Deportistas con palmarés y sin currículo en una España en crisis
La baloncestista Marina Ferragut, el piloto Joan Garriga y el futbolista Ricardo Arias protagonizan tres historias de deportistas con dificultades tras dejar de competir
“Dejas de jugar como hice yo a los 39 y piensas: ¿qué hago? Es como una jubilación anticipada”. Habla la baloncestista que más veces ha vestido la camiseta de la selección española, Marina Ferragut (Barcelona, 42 años), afincada en Valencia y futura maestra. Acaba de terminar Magisterio y aspira a iniciar el siguiente curso como profesora de infantil. Si lo logra (tiene algunas entrevistas programadas), dará clases por las mañanas y será entrenadora de baloncesto por las tardes. Después de convertirse en una experta lanzadora de triples dedicará sus horas a los niños. No le interesa entrenar equipos profesionales. No quiere que su nueva vida se parezca tanto a la que llevó hace años.
Ferragut ha encauzado su vida, puro empeño y trabajo, pero tuvo algunas dificultades cuando dejó el deporte. Se decidió a estudiar. Y además de ponerse con la carrera, también se sacó el título de monitora. El sueldo de una jugadora de baloncesto no da para toda una vida, así que buscó empleo. “Fui a un Ayuntamiento, me apunté a la bolsa, me presenté a una entrevista para ser monitora deportiva y resultó que no podían darme el trabajo porque no tenía suficientes puntos”, recuerda. Y suspira: “Había jugado a baloncesto durante 30 años, pero mi experiencia no estaba acreditada desde el punto de vista oficial”.
“Es como decirle a Nadal que no está capacitado para enseñar a los niños a jugar a tenis”, apunta María José López, secretaria general de la Asociación de Deportistas de España (ADE). “Esta es la gran tragedia del deporte español, el después”, añade.
El caso de Ferragut sólo es un ejemplo de las dificultades que tienen los deportistas de élite para incorporarse al mercado laboral. “Cuando terminas tu carrera deportiva no sirves para nada. Porque aunque tengas estudios, que muchos deportistas los tienen, te falta la experiencia laboral”, dice la exjugadora, que este domingo se entretenía en un campus de baloncesto en L’Eliana. Hace unos años, en 1993, ganó para España el oro en el Eurobasket; y otros tres bronces después. “Si consideras sus éxitos patrimonio del país, ¿cómo puedes después olvidarte de ellos?”, se lamenta López. Cree que los deportistas de élite están desamparados desde el punto de vista jurídico: “No tienen acreditado ningún derecho particular”.
Los hubo, los hay, que tuvieron más dificultades que Ferragut para poner su vida en orden tras la adrenalina de la competición. Es el caso de Joan Garriga (Barcelona, 52 años), que fue detenido el pasado miércoles en Barcelona y acusado de tráfico de drogas y pertenencia a organización criminal. Ayer, sin embargo, tal y como tenía previsto, pudo dar unas vueltas de exhibición con una Ducati que él mismo se había preparado para participar en la carrera de las leyendas del circuito de Jerez. Volvía a las pistas después de muchos años en la oscuridad y el anonimato. Garriga, la antítesis de Sito Pons en el circuito y en la calle, subcampeón del mundo de 250cc de aquel vibrante campeonato del 88, está arruinado. Su pilotaje visceral se apagó y también lo hizo él.
Drogas y malos negocios
Adicto, procesado por tráfico de drogas ya a finales de los 90, y desahuciado años después por una deuda con el Ayuntamiento de Barcelona de unos 25.000 euros, la dureza de la vida se muestra en su rostro. “Me sentí repudiado y maltratado. Ya no olvidado, sino, no respetado. Me han quitado la dignidad y dudo que la recupere”, decía en un documental de Mediaset emitido la semana pasada. Le expropiaron la casa y días después sufrió dos infartos. Hace un año de aquello, un año desde que cogió el teléfono para pedir ayuda a su gran rival. Y Pons se la dio.
Hoy vive de alquiler (alquiler que no puede pagar) mientras trata de recuperar su casa en los tribunales (una casa en Vallvidrera valorada en más de un millón de euros, subastada por 260.000 y ahora de nuevo en venta: piden 1,5 millones por ella), y saca algún euro de la venta de camisetas firmadas por él. No tiene más ingresos. Ni cumplió el Ayuntamiento con la promesa de ofrecerle un piso social para echarle una mano. Su salud, además, es delicada.
A tipos como Ricardo Arias (Valencia, 58 años) su pasado también ha vuelto para tenderle la mano. Lo ha hecho el Valencia, club en el que militó como defensa durante prácticamente toda su carrera, del que fue capitán y en el que es, todavía hoy, el segundo jugador con más partidos en Primera. Hace un año se descubrió sin un euro que ingresar y un hijo de 18 años (de los cuatro que tiene) todavía en casa. Después de dos separaciones, malas inversiones, y lo que él llama “vicisitudes personales”, se vio pidiendo trabajo a la desesperada.
“No soy la excepción de lo que pasa en el país. No ha habido manera de escapar de la crisis”, explicaba hace unos meses en El Larguero. “Mi currículo de futbolista no me sirve de nada”, decía. Hizo cuanto pudo, incluso trabajar en una nave, enfundado en un mono, de ocho a ocho. Hasta que llegó el día en que tuvo que pedir un favor, aunque nunca le gustó pedir nada.
El Valencia lo incorporó al departamento de relaciones institucionales y, desde entonces, hace apenas unos meses, asiste a todos los actos del club y está en contacto con las peñas además de ser el comentarista técnico de la radio oficial que la entidad estrenó en febrero. “Es un fenómeno, ahora está feliz”, dicen, orgullosos, en Mestalla.
Las preocupaciones de la Asociación de Deportistas
María José López, secretaria general de la ADE y abogada, cree que el Estado debería revisar las normas derivadas de la Ley del Deporte para facilitar a los deportistas de élite su incorporación al mercado laboral: “No tienen acreditado ningún derecho. Existe un Gran Decreto de los Deportistas de Alto Nivel que habla de ayudar y asesorar al deportista, que funciona para facilitarles su acceso a la universidad, pero que, por lo demás, no concreta nada. Y está totalmente obsoleto, pues hasta les exime de hacer el servicio militar cuando ya no es obligatorio”. López propone, por ejemplo, que la Seguridad Social establezca un periodo de transición para la cotización hasta que el deportista se incorpore al mercado; que se contemplen ayudas a esos deportistas que estén inhabilitados para trabajar por una lesión; o que exista alguna vinculación con las empresas públicas. También, cree, deberían las federaciones acreditar el palmarés de los deportistas para que se observe su experiencia profesional y así las administraciones podrían gestionar su incorporación a la empresa.
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