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Oficio, Vidal y un presente

La Juventus se acerca a las semifinales tras batir por la mínima al Mónaco (1-0) con una pena máxima inexistente transformada por el chileno, motor y alma del cuadro turinés

Alejandro Ciriza
Carvalho y Morata, en la acción del penalti.
Carvalho y Morata, en la acción del penalti.GIUSEPPE CACACE (AFP)

La vieja receta que tanto se aprecia en el calcio. Oficio, portería a cero y no renunciar a un buen presente. De ese mejunje tan básico y tan productivo tiró la Juventus, que batió en su hogar a un meritorio Mónaco (1-0) gracias a un penalti inexistente que fue transformado con sangre fría por Vidal. No merecieron vencer los italianos, que dan un paso de gigante hacia las semifinales y en su aspiración de volver a tener protagonismo en Europa, ni caer los monegascos, superiores en buena parte del duelo, una grata revelación en esta Champions. Castigados en Italia por una decisión injusta, aferrados ahora al sueño de voltear la situación en el Louis II.

JUVENTUS, 1 - MÓNACO, 0

Juventus: Buffon, Lichtsteiner, Bonucci, Chiellini, Évra, Pirlo (Barzagli, m.74), Marchisio, Vidal, Pereyra (Sturaro, m.87), Tévez y Morata (Matri, m.82).

Mónaco: Subasic, Raggi (Berbatov, m.71), Carvalho, Abdennour, Kurzawa, Fabinho, Kondogbia, Dirar (Bernardo, m.51), Moutinho, Ferreira-Carrasco, Martial (Matheus Carvalho, m.87).

Gol: 1-0, m.57: Vidal.

Árbitro: Pavel Královec (RCH). Amonestó Ricardo Carvalho en el minuto 56.

41.000 espectadores en el Juventus Stadium.

Ante la exuberancia del plantel de la Juve, el visitante respondió con un planteamiento de contención y pragmatismo que anuló a la Vecchia Signora durante los primeros 25 minutos. Un solo disparo a portería, de Tévez, y un discurso monótono y plano es lo que ofreció el equipo de Massimiliano Allegri durante ese periodo. La pelota apenas pasó por las botas de Pirlo, signo de precariedad. Sin la intervención de su metrónomo ni las irrupciones del explosivo Pogba, ausente ayer por lesión, el cuadro italiano no enhebra y pierde casi todo el encanto.

Así que el Mónaco se creció poco a poco. Su técnico, Leonardo Jardim, prescindió en el inicio del viejo Berbatov para reforzar el centro del campo a base de pulmones y musculatura. Kondogbia, ex del Sevilla, se impuso en ese terreno y a partir de su despliegue y del dinamismo de Moutinho se lanzó el conjunto del Principado. De ahí la doble aparición de Kurzawa, lateral de largo recorrido y deficiente definición, o la clarísima oportunidad de Carrasco, incisivo desde el vértice derecho, pero incapaz de batir a Buffon en un disparo a solo tres metros del portero italiano, aún fino a sus 37 años.

Se activaron después Marchisio y Vidal en los bianconeri. Especialmente este segundo, bravo como pocos sobre el tapete, dechado de carácter como siempre para despertar a sus compañeros. A falta de juego, la Juve dispone del coraje del chileno, hambriento, empeñado en abrir la lata con dos disparos que llevaron más intención que tino. Y, a falta de juego, la Juve bien sabe ser agradecida. Por eso no hizo un feo al colegiado Pavel Krávolec, que interpretó como penalti una zorrería de Carvalho sobre Morata. El zaguero rozó por detrás al ariete para que este perdiera el equilibrio cuando se disponía a amortiguar un envío en largo de Pirlo y encarar a Subasic.

Los jugadores de la Juventus celebran el triunfo con la grada.
Los jugadores de la Juventus celebran el triunfo con la grada.Marco Luzzani (Getty)

Más allá de la acción, discutible, las cámaras revelaron que en todo caso transcurrió fuera del área. No lo interpretó así el árbitro, que de ser consecuente debería además haber expulsado al central por ser el último hombre. El error, por tanto, fue de bulto. Y por eso de no desperdiciar el obsequio, Vidal ejecutó la pena máxima con la misma convicción con la que rebaña cada pelota. Golpeo limpio, con el empeine interior, y balón a la escuadra. Inapelable.

Solo así pudo la Juve abrir el cofre del Mónaco, recuperado en esta edición para la causa europea después de muchos años de desaparición, desde que alcanzase la final en 2004 de la mano de Giuly y Morientes. Lo intentó con todo el conjunto de Jardim, que lejos de especular ordenó adelantar líneas e introdujo a Bernardo y a Berbatov para ganar desequilibrio y pegada. El brasileño aportó lo primero, pero se topó con la mano de Buffon, y el búlgaro estuvo a punto de cabecear a la red en su primera intervención en el duelo.

Pero nada de nada. Si acaso, de ahí al desenlace otro error flagrante del juez checo, que no divisó un penalti clamoroso e infantil de Chiellini sobre Matheus, tercer recambio monegasco. Manos a la cabeza e incredulidad en los visitantes, indignados. Al final, oro para la Juventus, que con muy poquito obtuvo mucho. Todo lo contrario que su huésped, castigado y magullado en Turín.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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