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50.000 pesetas por ganar un doblete

José Emilio Santamaría, central del Madrid que en 1958 logró por última vez un doblete de Liga y Champions, rememora vivencias, pillerías y costumbres de esos años

Eleonora Giovio
Pepe Santamaría posa en su casa con las réplicas de la Liga y de la Copa de Europa conseguidas en 1958.
Pepe Santamaría posa en su casa con las réplicas de la Liga y de la Copa de Europa conseguidas en 1958. ÁLVARO GARCÍA

“El club tenía lavadero y nosotros una camiseta de recambio porque como siempre jugábamos en campos de barro pasados por lluvia, la blanca se manchaba. Lo malo era el balón: se mojaba y como era de cuero-cuero, en lugar de pesar dos kilos, pesaba cuatro. Los porteros no sacaban a medio campo porque no llegaban, no por alguna consigna… Hoy el balón va de puerta a puerta y los campos son mesas de billar”, cuenta José Emilio Santamaría, central del Real Madrid entre 1957-66. De la plantilla que en 1958 consiguió el doblete Liga y Copa de Europa, el último que ha logrado el club, sólo quedan vivos seis. Santamaría es uno de ellos.

La quinta Copa de Europa la celebramos con galletas y naranjada”

Acaba de llegar a casa del hospital tras una operación de cadera. Pese a no poder moverse mucho todavía, no pierde el buen humor. Recibe a EL PAÍS sentado en su escritorio de madera en un cuarto en el que se respira fútbol. En las paredes hay colgadas camisetas antiguas (del Madrid, del Nacional de Montevideo, del Espanyol); una foto dedicada de Santiago Bernabéu.

Hay medallas y réplicas de las Copas de Europa y de las Ligas en una cristalera cerrada con llave. Santamaría, uruguayo de padres españoles que emigraron en 1921, hoy tiene 87 años y bromea con el fotógrafo recordando cómo en su época, debido a la tirantez económica, algunos se pasaban de pillos. “Nos sacaban fotos y sin pedirnos autorización las vendían en la calle”.

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Los futbolistas solteros tenían un sueldo de 3.500 pesetas y los casados de 5.000. Los solteros se juntaban a tomar el vermut después de los entrenamientos. Los casados se iban a casa. “Yo era de ese grupo. Me esperaba mi señora”, dice. Cuando la familia se alargó —tiene siete hijos—,

Santamaría se compró un Seat que pagó a plazos para poder llevar a los niños al cole. “No había para pagar taxis todos los días”. ¿El premio por el doblete? “50.000 pesetas. Entonces si ganabas un título te daban 25.000 pesetas como extra. Con ese dinero no se podía ir a muchos lados”, contesta. Era el Madrid de Bernabéu, Di Stéfano, Gento, Rial y Kopa. El técnico era Luis Carniglia. “Había que morir en el campo ganando, y punto. Menudo carácter tenía…”.

La sede del club estaba en Cibeles. “Para Bernabéu el club era sagrado y eso nos transmitía. Cuando pasabas por la sede a buscar el correo y te dejabas una luz encendida te decía: ‘Oye, apágala que tengo que pagar la tribuna que estoy haciendo”, cuenta Santamaría que tenía un truco para adivinar de qué humor estaba el presidente. “Fumaba puro y cuando lo masticaba es que tenía mala uva y algo había pasado… Cuando le veía masticar, me escabullía”, recuerda riéndose. Recuerda también la única vez que fueron a ver a Franco. Fue después de que el Madrid ganara la quinta Copa de Europa. “A Bernabéu le prepararon un discurso. Se adelantó dos pasos y dijo: ‘Excelencia, el Real Madrid es un club…’. Se guardó el papel y dijo lo que quiso. Tenía chispa, era inteligentísimo”.

Mates con Di Stéfano

Buen amigo de Di Stéfano —fue padrino de uno de sus hijos— Santamaría recuerda la intimidad en la que tomaban mate. “Nunca en el vestuario. No queríamos llamar la atención”.

El encuentro es una tarde de mediados de mayo, el Madrid acaba de ganar en Balaídos y va camino de conseguir la Liga. Santamaría ve los partidos por la tele y dice que se tensiona igual que cuando jugaba. Alto, con porte todavía de futbolista, pasó buena parte de su carrera entrenándose en el Bernabéu. Hasta que el club construyó la ciudad deportiva en la Castellana. “Como aquella zona no estaba tan edificada, venía mucho frío de la sierra en invierno. Un día llegamos allí y Muñoz dijo: ‘Vámonos para el Bernabéu que aquí hace demasiado frío”, cuenta. Los periodistas viajaban con la plantilla, eran pocos y las charlas amenas. “Cuando veníamos de jugar en las provincias, algunos iban a comprar la prensa y las calificaciones se les notaban por las caras que ponían”, dice.

En 1958 el Madrid sacó diez puntos al Atlético y ganó contra el Milan la Copa de Europa (la tercera) en el estadio Rey Balduino por 3-2. Gento marcó el gol de la victoria en la prórroga. Dice Santamaría que cuando se encuentra con el ahora presidente de honor del Madrid suelen hablar de todos menos de aquellos años. “Nunca presumimos”.

Dos años después de aquel doblete, llegaría la quinta Copa de Europa. Fue en Hampden Park (7-3 al Eintracht). Y la celebración fue sobria. “El club organizaba un banquete y te daba una réplica del trofeo. Esa era la alegría, junto con ver en la prensa: ‘Madrid campeón”, explica. ¿Ni siquiera en el hotel se dejaron ir un poco? “Queríamos salir, pero Bernabéu había dejado dicho a los de seguridad que no saliera nadie. ‘Mañana tenemos que llegar enteros a Madrid. Si haces mala vida y te tomas un trago demás, llegas a España y haces el ridículo’. Tuvimos que compinchar a dos morenos así de grandes para que nos trajeran galletitas y naranjada… ese fue el festejo”, recuerda.

El Madrid está ahora a un partido de repetir doblete. Han pasado 59 años desde el último. 

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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