La oportunidad perdida del Barça
El club ha defendido a la persona del jugador utilizando de arma arrojadiza su figura
El Barça se ha aturullado porque cuando tenía que haberse preocupado por el porvenir fiscal de Lionel Messi miró para otro lado. Esa distracción es propia de aquellos que, cuando ya las cosas van cuesta abajo, creen que la casualidad o el nombre propio van a resolver las cuestiones pendientes.
Como esa cuesta abajo ha sido tan abrupta, el presidente barcelonista se ha envuelto en la bandera del club y ha querido decirle al mundo que la culpa es de los que no quieren al Barça, de los que desprecian a Cataluña y de los que quieren el mal de Messi. Se ha precipitado Bartomeu como un forofo, y ha utilizado argumentos que enlazan, por el lado político, con la historia del “España nos roba”, que en este caso engloba, además, a muchísimos españoles que amamos al Barça, respetamos (y amamos) a Messi y, además, como es el caso, sentimos que quienes defendieron a Messi ante los tribunales son personalidades jurídicas de primer nivel que han hecho su trabajo con la profesionalidad que ya llevan acreditada.
A ese respeto hay que sumar, naturalmente, el que se debe a los tribunales, cuyas decisiones hay que acatar cuando vienen bien dadas y también cuando te dan la sentencia en toda la cara. El Barça (y Bartomeu) ha tenido mucho tiempo en el pasado de preocuparse por ese porvenir jurídico y, también, por el estado de ánimo del jugador; afrontar la sentencia como una injuria a Messi y a la entidad muestra un desconocimiento procesal que emparenta, de nuevo, con el forofismo: hicieron bien los defensores en anunciar en seguida que recurrirían la sentencia, y a eso debió haberse atenido el Barça.
Otra cosa es lo que ha hecho el Barça: defender a la persona del jugador utilizando de arma arrojadiza su figura como si la sentencia también tuviera que ver con el juego o con la persona del futbolista. Cayó el Barça en la tentación de defender lo que es propio o íntimo convirtiéndolo en un argumento populista que es el que ahora está teniendo esta repercusión tan extraordinaria no sólo en las redes sino en la vida pública en general.
El Barça tenía otras armas para defender a Messi, y las tiene desde hace tiempo. Por ejemplo, quitándole de sus alrededores a los asesores que lo llevaron a aceptar (a través de su padre) propuestas insensatas que se pusieron de manifiesto mucho antes de esta histeria institucional de ahora. Ese hubiera sido un apoyo fundamental, que, antes de que se pusiera en marcha el proyecto, hubiera ayudado a Messi (y a su padre) a destruir aquella relación perversa. Es cierto que resultó impresentable que a Messi lo emparentaran con un capo mafioso para argumentar en su contra. Pero a una injuria así no se responde sacando los pies del tiesto. Y el Barça de mi alma, y de tantos aficionados, se ha metido en un lío queriendo que se vea demasiado que quiere demasiado a Messi. Tiene el club, y sobre todo tenía, muchos otros modos de decirlo, pero se distrajo, perdió su oportunidad y ahora grita como si le hubieran robado el alma.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.