo-huevo-huevo!’. Todo el mundo se siente autorizado a correr porque da la sensación de que así se aplaca la mala conciencia. Si uno corre y se deja la vida en lo que hace, ¿quién te puede reprochar nada? En otra época te reprochaban jugar mal. Ahora te reprochan no correr”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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